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Sidoso y sídico: dos adjetivos para el sida

Me piden que resuma en unas pocas líneas mi opinión sobre la pareja «sidoso» y «sídico». Como hace cosa de dos años envié una carta al director de Medicina Clínica sobre este asunto1, no tengo más que extraer ahora los párrafos más significativos de aquel escrito:

La palabra «sídico» es desde hace tiempo de uso general tanto en el lenguaje médico2,3 como en el lenguaje periodístico4; lo es incluso para la propia RAE. En 1988, dos de sus miembros, Lázaro Carreter5 y Alarcos Llorach6, se enfrentaron ya al problema de la adjetivación a partir de sida. En 1992, con la inclusión de este sustantivo en el diccionario académico7, quedaba por fin abierta la vía para su derivación libre en nuestro idioma, como ya he comentado en otra ocasión8. Con frecuencia se escucha que tal o cual palabra no está admitida por la RAE cuando de hecho lo está, aunque no cuente con entrada propia en su diccionario. Éste, como todo diccionario, se ve obligado, por razones de espacio, a limitar el número de entradas; por este motivo, carecen de entrada propia los plurales, la mayoría de las formas verbales (representadas en el diccionario por el infinitivo), los diminutivos, los adverbios terminados en «-mente» o las palabras formadas con determinados prefijos y sufijos que, como «pre-», «-ble» o «-nte», poseen entrada propia. En vano buscaremos, pues, palabras como «comprometidamente», «tumores», «estaba», «huesecillo», «preoperatorio», «indeseable» o «bloqueante», pero ello no quiere decir que sean incorrectas; es tan sólo que hemos buscado mal.

En cuanto a la forma «sidoso», aunque para algunos autores2,5 el sufijo «-oso» es vulgar o evoca connotaciones peyorativas, eso no está para mí tan claro. Es cierto que algunas palabras como «piojoso», «sarnoso» o «leproso» se asocian con frecuencia a ideas peyorativas, pero ello hay que atribuirlo a la consideración social de tales enfermedades más que a las propias palabras en sí. No entiendo bien por qué tal cosa habría de impedirme utilizar el sufijo «-oso» en expresiones como «retorno venoso», «lupus eritematoso», «eritema infeccioso» o «niño nervioso». Que esto es así lo demuestra el hecho de que mucha gente interpreta connotaciones negativas en el término «tuberculoso» pero no en la expresión «tratamiento antituberculoso». Es como si, trasladándonos al ámbito del lenguaje común, dijéramos que el sufijo «-oso» no debe utilizarse más por que se asocia a vocablos que expresan cualidades negativas, como «apestoso», «asqueroso», «baboso», «odioso», «patoso», «pega-joso» o «pringoso», olvidando que también se usa para designar lo «amoroso», «precioso», «primoroso», «valeroso», «estudioso» o «mañoso».

Una vez admitido esto, nada se opone a que en castellano utilicemos el adjetivo «sidoso». Alarcos6 intentó establecer cuál es el significante más adecuado para designar a los enfermos de sida y, tras considerar las posibilidades «sidota», «sidópata», «sidático» y «sídico», tomó partido por la forma «sidoso». En efecto, si otorgamos validez a los esquemas analógicos en el mecanismo de la derivación, comprobaremos que, en castellano, las enfermedades cuyos nombres terminan en «-a» precedida de consonante (p. ej.: angina, gota, lepra, sarna, tiña, úlcera) se adjetivan mediante el sufijo «-oso». Bueno sería que, siguiendo la propuesta de este académico de la Española, utilizáramos el adjetivo «sídico» para designar todo lo relativo o perteneciente al sida y el adjetivo sustantivable «sidoso» para designar a los afectados por esta enfermedad todavía incurable. De hecho, el lenguaje médico aprovecha ya esta oposición significativa entre sufijos en relación con otras enfermedades víricas, como demuestran las parejas «rábico» y «rabioso», «gripal» y «griposo» o «catarral» y «catarroso». De igual forma que distinguimos entre «vacuna antirrábica» y «perro rabioso», o entre «síndrome gripal» y «estar griposo», deberíamos hablar en adelante de «complicaciones sídicas» o «vacuna antisídica», pero de «pacientes sidosos» o, simplemente, «sidosos».

En cualquier caso, conviene no olvidar que el uso de adjetivos, aun cuando en ocasiones puede resultar de gran utilidad por prestar mayor ligereza a una frase, en modo alguno resulta obligatorio en castellano. Nada se opone, por supuesto, a la sustitución de estos adjetivos, que al principio habrán de sonar sin duda extraños, por la locución preposicional correspondiente: «complicaciones del sida» en lugar de «complicaciones sídicas», «vacuna contra el sida» en lugar de «vacuna antisídica», «paciente con sida» en lugar de «sidoso». Todo menos recurrir al horrible anglicismo sintáctico consistente en utilizar el sustantivo con sentido adjetivo (p. ej.: «vacuna anti-sida» o «síndrome sida»); construcción ésta, por cierto, cada vez más extendida en el lenguaje médico, a juzgar por expresiones bárbaras del tipo «infección VIH», «fiebre posparto», «estudio caso-control» o «grupo placebo».

Fernando A. Navarro
fernando.navarro@roche.com








1. Navarro FA. Sidoso y sídico: dos adjetivos para el sida. Medicina Clínica 1996; 106: 797.
2. Ordóñez Gallego A. Una reflexión sobre el SIDA. En: Lenguaje médico: estudio sincrónico de una jerga. Madrid: Universidad Autónoma, 1992; 121-123.
3. Tapia Granados JA. Sídico: perteneciente o relativo al sida. Medicina Clínica 1995; 104: 799.
4. El País. Libro de estilo (5ª edición). Madrid: El País, 1990; 364.
5. Lázaro Carreter F. ¿Sidático? ABC, 12 de abril de 1988: 3.
6. Alarcos Llorach E. ¿Y por qué no «sidoso»? ABC, 1988: 3.
7. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (21ª edición). Madrid: Espasa-Calpe, 1992.
8. Navarro FA. El nuevo Diccionario de la Real Academia Española: su repercusión sobre el lenguaje médico. Medicina Clínica 1993; 101: 584-590.






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