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Réplica a Alfonso Torrents del Prats

En el número 50 de PUNTOYCOMA, Alfonso Torrents del Prats publica un artículo de respuesta a mi nota «Devaneos sobre una reforma ortográfica del español», que apareció en el número 48 del mismo boletín.

Me gustaría responder a algunas de las cuestiones planteadas por Alfonso, no sólo para defender una postura (que en buena parte refleja el título de mi propuesta de reforma), sino también para aceptar parcialmente la amable reprimenda de quien para todos nosotros es un maestro en el trabajo cotidiano.

Es cierto que un idioma no está sujeto al dictado ciego de la lógica o las matemáticas, pero también es cierto que la creatividad de la lengua (el «habla») sólo es posible si el aparente «desorden» o libertad para expresar el pensamiento se sustenta en un sistema. Los lingüistas teóricos buscan describir dicho sistema, dejando el estudio de la parte creativa de la lengua a los estudiosos del estilo, dialectólogos, sociolingüistas, etc. Los primeros son conscientes de los límites de su campo de estudio, y ninguno de los demás pondría en cuestión la premisa de que el lenguaje no existiría sin un sistema subyacente. Si tomamos el tan manido símil saussuriano del ajedrez, podríamos decir que el genio de Kaspárov no podría haberse hecho realidad sin las reglas del juego, del mismo modo que el genio de cualquier escritor o la brillantez oratoria presuponen el sistema lingüístico.

El ideal ortográfico sólo puede ser la reproducción del sistema fonológico, ¡no de la pronunciación! El conjunto de sonidos es infinito. Cada hablante pronuncia de manera diferente. Por ello, la reforma ortográfica debe buscar en principio la correspondencia entre el conjunto cerrado de fonemas y las grafías, y no, ¡tarea imposible por definición!, entre estas últimas y los sonidos. Eso sí, el ideal de «correspondencia biunívoca» debe estar limitado por determinados criterios (simplicidad, pronunciación en casos de duda, otros factores culturales y psicológicos), a los que aludí muy de pasada en mi nota porque consideré que no valía la pena ocupar con el tema al público lector del boletín.

En lo que sí doy la razón plenamente a Alfonso Torrents es en la crítica a mi abuso de la letra k, no por la discutibilidad de su pertenencia al alfabeto español, que me parece una cuestión que admite diferencias de opiniones y, en cierto modo, secundaria, sino por el daño que podría causar a la vista el ver el español escrito plagado de repente de una grafía no frecuente en la ortografía española actual. Por otra parte, creo que al haber echado mano de la k y escribir la ch con c para respetar el criterio de biunivocidad, traicioné otro criterio que debería en este caso haber tenido prioridad: el de la simplicidad. Teniendo en cuenta que la letra ch es relativamente poco frecuente en español y que no plantea problemas ortográficos a los hablantes, a diferencia de la b o la v, por ejemplo, podría mantenerse esa grafía y sustituir la k de nuestra propuesta con la letra c. Una vez realizada esta corrección, el texto de García Márquez citado como ejemplo en mis devaneos tendría este «otro» aspecto:

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía abía de recordar acella tarde remota en ce su padre lo llebó a conozer el ielo. Macondo era entonzes una aldea de beinte casas de barro i cañabraba construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas ce se prezipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas i enormes como uebos preistóricos. El mundo era tan reziente que muchas cosas carezían de nombre, i para menzionarlas abía ce señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de jitanos desarrapados plantaba su carpa zerca de la aldea, i con un grande alboroto de pitos i timbales daban a conozer los nuebos imbentos.»

No querría terminar mi respuesta al artículo de Torrents del Prats sin darle de nuevo las gracias, primero por haber leído con tanta atención mis devaneos y, segundo, por haber enviado su crítica a PUNTOYCOMA.

José Luis Martín Yuste
jose.martin@ec.europa.eu

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