Cómo clasificar las
clasificaciones.
y V. Lenguas clasificadas según sus hablantes
Según sus hablantes… o según su ausencia. En el
anterior episodio de esta serie anunciábamos que esta vez pasaríamos
a abordar un tipo de clasificación totalmente distinto, que ya no va
a descansar sobre la cladística, sino más bien sobre la estadística:
huelga decir que su rigor científico será necesariamente inferior
(inferior, pero no despreciable: tal vez las figuras que van a
aparecer aquí podrían constituir la mejor representación posible del
estado en el que pueden hallarse todas las lenguas del mundo). Así
pues, los gráficos que van a acompañar a este último artículo no
tienen nada que ver con los dendrogramas a los que hemos ido
acostumbrándonos en nuestras aventuras precedentes; ahora se tratará
exclusivamente de polígonos regulares; en concreto, de los más
sencillos: todas nuestras figuras serán unos simples triángulos
equiláteros.
¿Por qué unos triángulos? Pues porque podemos
desglosar a todos los hablantes de cualquier idioma del mundo en
tres conjuntos disjuntos:
― el de las personas para
quienes es su único idioma;
― el de aquellas para quienes
no es su lengua nativa, y
― el del resto (es decir, de
las que tienen ese idioma como lengua nativa pero que también hablan
otros idiomas).
La figura 1 constituye la plantilla de base que nos
muestra el método que debe seguirse para situar a cualquier lengua
en el triángulo: basta con disponer de los datos pertinentes de los
censos lingüísticos disponibles (que nos darán el cardinal de cada
subconjunto), calcular los porcentajes correspondientes y
trasladarlos al gráfico.
Dejo
a los lectores la posibilidad de irlo rellenando con las lenguas que
deseen: cada una de ellas se convertirá en un punto inscrito en ese
triángulo y podrán comprobar cómo, al final, esas lenguas aparecerán
razonablemente agrupadas en función de si son comunitarias
(como el polaco o el islandés, pero también el bengalí),
internacionales (como el francés o el inglés, pero también el
suahilí) o minorizadas (como el sorabo o el bretón, pero
también el dakota). Obsérvese que esta clasificación es plenamente
independiente de la importancia que se atribuya a cada idioma (es
decir, del número de sus hablantes), aunque incluso esto podría
indicarse también convirtiendo los puntos en pequeñas
circunferencias de diámetro proporcional al logaritmo de dicho
número. Desde luego, el grado de precisión de esos gráficos
dependerá de la exactitud de los datos estadísticos en los que se
hayan basado.

Podemos establecer una fórmula no
aritmética x/y/z válida para todos los idiomas. En esta fórmula, la
x será el porcentaje de los que lo hablan como lengua única;
la y, el de los que lo hablan como idioma nativo pero que
conocen otras lenguas, y la z, el de quienes solo lo hablan
como segunda lengua («segunda lengua» debe leerse en este artículo
como cualquier idioma distinto del nativo). Evidentemente,
x+y+z≈100.
Así, un idioma que nadie
hablara como segunda lengua y ninguno de cuyos hablantes
supiera otros idiomas sería del tipo 100/0/0 y se situaría en el
vértice A (a la izquierda de la base del triángulo): sería el caso
de bastantes lenguas de comunidades aisladas. En cambio, uno en el
que todos sus hablantes también hablaran otra lengua sería
del tipo 0/100/0 y estaría en el vértice B (a la derecha de la
base): sería el caso típico de muchas lenguas minorizadas, cuyos
hablantes están obligados por imperativo legal a conocer el idioma
dominante. Una lengua que ninguno de sus hablantes tuviera
por idioma nativo tendría la fórmula 0/0/100 y se situaría en el
vértice C (en la cima del triángulo): sería el caso de los idiomas
artificiales y de las lenguas muertas (pero no extinguidas;
es decir, que pueden seguir hablándose como segunda lengua, como el
latín, pues las lenguas totalmente muertas, que nadie habla, ya han
desaparecido del triángulo).
Idiomas en movimiento
Vamos a establecer por convención
que todas las lenguas nacen en el ángulo A.
A partir de ahí nos situaremos en
una escala dinámica, convirtiendo los puntos en vectores que nos
indicarán el desplazamiento diacrónico de las distintas lenguas en
el seno del triángulo.
Podría dibujarse un gráfico que
representara la situación de un idioma dado cada cincuenta años: es
evidente que una lengua con muchos hablantes se desplazaría muy
lentamente, porque sería preciso que se modificaran los hábitos
lingüísticos de varios miles de personas para que ese movimiento
pudiera ser perceptible en nuestro polígono; en cambio, las lenguas
con pocos hablantes podrían moverse mucho más aprisa (más adelante,
en la figura 5, veremos a una lengua in articulo mortis
cruzar medio triángulo en un par de generaciones).
Hemos convenido en que todas
nazcan en el ángulo A, pero acabamos de ver que algunas agonizan
en B y otras están muertas en C. Si hay un solo vértice del
nacimiento, ¿no hay un vértice de la muerte único?
Pues no, ya que un idioma puede
desaparecer en cualquier ángulo, incluso en el propio vértice A. Es
decir, hay lenguas que perecerán sin haberse movido del sitio. ¿Por
qué razón?
Tres vías hacia la extinción
Las lenguas pueden morir de
varias maneras, que podríamos resumir en tres: por exterminio, por
sustitución o por evolución (véanse los tres esquemas de la figura 2).

