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Neologismos de la globalidad emergente: emerging economies / emerging markets

Al parecer, el término emerging markets lo inventó en 1981 un discreto empleado del Banco Mundial. Si la filiación es cierta, el anónimo autor merecería un premio especial de nuestra Real Academia, porque si ha habido una palabra productiva en los últimos años ha sido el adjetivo «emergente» siempre, claro, a remolque del inglés. Casi todo lo que empuja, sube y destaca, casi todo lo nuevo, moderno y avanzado es hoy «emergente». De los mercados y las economías se pasó a las «tecnologías emergentes» (nuevas tecnologías, tecnologías avanzadas); y luego a las «democracias emergentes» (nuevas democracias). Ahora ya se utiliza a diestro y siniestro: «poesía chilena emergente», «España: una nación emergente» (uno pensaba que España era una nación emergente en tiempos de los Trastámara), «políticos emergentes», «Estrellas Emergentes» (portada de Babelia/El País, 30.11.1997; una «estrella emergente» puede ser tanto una barbilampiña promesa del fútbol como una jovencita que a golpes de glamur consigue hacerse un hueco en la dura pasarela). El Japón sería hoy el «País del Sol Emergente»... No es de extrañar que, con tanta emergencia, el traductor acabe por perder los papeles. Y es que a veces es peor el remedio que la enfermedad:

«[...] las dinámicas naciones de Asia y América Latina no son tan sólo economías en emersión, sino también mercados en surgimiento.» (¡sic!) / «[...] the dynamic nations of Asia and Latin America are not just emerging economies. They are emerging markets too.» (El reto global del comercio internacional: una estrategia de acceso a los mercados para la Unión Europea / The Global Challenge of International Trade: a Market Access Strategy for the European Union, Bruselas, 1996).

No parece que haya una definición muy clara de emerging markets; y menos aún de emerging economies. El primer término se refiere a los mercados de capitales de aquellos países que el Banco Mundial no cuenta entre los industrializados y que responden, además, a una serie de criterios relacionados con el producto interior bruto per cápita, el grado de estabilidad política y económica, la regulación del mercado bursátil, etc. El segundo término es mucho más difuso. Suele aparecer como contrapunto de «países industrializados» y lleva implícito un juicio de valor positivo respecto al dinamismo económico -real o aparente- de un número indeterminado de regiones o países en desarrollo. De ahí que incluso las naciones más pobres y desangeladas del planeta no duden en presentar sus escuálidas economías como «emergentes» en las páginas de publicidad de la prensa internacional.

Una de las funciones del traductor técnico es procurar una comunicación interlingüística fluida entre autores y lectores ya iniciados. Es un hecho que algunas veces dicha comunicación no tiene más sustento que una jerga y un registro hueros e ilusorios, aunque bien cimentados por el uso. Algunas «correcciones» y «mejoras» estilísticas y terminológicas en el proceso de traducción desvirtúan el carácter de los textos y los enajenan del colectivo al que van destinados. Si la práctica ha consolidado los términos «mercados emergentes» y «economías emergentes» entre los especialistas del sector, ¿tiene sentido que el traductor intente enmendarles la plana ahora... con quince años de retraso?

Amadeu Solà
amadeo.sola-gardell@ec.europa.eu

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