COLABORACIONESHorror en el cibermercadoNavegando entre los procelosos términos de la nueva economía y de la sociedad de la información hallamos cada día nuevas palabras que tienen unos rasgos comunes a causa de su origen (inglés, por supuesto): son las «e-actividades», cuyo desarrollo corre a la par con la generalización del uso de internet. Recordemos que a mediados del último decenio del siglo XX tuvimos que lidiar con el e-mail y él solito ya hizo correr ríos de tinta. Ahora, la rápida expansión del e-business convierte los e-marketplaces en nuevos santuarios de la e-economy, aunque la e-purchase necesita reforzar la e-confidence ante los ataques de la e-criminality. ¿Cómo enfrentarse a esta proliferación terminológica que avanza como la espuma? Veamos qué soluciones (provisionales, claro está) encontraron a e-economy las otras diez lenguas oficiales de la Unión Europea1: las otras cuatro de la familia germánica conservaron el prefijo e- (elektronisk/elektronisch), pues la construcción se ajusta a su modelo de formación de palabras con adjetivo + sustantivo; la francesa optó por el prefijo cyber-, y todas las demás tradujeron el concepto en dos palabras (como el español «economía electrónica»). Esta pequeña observación nos muestra por qué debe descartarse, para las lenguas latinas, la «solución» fácil2 (la única excepción a esto será el logotipo eEurope, único para todas las versiones lingüísticas). Quedan varias alternativas que pueden examinarse, entre las que se cuentan prefijos como «ciber-» o «tele-»; adjetivos como «electrónico», «digital» o «virtual», y locuciones como «en línea» o «en red». Observemos, sin embargo, que estos recursos no pueden utilizarse alegremente como sinónimos, ni mucho menos: pues, para empezar, ni todo el monte es orégano ni todo lo que es «electrónico» está «en línea»3. Antecedentes: un vistazo a la Espasa Nos movemos en un sector en el que, lógicamente, no existen términos que cuenten con gran solera. Veamos la enciclopedia Espasa: el propio término «electrónica» ni tan siquiera aparece en los primeros setenta tomos. En el apéndice (de los años de la República) solo hay una entrada: Electrónica (Teoría). f. V. Electricidad y Quanta. No será hasta el suplemento de 1949-1952 cuando aparecerán unas nuevas máquinas dentro de la entrada cibernética, en la que se desglosan dichos ingenios en «máquinas vendedoras» («cajeras a pulsadores», «servidoras deslizantes» y «criados con válvulas») y «máquinas de jugar». El suplemento de 1955-1956 incluye otra sabrosa entrada: Electrónica (Maravillas de la), en la que, ante «el campo ilimitado que las células fotoeléctricas tienen ante sí», llega a anunciar el inicio de la «era de la electrónica». El suplemento de 1957-1958 incluye La electrónica (así, con artículo determinado), la ilustra con la foto de un «computador analógico en miniatura»4 y describe las aplicaciones de la «válvula electrónica», la «célula fotoeléctrica», el «rectificador electrónico», el «radar» y la «televisión». Si avanzamos rápidamente diez años, hallaremos una importante entrada dedicada a la electrónica en el suplemento de 1967-1968, en la sección de Cristalografía. Incluye cinco apartados: piezoelectricidad, semiconductores, dieléctricos, ferritas y películas delgadas. Y descubre que «es posible producir un circuito híbrido» combinando la difusión de un semiconductor y el depósito de una película delgada. Tras otro salto de diez años, el suplemento de 1977-1978 ya nos muestra la electrónica dentro de la sección de Industria e ingeniería y presenta un título: Tecnologías nuevas. La microelectrónica5, bajo el que podemos observar gran cantidad de términos novedosos: «ordenador digital de programa almacenado», «miniaturización de componentes electrónicos», «circuito integrado», «microcomputador», «software», «ordenador personal», «memoria de acceso aleatorio», «microprocesador», «unidad central de procesos», «pastillas de memorización»6 y «tecnología digital». Cita las «memorias microelectrónicas», pero destaca que siguen utilizándose mucho más los «dispositivos de memoria de soporte móvil» a causa del elevado coste de las primeras7. Abandonamos la Espasa en el suplemento de 1985-1986, que ya incluye una sección propia para Informática, nos introduce en la «telemática», nos habla de la posibilidad de celebrar «audioconferencias» y «visioconferencias» y nos muestra los avances del «videotex» y el «teletex». El cataclismo terminológico a partir de la irrupción de internet Ahora ya no importa mucho conocer las diferencias entre el télex, el teletexto y el teletex, pues internet puede llevar de un extremo a otro del planeta cualquier tipo de mensaje o documento, con la posibilidad de incluir y mezclar texto, imagen y sonido. ¿Cómo han respondido nuestros viejos diccionarios a este desafío? La actual edición del DRAE (2002) incluye «ciberespacio» y «cibernauta»8, «chip», «digitalizar», «escáner» (y «escanear»), «hardware» (y «software»), «hipertexto», «telebanco», «videoconferencia», «correo electrónico» y «buzón electrónico»9. En el nuevo María Moliner (1998), además de los citados10, también figura «e-mail», «telecompra»11, «teleproceso» y, sobre todo, «Internet» y «página Web», con lo que supera con un año de antelación al Diccionario del español actual de Seco, que no osará llegar a tanto12. Estos dos diccionarios también incluyen «on line» (María Moliner lo escribe en dos palabras separadas y Seco las junta con un guión): significa, para Seco, «en el mismo instante de la operación y no en diferido»; para María Moliner, «a través de Internet». «Internet» se define en este último diccionario como una red («red: conjunto de conexiones y equipos que permiten el intercambio de la información»). Así, «on line» correspondería exactamente a «en red». La canción del ciberpirata Sorprende no encontrar una palabra tan aceptada como «cibercafé», de gran arraigo en la prensa de información general y documentado en SdTvista13 desde 1998. Está claro que, cuando la vieja «cibernética» permitió la aparición del «ciberespacio» y los «cibernautas», el campo estaba bien abonado para construcciones similares. Tan abonado que se ha llegado incluso a la exageración: hace poco, los medios de difusión hablaban de un grupo de «cibervándalos». ¿Qué hacían dichos individuos? ¿Crear peligrosos virus? ¿Enviar mensajes basura? ¿Introducirse en los ordenadores de los servicios secretos? No: era un simple grupo gamberro de los que existen desde que nació la civilización urbana. ¿A santo de qué, entonces, lo de «cibervándalos»? Pues porque... ¡utilizaban el correo electrónico para citarse! ¡Como si en el siglo XX hubiesen apodado «televándalos» a los gamberros que se citaban por teléfono! Aunque cualquiera de nosotros utilice el correo electrónico para comunicarse con los colegas no se convierte por ello en «cibertraductor». Y si a Bin Laden le da por colgar sus proclamas en una página web, no por ello será «ciberterrorista». Hace algunos meses hubo una polémica en torno a una subvención del gobierno catalán a un grupo denominando e-cristians: ¿hablaríamos de «cibercristianos»? En cambio, podemos hablar tranquilamente de «ciberaprendizaje», «cibertrabajo», «cibermercados», «ciberplataformas de compra» e incluso de «sistemas ciberlogísticos». Y así se tradujeron las expresiones e-learning, e-work, e-marketplaces, e-purchasing platforms y e-logistics systems. Lo importante es saber distinguir siempre los conceptos de los que hablamos. ¿Dónde telecompraste los libros electrónicos de tu ciberbiblioteca? Al parecer, ya existen tres tipos de publicaciones «electrónicas». En efecto, un editor, en lugar de (o además de) imprimir una obra en papel, puede colocarla en la red, de donde el usuario podrá bajarla (previo pago o de forma gratuita): hablaríamos de una «publicación en línea». El editor también puede comercializar la obra en formato digital (por ejemplo, en un CD). Aquí se trataría de una «publicación en soporte electrónico» o, simplemente, de una «publicación electrónica» (en su caso, de un «libro electrónico»). El tercer tipo que deberíamos examinar es la del e-Ink: «libro» compuesto con «tinta electrónica» (cuyas páginas son soportes rellenos de microbolitas azules que se ordenan mediante un impulso eléctrico para componer el texto)14: a la espera de la opción que deberán adoptar las empresas que se dispongan a comercializar el invento, quizá podríamos eludir la búsqueda de un neologismo simple y limitarnos a hablar de «libro en papel electrónico». Paralelamente, para las compras efectuadas a través de internet, quizá la expresión más apropiada sería la de «compras en línea» (y también para actividades afines efectuadas en la red: «subastas en línea», «pagos en línea», «ventas en línea»; dejando la «telecompra» para la definición que da el DRAE de «televenta»/«teletienda»: «servicio de venta por televisión»). Evolución y perspectivas en nuestras publicaciones: una ojeada a SdTvista Los documentos de la Unión Europea reflejan bien la aparición de estos términos, con un punto de inflexión que podríamos situar en 1998 (en efecto: hasta 1997, todos nuestros «portales» se referían a monumentos). Luego aparecieron la Directiva 1999/93/CE sobre la «firma electrónica» (electronic signature), una estrategia de la «Administración pública electrónica»15 (E-Government), un folleto sobre localización de «contenidos electrónicos»16 (eContent), un foro sobre la «confianza electrónica»17 (e-confidence), la Directiva 2000/31/CE sobre el «comercio electrónico» (electronic commerce), la «seguridad en el ciberespacio»18 (cybersecurity) e incluso una definición de «terrorismo informático»19 (cyber-terrorism): «uso de recursos informáticos para intimidar o coaccionar». Así pues, siempre hemos ofrecido respuestas distintas, que eliminen los calcos literales del inglés pero que tampoco se restrinjan a recurrir siempre al sonsonete «electrónico». En ciertos casos hemos aceptado el entrecomillado20: por ejemplo, en la «"dimensión electrónica"» y la «"materialización electrónica"» (en ambos casos, también en alemán se recurrió a las comillas: e-Dimension" y e-Materialisierung"). Finalmente, dado que en inglés se hablaba en general de e-business pero también se citaba el e-commerce, nos servimos de la distinción, tan válida como otras varias soluciones posibles, entre «comercio digital» y «comercio electrónico» (las demás lenguas latinas se limitaron a no hacer tal distinción y emplearon siempre commerce électronique / commercio elettronico / comércio electrónico). En el fondo, la traducción de e-commerce por «comercio electrónico» era ineluctable tras la entrada en vigor de la Directiva 2000/31/CE, mientras que e-business se había traducido también generalmente por «comercio electrónico» (entre otros, en el documento Ayudar a las PYME a pasar a la fase digital), aunque en el nombre de la Dirección D de la DG Empresa figura en el organigrama IDEA como «economía electrónica», pero tal opción hubiera ocasionado un nuevo doblete en el documento (con e-economy). Para no finalizar con un brindis al sol, quizá no estaría de más una propuesta concreta: que todos los servicios de traducción de la Unión Europea compartan una relación de tales términos con cuatro columnas: a) el término original inglés; Miquel Vidal
|