El
exterminio de los hablantes supone, obviamente, la muerte del
idioma. Ha sido el caso de miles de lenguas de todo el mundo, en
particular después del encuentro de hace cinco siglos con los
europeos. En Oceanía, el paradigma es el tasmano, cuya última
hablante, Truganini (superviviente del brutal genocidio de la
primera mitad del siglo
XIX,
en el que los colonos recibían primas por cada aborigen que abatían),
falleció el 8 de mayo de 1876. En Norteamérica, el caso más célebre
de los últimos cien años es el del yana, cuyo último hablante, Ishi
(superviviente de la matanza del 6 de agosto de 1865 en Three
Knolls), falleció el 25 de marzo de 1916. En Sudamérica cabe
recordar a Ángela Loij (superviviente del genocidio que tuvo lugar
entre 1880 y 1910, en el que llegaron a utilizarse cadáveres de
ballenas envenenadas para acabar con tribus enteras), fallecida el
28 de mayo de 1974 y última hablante del ona. Las lenguas muertas
por exterminio salen del polígono por el ángulo A.
La
sustitución tiene lugar cuando los hablantes de una lengua dejan
de transmitirla a las generaciones siguientes y adoptan otra. Un
ejemplo clásico es el del córnico, cuya última hablante, Dolly
Pentreath, falleció el 26 de diciembre de 1777, a los 102 años de
edad. La sustitución constituye el modelo más común de muerte de un
idioma en el momento actual, y sigue ocurriendo a un ritmo
estremecedor: una de las más recientes ha sido la del eyak, cuya
última hablante, Udach' Kuqax*a'a'ch, falleció el 21 de enero de
2008, a los 89 años de edad (tal vez habría que aclarar que en sus
últimos años todo el mundo la conocía por su exónimo civilizado
de Marie Smith). Hay autores que califican este proceso de «suicidio
lingüístico», aunque otros piensan que se trata más bien de
suicidios inducidos y no vacilan en hablar de lingüicidio.
Las lenguas muertas por sustitución salen del polígono por el
ángulo B.
La evolución
ya la aprendimos en capítulos anteriores (Darwin la había denominado
descendencia con modificación): una lengua («madre») va
cambiando con el tiempo hasta llegar a fragmentarse en un grupo de
lenguas («hijas») que dejan de ser comprensibles entre sí. Al
contrario de lo que ocurría en los dos casos anteriores, aquí no se
trata de una muerte súbita: del mismo modo que en zoología es
imposible señalar cuál fue el «último reptil mammaliano» o, en
antropología, el «último Homo erectus», nadie ha podido
identificar nunca al último hablante del indoeuropeo. La
evolución, mal que les pese a los heraldos de las pretendidas
hipótesis saltacionistas, es un proceso gradual. Toda lengua
muerta por evolución sale del polígono por el ángulo C.
Limbo (y
destino) de las lenguas muertas
Hay lenguas que
además de extinguirse han desaparecido. De muchas de ellas ignoramos
hasta el glotónimo. Por ejemplo, sabemos que los pigmeos africanos
hablaron unas lenguas propias durante milenios antes de adoptar las
de sus nuevos vecinos bantúes, pero esos idiomas nunca fueron
escritos, por lo que no hay esperanza alguna de hallar ningún
testimonio de ellos, ni, por supuesto, de llegar a poder
reconstruirlos nunca.
Veamos un caso
algo menos dramático: del etrusco solo nos quedan algunas breves
inscripciones, muy poco para conocer cómo era esa lengua (y de ahí
la dificultad para situarla en una clasificación filogenética), pero
puede quedar para ella el pequeño resquicio de una promesa de
resurgimiento en el caso hipotético de que llegasen a descubrirse
nuevos yacimientos arqueológicos que pudieran proporcionar el
material epigráfico pertinente.
En cambio, del
dálmata nos queda incluso una gramática. En efecto, Tuone Udaina,
último hablante de esa lengua, transmitió antes de morir (el 10 de
junio de 1898) todos sus conocimientos al lingüista M. G. Bartoli,
quien, a partir de esa información, escribió los dos volúmenes de
Das Dalmatische. Así, ese idioma, que hace más de mil años
constituyó el puente entre la Romania oriental y la occidental, sí
que podría intentar volver a la vida, contrariamente al etrusco o,
a fortiori, a las lenguas de los pigmeos africanos, pero, ¿en
qué estado? Eso dependería del nivel de competencia léxica y
gramatical que hubiera tenido Udaina.
Hay
otros idiomas con más posibilidades aún de renacer en mejores
condiciones: aquellos de los que no solo se han conservado muchos
textos escritos e incluso varias obras gramaticales, sino que ellos
mismos han quedado embalsamados, al haber persistido
parcialmente porque en su día se les atribuyeron funciones de orden
mágico o ritual (véase la figura 3 y obsérvese que en ella los
vectores, al contrario de los de la figura 2, no sobrepasan los
límites del polígono).

Esas lenguas, al ser elevadas a la categoría de
litúrgicas, fueron petrificadas en el tiempo. Es más, dado que
hablarlas mal se consideraba un acto sacrílego, fueron codificadas
con el mayor esmero: recordemos los Ashtadhyayi de Panini,
concebidos hacia el siglo
V
antes de la era cristiana, que constituyen la mejor gramática del
sánscrito jamás escrita. Otra de esas lenguas cultuales no solo
podía volver a la vida, sino que llevó a cabo el milagro: no en
vano tenía su hábitat en Tierra Santa. Y al tercer milenio resucitó.
