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En la sección «Colaboraciones» se recogen opiniones y propuestas firmadas por lectores o por miembros de la Redacción cuando intervienen a título personal. La responsabilidad de los cabos sueltos firmados y de las colaboraciones incumbe a sus autores. PUNTOYCOMA

COLABORACIONES


11-M: algunas palabras de una tragedia*

 En situaciones de intensa emoción, a veces nos faltan las palabras, se nos embota el cerebro y no alcanzamos más que a balbucear sonidos sin sentido, o frases absurdas, o sartas de estereotipos. Otras veces, en cambio, quizás por la misma pérdida de referencias, nos alejamos de los tópicos habituales, las frases adocenadas y los pronunciamientos manidos. Hacemos acopio inesperado de recursos y logramos una expresión que es genuina porque nos brota de dentro.

El pasado 11 de marzo fue una de esas ocasiones para toda España y medio mundo solidario. En medio de la estupefacción, el espanto y la zozobra, hubo una gran necesidad de hablar. Se habló con el corazón porque los sentimientos afloraban a borbotones, y se habló también con la cabeza porque la tragedia pedía explicación. Lo que sigue no es sino una reflexión un tanto impresionista sobre algunas palabras y fórmulas que en los medios de comunicación fueron recurrentes o llamativas por algún motivo y que conformaron en parte la expresión de todo un colectivo en una situación de crisis excepcional.

Semejante protagonismo, brutal y súbito, hizo que por una vez la información sobre un hecho de relevancia mundial se produjera en un entorno exclusivamente hispanófono. Ello invirtió los términos habituales, otorgando la iniciativa comunicativa al español. Es cierto que la índole de los atentados los engarzaba en un contexto concreto de política internacional muy marcado por el inglés, sobre todo en cuanto se abrió camino la hipótesis Al-Qaida. En efecto, tanto la autoría como la magnitud del atentado provocaron el parangón inmediato con la destrucción de las Torres Gemelas, exactamente dos años y medio antes. Muchas de las referencias al 11-S fueron explícitas. Otras veces, por el contrario, se palpaba una atmósfera de comunidad implícita con aquel otro drama.

Estos dos factores dieron lugar a dos dinámicas divergentes. Por una parte, se diría que hubo un esfuerzo, quizás inconsciente pero notable, por echar mano de palabras y giros genuinamente españoles, no impregnados del habitual influjo del inglés, quizás como si se intentara componer una expresión auténtica, exenta de tintes ajenos que en otras ocasiones se consideran prestigiosos. Por otra, el eco del 11 de Septiembre neoyorquino dio lugar también a ciertas fórmulas que, ahora sí, venían totalmente marcadas por la lengua inglesa que las originó. En tercer lugar, la situación política específica que se vivió entre los atentados del día 11 y las elecciones legislativas del 14 condicionó a su vez una tercera categoría de fenómenos expresivos.

Así pues, algunas palabras se recuperaron o afianzaron en su uso genuinamente español. Colapsar(se), por ejemplo, puede haberse salvado del deslizamiento anglicista que, si no comenzó, sí que se acentuó precisamente con el 11-S. Entonces se empezó a decir, calcando del inglés, que las Torres Gemelas se habían «colapsado», avanzándose incluso teorías sobre una diferencia entre «derrumbarse» y «colapsarse». Esta vez, con el sentido de «paralizar por saturación», hemos hablado de líneas telefónicas colapsadas por la acumulación de llamadas la mañana de la tragedia, de hospitales colapsados, de calles y tráfico colapsados en la manifestación del viernes... Es cierto que el propio día 11 se decía que las redes telefónicas podían «caerse» por la sobrecarga, frase que en un contexto de confusión absoluta podía incluso prestarse a interpretaciones erróneas (como, por ejemplo, una caída física de cables telefónicos).

