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COLABORACIONES


Traducción e identidad, necesidad y deseo

En el último de los artículos incluidos en la recopilación Where the Stress Falls (que tradujo Aurelio Major para la editorial Alfaguara como Cuestión de énfasis), titulado «On Being Translated» («Traducida»), Susan Sontag (2002, 2007) rememoraba su segunda estancia en Sarajevo en julio de 1993, en pleno asedio serbio de la ciudad, para dirigir una producción teatral de Esperando a Godot, de Samuel Beckett. La escritora neoyorquina relataba cómo, justo antes de comenzar los ensayos, el productor decidió encargar una nueva traducción de la obra, que se encontraba disponible en lengua serbocroata, al bosnio (cuyo estatus oficial por aquel entonces era el de dialecto del serbocroata, hasta que se le otorgó el de lengua en la Constitución de Bosnia y Herzegovina de 1994) por una aparente cuestión de contemporaneidad: la República Socialista de Bosnia y Herzegovina había declarado su independencia de Yugoslavia en 1992 y, como señalaba el productor franca y llanamente, «[…] this is Bosnia now. We want to translate the play into Bosnian» (2002: 336).

No obstante, si bien se prestó especial atención al plano lingüístico-identitario en la traducción de Esperando a Godot, el plano «performativo» acabó resintiéndose: tras una semana de ensayos, los actores decidieron representar la versión serbocroata a causa de la falta de «naturalidad» y «fluidez» de la versión bosnia, aunque se reservaron el derecho a cambiar aquellas palabras que pudieran sonar «[…] more Bosnian» (ibíd.: 338). Finalmente, la obra se representó sin cambio alguno respecto de la versión serbocroata y la directora no recibió ninguna queja sobre la «aceptabilidad» de la traducción1.

Sontag se sirvió de esta anécdota para abordar la relación de la traducción con la formación identitaria y la reivindicación (o, de forma más acorde con su punto de vista, la invención) de la diferencia. Según la autora, «What is pathetic about this instance taking place on the territory of the former Yugoslavia is that it concerns newly, lethally self-defined nations that happen to share the same spoken language and are therefore deprived of, if I may call it thus, the right of translation» (ibíd.: 339). Dicho de otro modo, Sontag consideraba la traducción de Esperando a Godot al bosnio un ejemplo de reproducción del mismo nacionalismo beligerante del que supuestamente deseaba desmarcarse la República Socialista de Bosnia y Herzegovina.

La instrumentalización de la traducción como metonimia de la diferencia, no solo entre lenguas, sino también entre culturas, etnias y naciones, sin embargo, no es exclusiva de la «balcanización» de la antigua República de Yugoslavia, como tampoco lo es de la remodelación del mapa europeo tras la Segunda Guerra Mundial, de la desmembración del Imperio Austrohúngaro ni, desde una perspectiva más general, de la fundación de los Estados modernos. Tomemos a modo de ejemplo el «romanceamiento» más antiguo que se conoce de los Factorum et dictorum memorabilium del historiador romano Valerio Máximo (fechados en el año 31 d. C.), que no es otro que el Llibre anomenat Valeri Màximo dels dits y fets memorables. Traducció catalana del XIVèn segle per Frare Antoni Canals, cuyo título (metarreferencial, además de metafrástico) servirá de ilustración.

Como se indica, dicho romanceamiento lo llevó a cabo Antoni Canals, fraile dominico, en el siglo XIV (en 1395, para ser más exactos). Aunque Valerio Máximo no gozaba de gran popularidad en los reinos de la Corona de Aragón en aquellos tiempos, los Facta et dicta memorabilia se tradujeron a petición del cardenal de Valencia, Jaume d’Aragó, por su valor histórico y moral (si bien se trataba de un texto pagano): esta obra, dedicada al marchitado emperador Tiberio, constituía la más importante recopilación de exempla de la literatura antigua, y, como tal, resultaba una elección idónea para una relectura desde la perspectiva de la doctrina cristiana. Por su parte, la traducción no solo tuvo una amplia difusión (a juzgar por los diez manuscritos que se conservan en la actualidad), sino que sirvió asimismo de texto «original» para la traducción al castellano que realizó Juan Alfonso de Zamora, escribano de cámara del rey de Castilla Juan II, que observó que «[de] obra tan virtousa […] pueden tomar mucha buena doctrina los que han de rregir ofiçios rreales et de çibdades et villas, a los que non ssaben letra nin otra lengua estraña diuulgado sea» (Martínez Romero 2001: 260).