Podemos observar que el idioma hebreo respeta
plenamente las tradiciones, pues su periplo por los lados del
triángulo convierte al vértice A en el del gozo (el
nacimiento), al vértice B en el del dolor (la agonía) y al
vértice C en el de la gloria (la resurrección): véase la
figura 4.
El prodigio de volver a la vida
El pueblo hebreo perdió su lengua durante el
cautiverio en Babilonia, tras la destrucción del primer templo por
Nabucodonosor, en el siglo
VI
antes de la era cristiana. Su idioma quedó marginado a usos sacros,
en los que nadie se atrevió a reemplazarlo, pues sería grave pecado
querer hacer aprender idiomas al Altísimo, que había escrito las
Tablas de la Ley en hebreo por su propia mano, o más
exactamente por su dedo, si queremos ajustarnos a las Escrituras:
duas tabulas testimonii lapideas scriptas digito Dei (Éxodo, 31,
18).
En cambio, para comunicarse en su vida cotidiana,
ese pueblo pasó a hablar la lengua semítica dominante en aquel
tiempo en esa zona; es decir, se convirtieron en arameos, y
lo único que les distinguía de los demás era su religión.
Seis
siglos después, tras la destrucción del segundo templo por Tito,
parte de esos monoteístas emigraron a Europa, donde no fueron
recibidos precisamente con los brazos abiertos y sufrieron
diferentes persecuciones: por aquel entonces ya habían conocido una
escisión entre «judíos» y «cristianos»; estos últimos tomaron el
poder en Roma en el siglo
IV,
pero no solo no mejoraron en absoluto las condiciones de sus
antiguos correligionarios, sino que los sometieron a su vez a nuevas
discriminaciones, que llegaron hasta la eliminación física de
familias y aldeas enteras. Del auto de fe se pasó al pogromo (y este
llevaría más tarde a los campos nazis).

Seguramente,
esa misma persecución fue la que despertó un fuerte sentimiento
nacionalista que hizo que gran parte de esos judíos rechazaran todo
tipo de asimilación y empezasen a pensar que emigrar a su Tierra
Prometida podía ser una buena solución. De todos modos, cabe
señalar que los fundadores del sionismo jamás pensaron que su nueva
patria debiera tener al hebreo como lengua nacional («Nadie
puede pedir un billete de tren en hebreo», afirmaba T. Herzl en
Der Jüdenstaat), y más bien imaginaban un Estado plurilingüe,
respetuoso con sus lenguas, que siguiera el modelo suizo, en el que
pudieran convivir libremente y en un plano de total igualdad los
distintos idiomas que entonces hablaban.
Sin embargo, la
tozudez de un filólogo iba a cambiar el curso de la historia.
Convencido de que una nación solo puede tener una lengua, y
enfrentándose tanto a los ortodoxos (que consideraban sacrílego
utilizar la lengua sagrada para usos profanos) como a los
socialistas (que defendían el yidis como lengua de los obreros
frente al hebreo como lengua de los rabinos), Eliezer ben
Yehuda dedicó su vida entera a la inmensa tarea de normalizar
el uso del hebreo bíblico para adaptarlo a las necesidades del siglo
XIX,
por lo que se inventó miles de neologismos con los que compuso los
diecisiete volúmenes de su Thesaurus totius hebraitatis. Su
primer hijo simbolizó el renacer del idioma: en efecto, podemos
marcar el año 1882 como el del nacimiento del primer hablante
del hebreo moderno como primera lengua, dos mil quinientos años
después de la muerte del último hablante del hebreo clásico.
Es algo
realmente fascinante contemplar cómo puede resucitar un idioma,
sobre todo en estos tiempos en los que lo más corriente es que las
lenguas mueran como moscas. Por desgracia, al contrario del caso de
ciertas resurrecciones mitológicas, nada garantiza que un idioma
resucitado no pueda morir por segunda vez.
¿Una lengua
centrada es garantía de futuro?
Al tener
idénticas entre sí tanto sus medianas como sus bisectrices, sus
alturas y sus mediatrices, este polígono regular solo posee un
centro geométrico, en el que coinciden el baricentro, el incentro,
el ortocentro y el circuncentro. En nuestros triángulos, ese punto
lo ocuparía un idioma del tipo 33/33/33: parece una situación
envidiable, pero, ¡cuidado!, una lengua así también puede hallarse
en una situación desesperada. Imaginemos el caso extremo de una
población de la Amazonia, hablante de un idioma del grupo amerindio
ecuatorial, destruida por bandas de garimpeiros, que no
hubiera sido totalmente exterminada porque algunos de sus miembros
hubiesen podido escapar y existiera una última familia que
sobreviviese en los suburbios de algún centro urbano: si esa familia
estuviera compuesta por dos abuelos, dos padres y dos hijos, los
abuelos serían seguramente monolingües; los padres habrían aprendido
la lengua de la urbe de acogida y habrían criado a sus hijos en ese
idioma, aunque los hijos podrían haber aprendido luego la lengua de
sus abuelos para poder comunicarse directamente con ellos; sería un
idioma con la fórmula exacta 33/33/33, sí, pero al borde del abismo.