También se afianzó claramente matanza frente a masacre (que sigue siendo considerado galicismo por Martínez de Sousa, por ejemplo, pese a reconocer que la RAE lo admitió en 1984 como sinónimo de matanza), siendo utilizado con bastante más frecuencia para denominar el resultado de los atentados. Aquí podrían hacerse dos especulaciones indemostrables: (a) si la noticia se hubiera generado en un entorno anglosajón, masacre habría sido mayoritario; (b) el eco de una anterior matanza de Atocha1 pudo condicionar en la mente de muchos hablantes el uso de esta palabra con preferencia a masacre.

Atentado se utilizó con toda naturalidad, como en tantos otros casos de terrorismo nacional, evitándose casi siempre el anglicismo ataque (por attack, aunque sí se vio «tren atacado» y «estación atacada»). Asimilable etimológicamente a «intentar», que era su significado inicial, se ha lexicalizado para actos terroristas con independencia de su éxito. En Latinoamérica debe de haber mantenido más su sentido originario, a juzgar por las declaraciones televisivas de una víctima ecuatoriana en el sentido de que no se había tratado de un mero atentado, ya que de hecho se había conseguido matar, que era lo que se intentaba (ella decía que había sido una masacre, una matanza, y no un atentado). Aquí aparece un cruce entre variantes lingüísticas, una de las cuales ha mantenido mejor el sentido originario de la palabra, sentido que en español peninsular resulta ya arcaizante.

En las elecciones del 14 de marzo se produjo un vuelco o giro electoral respecto de la situación política y de las expectativas de resultados. Son dos palabras muy castizas que en general significan «movimiento con que una cosa se vuelve o trastorna enteramente» y «(girar) desviarse o cambiar con respecto a la dirección inicial» (DRAE), es decir, lo que en este contexto se diría en inglés upset. Tampoco se cayó apenas esta vez en el anglicismo arrestar, que cada vez con más frecuencia da lugar a la confusión técnica entre las figuras jurídicas del arresto y la detención. Detención, detener y detenidos aparecieron así correcta y profusamente.

De los terroristas que pusieron fin a sus vidas en Leganés tras un cerco policial se dijo que se habían inmolado, una palabra que apenas se oye en nuestros días (en lenguaje más contemporáneo se hubiera dicho suicidarse). Aquí el casticismo fue quizás demasiado lejos, ya que inmolar(se) denota claramente un sacrificio en aras de un fin loable, cuando en este caso la muerte se buscó plausiblemente para escapar a la detención y causar más víctimas. En algún medio de comunicación francés, en efecto, se dijo suicide collectif y se habló de kamikazes. La emulación expresiva, sin embargo, fue grande y solo muy tardía y limitadamente se habló de suicidio.

La fórmula 11-M se ha convertido en una manera ya clásica de abreviar fechas importantes en español. Desconocemos si existe un uso anterior al de 20-N, con el que se designaba la fecha ―y los aniversarios posteriores― de la muerte de Franco. Adquirió carta de naturaleza con 23-F, fecha del golpe de estado de 1981. No parece que sea una importación directa del inglés (que suele abreviar Sept. 11 o 9/11, «nine-eleven»), pero sí se adivina el influjo de la proliferación de siglas tan típica de este idioma. El uso es a veces muy efímero (por ejemplo, para la fecha de unas elecciones ―14-M― que va a olvidarse pronto); otras es indeleble, como ha ocurrido con 11-S.

Una palabra que quizá vaya requiriendo cierta actualización en español es hindú. Ya entre los primeros detenidos por los atentados se encontraban, según la prensa, ciudadanos hindúes o personas de origen indio (en diversas combinaciones de estos términos). Es un uso en principio correcto, ya que según el DRAE, hindú puede significar «natural de la India» o «partidario del hinduismo o adepto a él», es decir, se refiere tanto a una nacionalidad como a una religión. Sin embargo, resulta algo chocante esta ambigüedad cuando se está hablando de un acto terrorista perpetrado supuestamente por fanatismo religioso de corte musulmán (religión también presente en la India). Con el tiempo se ha ido asentando en la prensa en el mismo contexto el uso de indio, mucho más claro, referido a la mera nacionalidad de alguien que con toda probabilidad es musulmán. Afortunadamente, pues la confusión llegó al punto de que pudo leerse de alguien que tenía «rasgos islámicos»...