Hasta aquí, nada de particular: el romanceamiento y lo que podríamos denominar «inter-romanceamiento» (traducción entre lenguas romances —sobre todo del catalán al castellano) eran prácticas habituales en la península ibérica del siglo XIV (Santoyo 1994). No obstante, además de su importancia para el devenir del denominado «humanismo devoto», el Llibre anomenat Valeri Màximo dels dits y fets memorables. Traducció catalana del XIVèn segle per Frare Antoni Canals sí que presenta una particularidad, y es que, según afirma Canals en el prólogo, no es traducción al catalán (idioma al que había sido vertido anteriormente), sino a la lengua materna del dominico, que denomina «valenciana»:

… desigants quels homens qui no son gramatichs entenguen lo dit Valeri perfectament, lo qual es peregri e poch comunicat per lo regne d’Arago, e aço per lo estret estil que serua en sa ordinacio: per que yo, a manament de vostra senyoria, la tret de lati en nostra vulgada lengua materna valenciana, axi breu com he pogut, jatse sia que altres lagen tret en lengua catalana (1914: 13).

Mucho (y, en mi opinión, muy desafortunadamente) se ha citado el prólogo del Valeri Màximo de Canals como uno de los primeros ejemplos de utilización de «lengua valenciana» en el sentido moderno del vocablo «lengua» (llegando a figurar en determinados imaginarios colectivos como la «primera traducción a la lengua valenciana»). Con todo, no es mi propósito abordar el debate sobre el significado de la alusión de fray Antoni Canals a la «lengua materna valenciana» y, por extensión, el adjetivo que debería acompañar a la más antigua traducción de los Factorum et dictorum memorabilium que se conserva (si «valenciana», «catalana», «romance» o, rizando el rizo, «lemosina»2), sino resaltar el papel de la traducción como parte fundamental de la formación identitaria de las sociedades humanas ab initio3, en lugar de como mero corolario del «new cultural populism» que, conforme advertía Sontag (2002: 344-346), se estaba cociendo en Yugoslavia a finales del siglo XX.

Más allá del «sentido» que le otorgó Canals a «nostra vulgada lengua materna valenciana», el Valeri Màximo es un ejemplo más (aunque un ejemplo sonado) de la estrecha relación entre traducción e identidad. Si bien el debate a propósito del Valeri Màximo ha girado principalmente en torno a la diferenciación que estableció el traductor entre «lengua valenciana» y «lengua catalana» (pecando con frecuencia de lo que en crítica literaria se denomina «falacia intencional»), poco se ha dicho sobre la traducción de los Factorum et dictorum memorabilium como mecanismo de articulación de una identidad (ya sea lingüística, cultural, nacional, regnícola o todas las anteriores) que se consolidó posteriormente4. Dicho de otro modo, se ha debatido (por motivos de estricta propiedad filológica) la identidad que Canals le otorgó a su traducción (¿traducción al valenciano? ¿al catalán? ¿al romance?), en detrimento de la relación del otorgamiento de dicha identidad con la traducción, como mecanismo de formación identitaria.

A este último respecto, poco aporta la narración de Sontag de la anécdota sobre la traducción de Esperando a Godot al bosnio (que relata cual «exemplus maximino» de vicio «balcanizador»). Sontag parece obviar que, independientemente del propósito manifiesto que originó dicha traducción, la interlocución comunicativa va más allá de la inteligibilidad. En su estudio sobre bilingüismo y lenguas en contacto, el psicolingüista recientemente fallecido Miquel Siguan (2001: 18-19) rememoraba el capítulo 12 del Libro de los Jueces del Antiguo Testamento, en el que se narra cómo, durante la guerra civil entre galaaditas y efraimitas, los galaaditas se aseguraban de reconocer a los efraimitas haciéndoles pronunciar la palabra «shibboleth», pues, como el dialecto efraimita del hebreo carecía del fonema /ʃ/, los efraimitas la pronunciaban «sibboleth» (tras lo cual eran asesinados). Ciertamente, la ausencia o presencia de /ʃ/ no impedía la comunicación entre ambas tribus, que hablaban la misma lengua. Sin embargo, no fue la inteligibilidad lo que primó entre galaaditas y efraimitas, sino el carácter simbólico del fonema /ʃ/ como metonimia de la diferencia y, por consiguiente, de la identidad («shibboleth» carecía de identidad excepto en oposición a «sibboleth»).