Evidentemente,
porque está claro que esa lengua va a desaparecer en menos de un
siglo y seguirá en nuestro triángulo un itinerario algo heterodoxo
(de las situaciones hipotéticas de idiomas con muy pocos hablantes
puede esperarse cualquier cosa); veamos: cuando muera el abuelo, esa
lengua pasará a ser 20/40/40; cuando muera la abuela, 0/50/50;
cuando muera el padre, 0/33/67, y cuando muera la madre, 0/0/100, ya
en el punto final, pues acaba de convertirse en lengua muerta
(véase la figura 5, en la que podría haber añadido un último
triángulo que indicase la salida del vector al exterior del polígono
con ocasión del fallecimiento de la hija, la última segunda
hablante).

La inmensa
mayoría de los idiomas vivos desaparecerá en los próximos decenios.
Cuando estuve preparando el glosario de familias y grupos
lingüísticos para mi colaboración anterior (véase
puntoycoma n.o 123,
p. 41), quise tomar como cifra de partida los 4 741 idiomas vivos
clasificados que recogía Merritt Ruhlen en su Guide to the
World’s Languages de 1987 (sin contar los sabires ni los
criollos). Al cotejar esa lista con los datos de la duodécima
edición de Ethnologue (la de 1992), tuve que empezar a borrar
tres docenas de lenguas que habían desaparecido mientras tanto y,
vista la situación desesperada en la que otras se hallaban, muchas
más que han ido desapareciendo desde entonces hasta ahora.
Resultado: de esas 4 741, en mi glosario solo habían subsistido
4 479 lenguas vivas. ¡En veinte años desaparecieron 262 idiomas!
En este siglo
de globalización máxima morirán el 90 % de las lenguas del mundo
(tal vez los hablantes del 10 % restante respiren tranquilos, pero
será porque todavía no saben que la ola siguiente se llevará al 90 %
de las que hayan quedado, y así sucesivamente). Cada año van a morir
bastantes últimos hablantes: mucha gente conoce las historias
relativamente recientes de Ned Maddrell (último hablante del manés,
fallecido el 27 de diciembre de 1974), o de Roscinda Nolasquez
(última hablante del cupeño, fallecida el 4 de febrero de 1987),
pero en realidad ambos habían dejado de servirse de su lengua
bastante antes de morir, pues estaban obligados a utilizar el
inglés, la lengua de su entorno, y ya no podían hablar en la suya (a
no ser que creyeran hacerlo con Dios, los espíritus u otros «amigos
invisibles», pero eso deja de ser una conversación). Cabría
preguntarse con razón si una lengua con solo un último hablante
sigue siendo una lengua viva.
Por eso pienso
que también hay otro momento crítico en la vida de una lengua, pero
ignorado por todos porque nunca se ha llevado a cabo ninguna
encuesta sobre él: la muerte del último hablante monolingüe,
que casi siempre es el preludio de la agonía, pues este hecho
provoca una dramática disminución del número de personas que tal vez
estuvieran dispuestas a aprender ese idioma. En nuestros gráficos,
todas las lenguas situadas en el lado BC han perdido a todos sus
hablantes monolingües; en la figura 4, el primer triángulo muestra
la trayectoria seguida por el hebreo hasta la muerte de su «último
hablante monolingüe», mientras que el segundo indica el itinerario
siguiente entre ese fallecimiento y el del «último hablante» a
secas. En la figura 5, el tercer triángulo señala la muerte del
último hablante monolingüe, que habíamos denominado «la abuela»
(en efecto, la mayor parte de «últimos hablantes» son, en realidad,
últimas hablantes).
¿Solo
hablas un idioma? ¡Habla el mío!
Hace siglos que
se nos ha impuesto la percepción de que hay unas lenguas que «sirven
más que otras», lo que ha permitido justificar la imposición del
francés o del portugués en muchos Estados africanos, del español en
América, del ruso en Siberia y del inglés en tres cuartas partes del
globo, en detrimento, claro, de miles de «dialectos locales».
Que nadie se
llame a engaño: si se le dice a un ciudadano de Senegal hablante de
fulaní que su lengua sola «no sirve», no se le está llevando a un
sano multilingüismo, sino que se le está imponiendo el idioma
dominante, lo que va a acarrear la minorización del suyo
(para que quede claro, esa persona monolingüe no va a responder: «Es
cierto, hablar solo una lengua es empobrecedor, ¡voy a aprender
japonés y serbocroata!»). Ese senegalés estará obligado a hablar
fulaní y francés. Sus paisanos de idioma nativo volofo
estarán obligados a hablar volofo y francés. Y lo mismo
pasará con sus vecinos de lengua serere, mandé, etc. Estamos pasando
ahora al estudio de otro concepto tramposo, el del bilingüismo.
Los que cantan
las excelencias de una educación bilingüe se refieren en realidad al
bilingüismo obligatorio entre una lengua local (de esas que
se supone que «no sirven») y el idioma dominante, y están abogando
por la glotofagia. En efecto, si se les dice a unos niños
aymará de Bolivia que deben seguir una educación bilingüe, es
evidente que no se les está queriendo decir que a partir de ahora
van a poder estudiar en aymará y en guaraní (o en cualquier otra
lengua que ellos pudieran escoger).
