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La chanza de la gobernanza o el dragomán catalán

Tengamos un arranque de sinceridad y seamos fieles a nuestra conciencia de traductores. ¿Es posible que en el 2001 podamos aceptar una palabra como «gobernanza»? ¿No huele a naftalina y no suena algo así como «holgárame veros colgado desta soga»?

La aceptación de la palabra creo que se debe, por un lado, a un mal entendido alarde de patriotismo, para demostrar que el castellano no se queda atrás ante el francés y el inglés. Si ellos tienen gouvernance y governance, nosotros tenemos «gobernanza». Se desempolvaron palimpsestos e incunables y nos encontramos con esta bellísima antigualla. Lo malo es que en este caso nos falló un sentido que el español tiene muy agudizado: el sentido del ridículo. «Gobernanza» es hoy día una palabra totalmente ridícula.

Otro de los motivos de su aceptación es la manía de que a la traducción de una palabra inglesa debe corresponder forzosamente una sola palabra castellana. No hay ninguna ley que lo exija, como no sea la de facilitar la traducción automática.

Cambio rápido de decorado. El presidente de lo que podríamos llamar el «Hogar catalán» en Gran Bretaña me manda ocasionalmente números del periódico Avui, que se publica en catalán en Barcelona. En el número correspondiente al 23 de julio del presente año la corresponsal de aquel periódico en Bruselas informa de que la Comisión Europea va a examinar el Llibre blanc sobre la governació europea. No considero necesario traducir este título al castellano. Todos los reparos que pudieran oponerse al adjetivo «europea» han quedado elegantemente salvados por Josep Bonet en su artículo «El gentilicio de la Unión Europea», aparecido en el número 69 de este Boletín. La dragomana catalana hizo una traducción com Déu mana (que tampoco traduzco, para que rime).

Alfonso Torrents dels Prats
Traductor e intérprete
Londres

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