El Ground Zero, trágico foco del 11-S, tuvo su eco en el 11 de marzo madrileño. Referido a la zona en la que se produce la catástrofe, con la connotación de devastación, en origen se utilizó la expresión para denominar la causada por la última prueba nuclear antes de Hiroshima, realizada en el desierto de Nuevo México (v. El País, 15.4.04). En alusiones que resultaban perfectamente comprensibles para el ciudadano medio pese a tratarse de un anglicismo totalmente opaco, se habló de Madrid, Atocha y otros escenarios de los atentados, como zona cero.

Todos somos madrileños. Esta también clásica expresión de identificación solidaria por encima de las fronteras se inspira en la pronunciada por Kennedy («Ich bin ein Berliner») en 1963, en apoyo moral de los ciudadanos del Berlín dividido por el muro. Es una clara infracción semántica de una categoría territorial (a través del gentilicio). Un eco más del 11-S, ya que precisamente el 14 de septiembre de 2001 miles de alemanes se manifestaron en Berlín con camisetas que llevaban la frase «Ich bin ein Amerikaner», en protesta por el atentado de Nueva York. Otras afirmaciones asimilables fueron del tipo «Todos íbamos en ese tren» o «Todos nos hemos sentido españoles», algo más explícita, que aparecieron en carteles depositados en los santuarios que se fueron improvisando en los lugares de la tragedia.

Un tecnicismo policial que normalmente no aflora en discurso dirigido al ciudadano de a pie es línea de investigación 2. Normalmente podemos ver las fórmulas «seguir una pista» o «trabajar en torno a una hipótesis», si bien actualmente resulta también bastante habitual el anglicismo «escenario», que esta vez apenas se ha visto. Tras el 11-M se utilizó hasta la saciedad línea de investigación para expresar las distintas hipótesis que orientaban la especulación política y la labor policial, a saber, si los atentados habían sido obra de la banda terrorista ETA o si por el contrario había que atribuirlos al terrorismo islámico. Resultó un concepto crucial cuya evolución acabaría por determinar el resultado electoral del 14 de marzo.

El contexto político generó asimismo la necesidad de entrar en una distinción técnica que suele ser improcedente cuando se habla de atentados terroristas de autoría conocida, y es la del tipo de explosivo empleado. El término genérico dinamita se utilizó en algún caso al principio. Su registro general podría haber sido adecuado en otro caso, pero en éste había que diferenciar entre las dos variantes que se comercializan con marcas distintas, Titadyne y Goma 2, a fin de dilucidar la autoría (ETA utilizaba Titadyne 30, mientras que en la mochila sin explotar apareció Goma 2 ECO, lo que sustentaba la hipótesis Al-Qaida). Tras diversos arabescos gubernamentales en la presentación de esta información, que crearon la consiguiente confusión respecto de los hechos correspondientes, se fue abriendo camino la especificación técnica y con ella la probabilidad de una autoría islámica.

María Valdivieso
Consejo de la UE
maria.valdivieso@consilium.europa.eu

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Este artículo va dedicado con mucha simpatía a Alberto Catalán («Cata» para los amigos), en representación de todas las víctimas del 11-M y con el deseo de que se recupere pronta y plenamente.
1.La de varios abogados laboralistas en enero de 1977.
2.Una búsqueda en uno de los principales periódicos de ámbito nacional indica que en 2003 la expresión no se utilizó ni una sola vez, mientras que entre el 10 y el 30 de marzo de 2004 aparecía treinta y nueve veces.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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