Así pues, ese
bilingüismo de unos no es más que un atajo hacia el monolingüismo de
todos. Volvemos a lo de siempre: está bien que los individuos
puedan ser bilingües (yo preferiría el término políglotas),
pero cuando son las comunidades las que se convierten en
bilingües en el idioma dominante están cavando su propia fosa al
situarse en la vía directa hacia la sustitución lingüística.
Ocaso de la
diversidad
Advierto que no
pienso dedicar aquí ni un solo párrafo a discutir sobre si la muerte
de las lenguas puede ser algo malo o bueno (me apena
que se mueran, claro, y me da rabia tener que ir actualizando mis
listas cada vez, pero está claro que esas no son razones de peso).
Si bien es algo casi universalmente admitido que los atentados
contra la biodiversidad ponen en peligro nuestro propio
porvenir como especie, ese no es el caso de los atentados contra la
glotodiversidad, pues, frente al hecho meridiano de que
empobrecen de manera clara el patrimonio cultural de la humanidad,
existe el contrapeso evidente de que facilitan la comunicación:
quien tenga ganas de dedicarse a ese debate tiene a su disposición
centenares de publicaciones de categorías muy variadas que van a
presentarle muchos argumentos tanto en un sentido como en el otro
(en español podría ser un exponente de la primera tendencia
J. C. Moreno Cabrera, y de la segunda, G. Salvador).
Ya he advertido
al empezar que este último episodio iba a ser el menos científico
de la serie. Desde luego, al contrario de las relaciones de
parentesco entre los organismos vivos, ni el futuro de la
biodiversidad ni el de la glotodiversidad están inscritos en el ADN
de nuestros cromosomas ni en el ARN de nuestros ribosomas, sino que
dependen sobre todo (salvo cambios estructurales drásticos) de las
opciones económicas, sociales, ecológicas y culturales que adopten
en los próximos años las clases dirigentes de las grandes potencias.
Una cuestión
particularmente espinosa es la de saber hasta dónde puede llegar el
proceso glotofágico dominante. En la actualidad todavía quedan
varias lenguas que conservan stocks considerables de
hablantes monolingües. ¿Pueden estas estar tranquilas respecto a su
futuro? Creo sinceramente que nadie podría asegurarlo, porque, por
primera vez en la historia varias veces milenaria de la humanidad,
una lengua determinada ha cogido una enorme ventaja sobre todas las
demás, y eso está ocurriendo al mismo tiempo en todos los
continentes.
«No hay
otras lenguas»
Puede ser
sintomático que las grandes obras de ciencia ficción, que nos
presentaron todas las hipótesis imaginables acerca de nuestro
porvenir, siempre nos han mostrado un futuro totalmente desprovisto
de la más mínima diversidad lingüística. En su trilogía de la
Fundación, donde I. Asimov nos cuenta las aventuras de unos
curiosos personajes que pasan cuatrocientos años recorriendo la
galaxia de punta a punta, las únicas reflexiones lingüísticas del
autor (cuya erudición está fuera de toda duda) son las que se
refieren al acento provinciano de quienes proceden de
sistemas solares periféricos. A su vez, una secuela del
Planeta de los simios incluía una escena que mostraba a un
humano que, al ver que un simio sabía hablar, le preguntaba si no
hablaba más idiomas. Y la respuesta no dejaba lugar a dudas: «No hay
otras lenguas».
Gran
parte de la gente que hoy se comunica en la red recurre a un único
idioma cuando habla con personas de culturas distintas de la suya.
Si una niña de Berlín está conectada con otra de Tokio
(evidentemente en esa lengua internacional que no hace falta
ni mentar, porque todo el mundo sabe cuál es) y llega su padre y le
pregunta qué quiere de merienda (y su padre también conoce esa
lengua, ¿cómo no?), es posible que la niña le responda en esa
lengua en la que está chateando. El proceso de
sustitución lingüística está servido (véase la figura 6, en la que
el primer triángulo muestra la trayectoria del idioma dominante,
mientras que el segundo representa el itinerario medio de todos los
demás).

Y si algún
lector cree que puedo estar exagerando, que piense que la era de
internet, en la que entramos en masa desde el último decenio del
siglo pasado, está suponiendo la consumación práctica y cotidiana de
la profecía de Marshall McLuhan sobre la aldea global. Y en
una aldea no se hablan cien lenguas, ni diez, ni cinco: se habla
una.
F I N D E L A
H I S T O R I A
* *
*
Glosario (las palabras que
aparecen en cursiva se definen en este mismo glosario)
abandono lingüístico:
sustitución lingüística llevada a cabo por los hablantes de
una lengua sin necesidad de coacción explícita.
absorción:
desnaturalización de una lengua al tomar prestada una gran
cantidad de vocabulario de la lengua dominante.
abuso lingüístico:
utilización de una lengua alóctona o mayoritaria en
situaciones en las que hubiera podido utilizarse una lengua
autóctona o minoritaria; véase glotosubsidiariedad.
aculturación:
sustitución de las características lingüísticas y culturales de una
etnia por las de otra.
adstrato:
lengua que ejerce una influencia sobre otra vecina.
afinidad:
similitud entre las características léxicas o gramaticales de varias
lenguas.
― areal:
la que se debe a una diagénesis prolongada; véase área
lingüística.
― genética:
la que se debe a una relación de parentesco.
