He leído en el número 54 de puntoycoma el artículo de Fernando A. Navarro sobre estas dos adjetivaciones de la voz lexicalizada «sida» y, aunque el razonamiento del autor me parece impecable, quisiera hacer algunas puntualizaciones que creo habría que tener muy en cuenta a la hora de incluir definitivamente estas voces en el tesoro léxico del español.
Es cierto que entre las sufijaciones con -oso hay tanto voces con connotaciones peyorativas (por ejemplo, «leproso» o «tuberculoso») como palabras que no dejan traslucir ningún desprecio hacia lo designado («lechoso») o que incluso transmiten ideas positivas («estudioso»).
Pero también es cierto que «sidoso» tiende a asociarse paradigmáticamente con voces que designan defectos o enfermedades consideradas degradantes («leproso», «sarnoso») al tratarse de un tipo de enfermedad con una consideración negativa por parte de la sociedad a causa de los factores que conocemos. Desde un punto de vista sociolingüístico, lo más lógico sería evitar las analogías que se producen al integrar «sidoso» en dicho paradigma sufijal y utilizar otro adjetivo.
¿Podría ser ese adjetivo «sídico»? Lázaro Carreter opina que sí y dice, con respecto a «sidoso», que 'horripila'. Y sin embargo, también podría decirse en este caso que, debido a la consideración social de la enfermedad, «sídico» tiende a asociarse más con voces 'peyorativas', como «tísico»,que con voces más bien neutras, como «artrítico».
Hay, sin embargo, otros factores que ni el tándem Alarcos-Navarro ni el artículo impulsivo -cuyo tono he estado tentado de imitar- de Lázaro Carreter han tenido en cuenta. Precisamente por las connotaciones negativas de la enfermedad, «sidoso» resulta, desde un punto de vista fonético, totalmente cacofónico. La sucesión de sonidos con articulación semejante (alveolar fricativa silbante en las sílabas extremas y dental fricativa en la intermedia), lejos de traer a la mente una sensación positiva, como en «sedoso», palabra fónicamente similar, despierta otras imágenes, entre otras cosas, como hemos dicho, por la crueldad de la afección.
F. Navarro indica, por otra parte, que «sidoso» podría utilizarse como sustantivo (adjetivo sustantivado): «un/a sidoso/a», para designar a los afectados. A mi juicio, ni «sidoso», ni tampoco, podríamos añadir, «sídico», deberían utilizarse en función nuclear o sustantiva porque cuando se designa un concepto con un adjetivo sustantivado, lo que es extrínseco se convierte en cierto modo en intrínseco (en nuestro caso, el rasgo de persona o de enfermo queda supeditado a la propia deficiencia o enfermedad) y, en consecuencia, la característica, en este caso 'infravaloradora' (la deficiencia o la enfermedad), designada por «sidoso» (o «sídico»)dejaría en segundo plano el rasgo 'dignificador' (la condición de persona o de enfermo)1.
De todo lo dicho, puede extraerse la siguiente conclusión, que me atrevo a proponer como solución para el debate: si la utilización de «sidoso» y «sídico» como sustantivos puede producir reticencias, más o menos fuertes, y «sidoso» resulta cacofónico en cualquiera de sus usos, sólo se salva de toda objeción el empleo de «sídico» en su función original de adjetivo: «paciente sídico», «persona sídica», «complicaciones sídicas». Pienso que Navarro difícilmente aceptaría esta propuesta porque tanto para Alarcos como para él «sídico»no se emplearía para los afectados, sino para todo lo referido a la enfermedad. El porqué de esta exclusión no lo veo nada claro y quizás se me escapa por mi más que deficiente conocimiento de la terminología médica, pero si no veo ninguna objeción en la utilización, por ejemplo, de «artrítico» como adjetivo en ejemplos como «persona artrítica», no sé por qué habría de verla en los sintagmas anteriores con «sídico» (adj.).
No obstante, a pesar de esta propuesta -para el debate, como he dicho-, me inclinaría por recoger el cabo que Navarro lanza al final de su artículo: «Nada se opone, por supuesto, a la sustitución de estos adjetivos, que al principio habrán de sonar sin duda extraños, por la locución preposicional correspondiente; "complicaciones del sida" en lugar de "complicaciones sídicas", "vacuna contra el sida" en lugar de "vacuna antisídica", "paciente con sida" en lugar de "sidoso".» Quizás por trabajar en un grupo de asuntos sociales, me he vuelto demasiado eufemístico con los años y, por poner un ejemplo, incluso he acabado por ver con buenos ojos la evolución de la designación de los minusválidos, hasta llegar a la expresión «personas con discapacidad», casi, o sin casi, prescrita en la actualidad. A fin de cuentas, si se quieren evitar completamente las connotaciones negativas de voces como «leproso» o «tuberculoso», lo único que podemos hacer es referirnos a los afectados como «enfermos de lepra» o de «tuberculosis», como hemos venido haciendo hasta ahora con los «enfermos de sida».
José Luis Martín Yuste
jose.martin@ec.europa.eu
1. | Piénsese, por ejemplo, en la sustitución que, en su día, se hizo de «minusválido», por «persona minusválida». |