En el artículo «¿Le/s? saluda atentamente», publicado en el nº 56 de PUNTOYCOMA, José Luis Martín Yuste expone dos argumentos que, a nuestro juicio, merecen algunos comentarios. Mediante el primero, cuestiona la transitividad del verbo «saludar» en la fórmula de cortesía que se escribe al final de una carta; mediante el segundo, cuestiona el tipo de complemento pronominal que rige en esa circunstancia dicho verbo.
Nuestra opinión es que el verbo «saludar» es transitivo en todas sus acepciones, y así consta en los diccionarios. El Diccionario de régimen de Cuervo recoge innumerables ejemplos, como:
«Cuando llegó a ellos el caminante los saludó cortésmente, y picando a la yegua, se pasaba de largo» - Cervantes, Quijote, II.
Autores contemporáneos también lo utilizan con el mismo régimen:
«[...] y regresaba al mundo y alzaba los ojos y era que alguien con galones en la bocamanga me estaba maldiciendo porque yo no lo había saludado cuando pasaba junto a mí y yo tiraba el cigarro y me ponía firme y me ardía la cara [...]» - Antonio Muñoz Molina, Ardor guerrero, p. 139.
Obsérvese que, cuando lo saludado no son personas, la preposición «a» puede preceder al objeto, probablemente por «personificación» del mismo:
«En el camino saludábamos a todas las cosas con cantos, porque Tirawa está en todas las cosas» - Cardenal, Poes. Homenaje;
pero no siempre:
«En la vida diaria nos aferramos a la representación cronométrica del tiempo, aunque hablemos de "mal tiempo" y de "buen tiempo" y aunque cada treinta y uno de diciembre despidamos al año viejo y saludemos la llegada del nuevo.» - Octavio Paz, «El ritmo», en El arco y la lira, en Obras completas, v. I, FCE, 1995, pp. 73-88.
Si, como se hace en el artículo mencionado, nos atenemos al significado de un verbo para determinar su transitividad o no, la interpretación se vuelve tan escurridiza como la Semántica misma. Recordemos que abundan los verbos sin objeto directo de cosa que son perfectamente transitivos, como: «insultar», «invitar» o «despedir», que pueden ser enunciados en pasiva según la célebre norma escolar. No se puede «invitar algo», pero sí «a alguien» y, por ende, «ser invitado», «ser insultado», «ser despedido» y, cómo no, «ser saludado». «Saludar» no tiene un acusativo interno, como «escribir [un escrito]», preguntar [una pregunta]» o «responder [una respuesta]»: es decir, no se puede «saludar un saludo». No coincidimos, pues, con José Luis en interpretar que «le saluda», en el sentido de «le envía saludos» (?), funciona igual que «le escribe», en el sentido de «le envía un escrito». Pero además no creemos que sea ese el significado de la expresión. Por el contrario, la estereotipada fórmula epistolar española, «le/lo/la saluda atentamente - (fdo.) Pedro Pérez» quiere decir que «Pedro Pérez se despide de usted» -cf. la primera definición del DRAE.
No hay que mezclar este análisis con el de la escuela funcionalista, que estima que la transitividad o intransitividad del verbo dependen del contexto: en «subió las cajas al altillo» y «María los saludaba desde el barco», los verbos actúan como transitivos, pero no en «subió deprisa», «saludó y se fue». Nos atenemos aquí al criterio más sólido de la sintaxis, es decir: si hay complemento en la frase, el verbo es transitivo, si no, no lo es. En el caso de «le/lo/la saluda atentamente», la presencia del complemento zanja, creemos, la cuestión.
Como ya se ha visto, si «saludar» es transitivo y como tal se comporta, el complemento que rige es directo, lo que, tratándose de los pronombres personales átonos de tercera persona, se traduce por «lo/le» en masculino y «la» en femenino. El uso de «le» en lugar del etimológico «lo» como pronombre masculino es muy antiguo; el Esbozo... lo explica así:
«Las [formas] no etimológicas [en nuestro caso: «le» para el masculino, en detrimento de «lo»], que aparecen ya en los primeros textos de la Edad Media y llegan a hacerse de uso casi regular en León y Castilla, representan una tendencia de la lengua a introducir en el pronombre de 3ª persona una diferenciación genérica: «le» para el acusativo masculino, «la» para el femenino, «lo» para el neutro, a costa de la diferenciación casual. Pero la tendencia no llega a su pleno desarrollo.» - pp. 204-205.
Con esta distribución pronominal y su explicación en función del género coincide, por ejemplo, el Manual de español correcto de Leonardo Gómez Torrego (cf. t. II, p. 75). Que «lo» tal vez vive horas bajas lo pone de relieve la siguiente opinión del Manual de estilo del lenguaje administrativo -con la que no podemos estar de acuerdo, ya que, por lo general, los hablantes que se expresan de esa guisa no suelen tener ningún problema de laísmo, leísmo o loísmo:
«El uso de "lo" como complemento directo de persona es mirado hoy en España como regionalismo, aunque sea el preferido por la Real Academia y el más frecuente en el español de América.» - 6ª reimpr., p. 107.
En resumidas cuentas, si se considera que «le saluda atentamente» es una fórmula de cortesía preferible a «lo saluda atentamente», debe buscarse la explicación en la mencionada sustitución de «lo» por «le», sin olvidar tampoco que a ello se añade la identificación popular de «le» con «usted». Aquí radica una buena parte del problema que plantea nuestro compañero y que él omite mencionar. No creemos que sea necesario interferir en ninguno de los dos usos, ya que ambos son aceptables, independientemente de las preferencias personales de cada cual: «lo/le saluda».
El asunto se acabaría aquí si no fuera porque el texto mencionado no se ciñe solamente al masculino, sino que pretende extender la utilización de «le» al femenino; a nuestro juicio, se trata de una incorrección que se denomina leísmo. La fórmula de cortesía puede que esté tipificada como tal en masculino, pero en femenino no hay alternativa, confusión o identificación posible con «le», ni siquiera invocando el uso deferente de un «usted» femenino. La respuesta afirmativa a las preguntas: «¿ya has saludado a Luisa / a la directora general / a la señora ministra?», ha de ser del tipo: «sí, ya la he saludado», lo que demuestra una vez más la transitividad del verbo y el régimen de complemento directo del mismo. Citemos una opinión a este respecto:
«"Pablo no esperaba que le llamaran a altas horas de la noche". Es admisible esta frase; pero sería mejor: "...no esperaba que lo llamaran..." Es, en cambio, inadmisible: "María me pidió que le esperara (a ella)" porque ese "le" se refiere a una persona del género femenino.» Salvador Mendieta, Manual de estilo de TVE, p. 20.
En este punto, nos parece concluyente la siguiente entrada del Diccionario Salamanca:
«atentamente adv. modo [...] 3 Se usa como despedida formal en las cartas, con presencia o elipsis del verbo saludar: Atentamente (la saluda) Juan Fernández.» - p. 147
Por último, digamos que el fenómeno del leísmo tolerado -e incluso promovido por un supuesto buen gusto- es algo que no conoce fronteras precisas y que, aunque se dé más frecuentemente en determinadas zonas del Centro peninsular, parece responder más a una cuestión de sensibilidad y preferencia lingüística personal que a otra cosa.
Beatriz Porres
Comité Económico y Social
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