ágrafa:
j lengua o
comunidad lingüística que no utiliza la escritura
‖
k persona que forma
parte de dicha comunidad.
analfabeto:
hablante que no conoce la escritura de una lengua pero cuya
comunidad lingüística sí la utiliza.
área lingüística:
zona geográfica cuyas lenguas presentan una afinidad,
con independencia de su parentesco, debida a fenómenos como la
convergencia; véase adstrato.
asimetría:
diferencia significativa (política, demográfica o psicológica) entre
las percepciones habidas de varias lenguas en una situación
de plurilingüismo; véase glotoinferioridad y
glotosuperioridad.
autoetnónimo:
véase endoetnónimo.
babelismo:
opción política que propugna combatir la glotodiversidad; se
basa en el mito bíblico (Génesis 11, 6-7) que la considera una
maldición para la humanidad.
bilingüismo:
véase plurilingüismo.
comunidad lingüística:
grupo de población capaz de comunicarse entre sí porque puede hablar
la misma lengua.
conciencia étnica:
adhesión consciente, activa y voluntaria a la cultura de una
etnia.
criollización:
proceso de etnogénesis en el que un sabir pasa a ser
utilizado como lengua nativa por una población determinada.
cuello de botella:
reducción drástica de la talla de una etnia, que puede dar
lugar a la llamada deriva genética.
demolingüística:
estudio demográfico de los hablantes de cada lengua en una
zona determinada.
deriva genética:
término procedente de la biología que designa un proceso por el cual
unas características secundarias o marginales de una lengua
se convierten en esenciales en un nuevo grupo lingüístico; véase
efecto fundador.
diagénesis:
proceso de toma de contacto de dos o más etnias en un mismo
territorio.
dialecto:
j forma de una
lengua que se aparta de la norma; véase estándar
‖k
lengua hija en relación con la lengua madre
‖
l peyorativamente:
lengua ágrafa.
diáspora:
abandono de su territorio histórico por parte de una etnia
cuyos miembros van a dispersarse.
diglosia:
j distinción
voluntaria entre la forma escrita y la forma oral de una lengua
‖
k situación de
plurilingüismo en la que se asigna una función determinada a
cada lengua.
distancia étnica:
percepción que tienen los miembros de una etnia de su
proximidad con otras.
ecolingüismo:
opción política que propugna la glotodiversidad y se opone a
la tendencia hegemónica que lleva a la extinción de las lenguas;
se basa en la igualdad de derechos entre todas las comunidades,
todas las personas y todas las culturas.
ecosistémico:
dícese del enfoque holístico de las cuestiones lingüísticas que
tiene en cuenta el ecosistema de cada lengua (su contexto y
sus hablantes, y, en cuanto a su etnia, su modo de
producción, su género de vida, su territorio, su organización
social, etcétera).
efecto fundador:
proceso que tiene lugar cuando una etnia determinada se
extiende por un territorio vacío y cuya lengua se convierte
en lengua madre de una nueva familia lingüística.
endoetnónimo:
etnónimo expresado en la lengua de la etnia
designada.
endoglotónimo:
glotónimo expresado en la lengua designada.
endotopónimo:
topónimo expresado en la lengua del lugar designado.
estándar:
forma de una lengua que sigue una norma establecida; véase
dialecto.
estilo:
j idiolecto
‖
k registro.
etnia:
grupo de población que habla la misma lengua nativa.
etnismo:
opción política que preconiza que cada etnia pueda disponer
de una estructura político-administrativa propia; se basa en la
Declaración de Derechos de las Etnias de 1979.
etnocentrismo:
tendencia de los miembros de una etnia a considerarse
superiores a los de las demás etnias.
etnocidio:
destrucción de la cultura de una etnia y extinción de su
lengua.
etnogénesis:
creación de un grupo étnico nuevo tras una etnolisis.
etnohistoria:
estudio de las etnias que han desaparecido, ya sea debido a
un genocidio o a una aculturación.
etnolisis:
fusión o desaparición de caracteres de una etnia tras una
diagénesis, y aparición de otros nuevos.
etnonimia:
estudio de los etnónimos y de la conveniencia (o no) de
traducirlos.
etnónimo:
denominación de una etnia.
etnopsicología:
estudio de la caracterología de los miembros de una etnia.
etnotipo:
j comportamiento
característico de un grupo étnico
‖
k representante
característico de una etnia.
evolución lingüística:
proceso por el que una lengua madre se fragmenta en varias
lenguas que dejan de ser comprensibles entre sí.
exoetnónimo:
etnónimo expresado en una lengua distinta de la de la
etnia designada (puede ser una adaptación o traducción del
endoetnónimo o de otro exoetnónimo, o una invención de
nuevo cuño).
exoglotónimo:
glotónimo expresado en una lengua distinta de la
designada (puede ser una adaptación o traducción del
endoglotónimo o de otro exoglotónimo, o una invención de
nuevo cuño).
exotopónimo:
topónimo expresado en una lengua distinta de la del
lugar (puede ser una adaptación o traducción del endotopónimo
o de otro exotopónimo, o una invención de nuevo cuño.
exterminio lingüístico:
extinción de una lengua debida a un genocidio.
genocidio:
destrucción física de una etnia.
genoma lingüístico:
término adaptado de la biología que se utiliza para calificar el
patrimonio lingüístico de la humanidad.
