«Como una flecha partió el esturión
y,
con él, el arenque, el gobio, la perca,
la carpa y como quiera que se
llamen todos»
J. y W. Grimm
Hay que desearle una veloz y larga carrera al correl de Miguel Candel. Quien no corre, vuela; y los contrincantes no duermen. Los hay para todos los gustos: el plúmbeo buzón cibernético, con ecos de 2001: Odisea en el esacio; el pulcro mensaje electrónico; el patoso elecorreo; el despeinado emilio, o el bíblico ismael. Uno se quedaría con el dulce meilito de Guatemala. Pero poco futuro tiene en este acerado mundo de la telemática...
La necesidad agudiza el ingenio. Y si es por imaginación, que no quede. Aquellos neologismos se han lanzado -como en el certamen de los peces de la fábula de los Grimm- en frenética carrera con otros muchos de todos los tamaños y colores: el meil, el iméil, el e-correo, el correo-e, la e-pístola, el direl, el mensel y como quiera que se llamen todos.
El problema es que e-mail engloba varios conceptos2. ¿Podrá con todos el correl?
Se objetará, claro, que en los tiempos del correo tortuga que nos propone Luis nadie confundía el buzón con la carta o el cartero, o el servicio de correos con la dirección postal. También es verdad que eran otros tiempos.
Amadeu Solà
amadeo.sola-gardell@ec.europa.eu