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Yo disrumpo, tú disrumpes, él...

Los denominados en inglés endocrine disrupters son sustancias que interfieren en el funcionamiento del sistema endocrino de diversas formas. Sus efectos van desde alteraciones del comportamiento hasta el cambio de sexo de un sujeto. Estrictamente hablando, pueden producirse alteraciones endocrinas a causa de:

  1. hormonas naturales como los fitoestrógenos, presentes en los brotes de alfalfa y las semillas de soja;  
  2. hormonas sintéticas de carácter médico como los anticonceptivos orales;  
  3. sustancias químicas artificiales de uso industrial como las dioxinas.

Así pues, el término endocrine disrupter engloba todas estas causas. Sin embargo, la preocupación principal dentro del fenómeno de las alteraciones endocrinas la constituyen las sustancias artificiales, que son miles y pueden tener, aparte de las aplicaciones previstas, efectos perjudiciales o sinérgicos no previstos. De ahí que el término endocrine disrupters se refiera generalmente a ellas y que, por ejemplo, el Programa Internacional de Protección frente a los Productos Químicos (PIPPQ), en el que participan la OMS, el PNUMA y la OIT, acordara en su momento una definición de trabajo que se refiere únicamente a «sustancias exógenas o combinaciones de ellas que [...] tienen efectos perjudiciales para la salud».

La traducción española que de momento circula por internet y distintos congresos sobre toxicidad es la de «disruptores endocrinos», voz absolutamente opaca, que nadie podría comprender sin la oportuna explicación. Algo normal, podría decirse, dado el carácter técnico del término. Pero es aquí donde conviene llamar la atención sobre un fenómeno curioso como es la conversión de expresiones inglesas de uso común en tecnicismos -o, mejor dicho, «pseudotecnicismos»-, al pasar al castellano. Y es que endocrine disrupter es efectivamente un término científico, como lo es «disruptor endocrino», pero con una diferencia: mientras que en español sólo un especialista (y no cualquier especialista) podrá explicarnos qué es un «disruptor», en inglés el carácter científico viene dado por el adjetivo endocrine, que, como «endocrino», pertenece efectivamente a un ámbito semántico especializado. Por lo demás, cualquier anglohablante culto que sepa qué es el sistema endocrino estará en condiciones de comprender el significado de endocrine disrupter.

Y es que en inglés disrupter no es en sí ningún tecnicismo sino un vocablo más o menos culto, con diversas acepciones, pero en todo caso de uso general. Cualquier maestro de escuela inglés puede referirse a «la joya» de una clase, diciendo que es a terrible disrupter y a nadie se le ocurriría introducir en la traducción de la frase el término «disruptor». ¿Por qué hacerlo si «la joya» se apellida «endocrino»?

En español «disruptor», digámoslo claramente, no es un tecnicismo propio del lenguaje científico, sino un ejemplo más de oscurecimiento lingüístico innecesario, en el que la comunidad científica hispanohablante incurre por simple desconocimiento del inglés general. Porque sólo este desconocimiento puede llevar a los especialistas a pensar que disrupter es un término propio del lenguaje biomédico (al fin y al cabo es en ese medio donde ellos lo perciben por primera vez) y que, por tanto, tienen licencia para bautizar el nuevo concepto con un neologismo que el lego no tiene por qué comprender.

Pero el razonamiento del buen traductor ha de ser otro. Un disrupter es un «alterador», «perturbador», «disgregador» o «alborotador» de algo, según el contexto. Y si nos estamos refiriendo a las sustancias que inciden en el sistema endocrino, se le añade el adjetivo «endocrino» y diferenciados quedan legos y conocedores.

Así, en los documentos de la Comisión aparecen las traducciones «perturbador endocrino» y «alterador endocrino» sin que aún se haya impuesto el uso de una u otra. Cualquiera de los dos es mejor que «disruptor», pero corresponde a los especialistas elegir la forma idónea. Convendría en todo caso tener presente que «perturbar» tiene una connotación de orden más negativo que «alterar», y que este matiz podría servir para diferenciar las sustancias concebidas para alterar benéficamente el sistema endocrino (p. ej., las píldoras anticonceptivas) y las que lo perturban accidentalmente (p. ej., las dioxinas).

Manuel del Cerro
manuel.cerro@ec.europa.eu

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