glotocronología:
j cálculo del
tiempo transcurrido desde que dos lenguas hijas se separan de
la lengua madre
‖
k véase
lexicoestadística.
glotodiversidad:
situación de plurilingüismo en una zona considerada (que
puede ser tanto una calle o un país como el planeta entero).
glotoemigración:
abandono, por parte de una persona o de una población, del
territorio en el que se habla su lengua.
glotofagia:
proceso en el que los hablantes de una lengua dominante
arrinconan y eliminan a otras lenguas, generalmente en un
proceso de sustitución lingüística.
glotoinferioridad:
tendencia de los hablantes de una lengua a considerarla
inferior a otra u otras; acostumbra a desembocar en el abandono
lingüístico.
glotoinmigración:
llegada de una persona o de una población a un territorio en el que
se habla una lengua que desconoce.
glotonimia:
estudio de los glotónimos y de la conveniencia (o no) de
traducirlos.
glotónimo:
denominación de una lengua.
glotosostenibilidad:
opción política que propugna un equilibrio entre el fomento del
plurilingüismo horizontal y la prevención de la aculturación
de cualquier grupo étnico.
glotosubsidiariedad:
principio del enfoque ecosistémico que defiende que todo lo
que pueda expresarse convenientemente en una lengua autóctona
no se exprese en una lengua alóctona.
glotosuperioridad:
tendencia de los hablantes de una lengua a considerarla
superior a otra u otras; acostumbra a desembocar en la glotofagia.
glotoviabilidad:
probabilidad estadística, según el enfoque ecosistémico, de
que una lengua no se extinga en un periodo dado.
grupo étnico:
j etnia
‖k
abusivamente: etnia que ha perdido su lengua propia
por aculturación pero que conserva peculiaridades culturales
diferenciadas; véase subetnia.
― etnoide:
parte de una etnia que se considera una comunidad aparte
por motivos políticos o religiosos.
― etnolingüístico:
véase etnia.
― mixto:
grupo de hablantes de distintas lenguas que educan juntos
a sus niños.
― ― desequilibrado:
grupo mixto en el que uno o varios miembros
desconocen la lengua de los otros.
― ― equilibrado:
grupo mixto en el que cada miembro conoce la
lengua de los otros.
― ― heterófono:
grupo mixto que habla con los niños en lenguas
distintas.
― ― homófono:
grupo mixto que habla con los niños en una única
lengua.
heteroetnónimo:
véase exoetnónimo.
hidrónimo:
topónimo que designa un curso o una extensión de agua.
idiolecto:
variante de una lengua utilizada por una persona, respecto a
las variantes utilizadas por las demás.
idioma:
véase lengua.
iletrado:
véase analfabeto.
lengua:
j sistema de signos
orales con los que se comunican las comunidades humanas
‖
k por extensión:
cualquier sistema de comunicación por signos.
― aborigen:
véase lengua indígena.
― aislada:
lengua cuyos idiomas emparentados se han
extinguido y cuya situación geográfica la ha convertido en un
islote lingüístico rodeado de lenguas de familias
distintas.
― alóctona:
lengua, distinta de la autóctona, utilizada por un
grupo étnico.
― artificial:
lengua creada voluntariamente, en general a partir de
distintas gramáticas y vocabularios existentes.
― atávica:
lengua hablada por los antepasados de una persona (o una
población) que la desconoce.
― autóctona:
lengua propia de un grupo étnico.
― común:
lengua presentada como la única posibilidad de
intercomunicación para los hablantes de las demás lenguas
en una zona determinada.
― comunitaria:
lengua que es la nativa de la inmensa mayoría de
sus hablantes.
― cultual:
lengua que solo se utiliza con fines rituales.
― dominante:
lengua cuyo conocimiento es obligatorio en una zona
determinada en la que también se hablan otras.
― falsa:
lengua inexistente, citada a consecuencia de un error o
de un fraude.
― indígena:
lengua hablada por los primeros habitantes de una zona.
― internacional:
lengua con un gran número de hablantes, para muchos de
los cuales es su segunda lengua.
― litúrgica:
véase lengua cultual.
― madre:
véase protolengua.
― materna:
j lengua
nativa
‖k
por extensión: cualquier lengua adquirida en la primera
infancia.
― mayoritaria:
lengua con el mayor número de hablantes en una zona dada.
― minoritaria:
lengua cuyo número de hablantes en una zona dada es menor
que el de la mayoritaria.
― minorizada:
lengua (oficial o no) cuyos hablantes están
obligados a conocer otra; véase lengua dominante.
― muerta:
lengua que ha perdido a todos los que la hablaban como
lengua nativa.
― nativa:
lengua que aprende una persona antes que cualquier otra.
― no oficial:
lengua cuyo uso público no está autorizado en una zona
determinada.
― no territorial:
lengua cuyos hablantes, procedentes de la diáspora
o de la glotoinmigración, están dispersos en varias zonas
geográficas.
― oficial:
lengua cuyo uso público está autorizado en una zona
determinada.
― perseguida:
lengua cuyo uso está terminantemente prohibido en una
zona determinada.
― tolerada:
lengua cuyo uso público está prohibido en una zona
determinada, pero cuyo uso privado no se persigue.
lexicoestadística:
estimación del ritmo de la evolución de una lengua en función
de la parte de su vocabulario que se modifica en un periodo
determinado.
lingüicidio:
véase etnocidio.
minorización:
proceso que convierte a una lengua en minorizada.
nacionalismo lingüístico:
véase etnocentrismo y glotosuperioridad.
neutralismo:
opción política que propugna que los lingüistas se abstengan de
pronunciarse sobre la extinción de las lenguas y sobre la
glotodiversidad; se basa en la célebre frase de Saussure que
afirma que el único objeto de estudio de la lingüística es la
lengua en sí misma y por sí misma.
orónimo:
topónimo que designa una montaña, una cordillera o una
elevación del terreno en general.
paleolingüística:
estudio de las lenguas muertas y de su parentesco: incluye
varias disciplinas, entre ellas la paleontología lingüística, que
estudia los vestigios de lenguas extintas que puedan
encontrarse en formas actuales, sobre todo en hidrónimos,
orónimos y paleotopónimos, y la epigrafía, que intenta
interpretar o descifrar las inscripciones descubiertas.
paleotopónimo:
topónimo documentado pero caído en desuso; si se trata de un
paleoendotopónimo es muy útil para la paleolingüística.
pareja mixta:
grupo mixto compuesto por solo dos personas; así, además de
desequilibrado o equilibrado y heterófono u
homófono, también puede ser heterosexual, homomarental u
homoparental (lo que nos da doce tipos distintos de parejas
mixtas1
en función de sus opciones lingüísticas y sexuales).
pidgin:
véase sabir.
planificación lingüística:
véase política lingüística.
plurietnismo:
convivencia de distintas etnias en un mismo marco
político-administrativo.
plurilingüismo:
utilización por una persona o por una etnia de otra lengua
aparte de la propia.
― equilibrado:
véase plurilingüismo sostenible.
― horizontal:
el que nace de la voluntad de los hablantes para poder
comunicarse con los hablantes de otras lenguas.
― inestable:
el que, a la larga, conduce a la sustitución lingüística.
― sostenible:
el que no provoca ningún abandono lingüístico.
― vertical:
el que nace de una imposición que obliga a conocer una lengua
concreta; véase lengua dominante.
políglota:
persona que habla varias lenguas.
política lingüística:
intervención de los poderes públicos para proteger a una lengua
determinada; puede ser implícita o explícita.
protolengua:
j lengua
desaparecida que ha originado otras lenguas en un proceso de
evolución lingüística
‖
k por antonomasia:
lengua hipotética hablada en África hace unos noventa mil
años, último ancestro común de todas las actuales.
registro:
utilización que se hace de una lengua al dirigirse a una
audiencia determinada.
sabir:
segunda lengua, formada a partir de una diagénesis,
aunque esta sea intermitente.
segunda lengua:
j lengua que
aprende una persona inmediatamente después de su lengua nativa
‖
k por extensión:
cualquier lengua hablada por una persona, excepto su
lengua nativa.
semihablante:
j hablante de una
lengua que carece de la competencia habitual o que la ha
perdido‖
k descendiente de
un grupo étnico que ha sufrido un proceso de aculturación,
pero que puede recordar parte del vocabulario o de las
características de la lengua nativa de su antigua etnia.
semilengua:
lengua hablada por un semihablante que carece de la
competencia necesaria.
símbolo:
objeto que debe guardar un niño que hable en la escuela una
lengua no autorizada: ese niño solo puede librarse de él
pasándoselo a un compañero al que oiga hablar en esa lengua;
al final de la jornada, el niño que lo tenga sufrirá un castigo;
véase política lingüística.
sociolecto:
variante de una lengua utilizada por una clase social,
respecto a las variantes utilizadas por las demás.
sostenibilidad
lingüística:
véase glotosostenibilidad.
subetnia:
parte de una etnia que ha abandonado su lengua nativa
pero que considera que sigue formando parte del grupo que todavía la
habla.
suicidio lingüístico:
véase abandono lingüístico.
superestrato:
j lengua
introducida en el territorio de otra sobre la que ejerce una
influencia
‖
k cualquier
elemento de esa lengua incorporado a la otra.
sustitución lingüística:
proceso por el que una etnia deja de hablar su lengua
y adopta otra.
sustrato:
j lengua en
vías de ser sustituida por otra pero que ejerce aún una influencia
sobre ella
‖k
cualquier elemento de esa lengua incorporado a la otra.
tarzanesco:
dícese de un idioma limitado, formado exclusivamente por nombres e
infinitivos, sin conjugaciones ni partículas conectivas, que habría
constituido el eslabón entre los simples gritos de aviso y el
lenguaje abstracto; algunos lingüistas sugieren que la lengua del
Homo erectus sería de este tipo.
toponimia:
estudio de los topónimos y de la conveniencia (o no) de
traducirlos.
topónimo:
denominación de un lugar.
transmisión
intergeneracional:
proceso por el que una generación aprende la lengua nativa de
la generación precedente de su grupo étnico; la interrupción
de este proceso desemboca en la sustitución lingüística.
unidad genética: término que
puede designar tanto a una lengua aislada como a una familia
de lenguas.
Miquel Vidal
Comisión Europea
miguel.vidal-millan@ec.europa.eu
1 |
Sabiendo que, en
nuestra sociedad actual, la mayoría de grupos mixtos
son parejas mixtas, sería interesante poder disponer
de estadísticas cruzadas: es posible que las parejas
mixtas heterosexuales resulten más homófonas que las
homosexuales. |