Precisamente, es la consideración del carácter simbólico de la traducción como condición (no necesariamente como consecuencia) de la formación, manipulación y reivindicación identitaria aquello de lo que adolece el artículo de Sontag. Si bien dicho carácter no debe enfocarse desde una perspectiva ética sino descriptiva5, los argumentos a propósito de «language separatism», «new cultural populism» y «the right of translation» se beneficiarían de una reflexión teórica más elaborada al respecto6. Como he querido ilustrar en diferentes espacios (Sarajevo; Valencia; el vado del río Jordán en Palestina) y tiempos (finales del siglo XX; finales del siglo XIV; entre 1370 y 1070 a. C.), la traducción no es solamente la consecuencia de la diferencia babélica que, según el Génesis, trajo consigo la soberbia humana, sino que también es un elemento «constitutivo» de la identidad. Aunque Sontag redactó «On Being Translated» desde el vantage point de la retrospección narrativa7, la utilización de «language separatism», «new cultural populism» y «the right of translation» como si de cuestiones a priori interdependientes se tratase dice tanto del exemplum como del exemplator (o, como sugiere el aforismo inglés, the tale runs as it pleases the teller).

La incorporación de la traducción como elemento constitutivo de la identidad en sus diversas manifestaciones resulta tanto necesaria como deseable en el marco de las relaciones internacionales, las políticas lingüísticas y la comunicación intercultural. Tomando como ejemplo paradigmático la política de la Unión Europea en materia de multilingüismo, la necesidad se hace particularmente evidente en vista de las modificaciones del régimen lingüístico de las instituciones de la Unión Europea que se prevén ante la adhesión de Croacia en julio de 2013 y la consiguiente incorporación del croata a las actuales veintitrés lenguas oficiales, que han motivado sendas proposiciones no de ley para el reconocimiento del catalán y del valenciano como lenguas oficiales de la UE8. Asimismo, la deseabilidad radica en la propia necesidad de la traducción no solo como medio de comunicación intercultural, sino también como condición identitaria: además de «explicar», «adaptar» o «mejorar» (todos ellos, verbos transitivos), como sostiene Sontag (2002: 340-341), traducir es primeramente «ser» y «estar», y, como también apunta la neoyorquina a propósito de la traducción de John Wycliffe del Libro de Enoc (ibíd.: 339), «morir» y «resucitar».

Concluyo, pues, con la necesidad del deseo de la traducción, rememorando las palabras de «Despedida» (con ecos cervantinos incluidos) del denominado «poeta del deseo», Luis Cernuda (1993: 534): «Adiós, adiós, compañeros imposibles./ Que ya tan sólo aprendo/ a morir, deseando/ veros de nuevo, hermosos igualmente/ en alguna otra vida».

Obras consultadas

Avenoza, Gemma (1991), «Traducciones y traductores. El libro de Valerio Máximo en romance», 221-229 en: M. Brea / F. Fernández Rei eds. Homenaje a don Constantino García, volumen II, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela.

Cernuda, Luis (1993), Poesía completa, Siruela, Madrid.

Colón, Germán (1989), «El problema onomástico», 19-34 en: El español y el catalán, juntos y en contraste, Ariel, Barcelona.

Faus i Sabater, Salvador (1980), Evolució de la llengua valenciana. Testimonis gràfics, Marí Montañana, València.

Kurz, Ingrid (1985), «The Rock Tombs of the Princes of Elephantine: Earliest references to interpretation in Pharaonic Egypt», 213-218 en: Babel, 31.4.

Martínez Romero, Tomás (2001), «Sobre la intencionalitat del Valeri Màxim d’Antoni Canals», 251-268 en: Tomás Martínez Romero / Roxana Recio eds. Essays on Medieval Translation in the Iberian Peninsula, Área de publicaciones de la Universitat Jaume I, Castelló de la Plana.

Santoyo, Julio César (1994), «El siglo XIV: Traducciones y reflexiones sobre la traducción», 17-34 en: Livius: Revista de estudios de traducción, 6.2.

Saragossà, Abelard (2008), «El nom de la llengua en Antoni Canals (1395)», 93-117 en: Revista de Catalunya, 235.

Siguan, Miquel (2001), Bilingüismo y lenguas en contacto, Alianza, Madrid.

Simó Santonja, Vicente Luis (1975), ¿Valenciano o catalán?, Centro de Cultura Valenciana, València.

Sontag, Susan (2002), «On Being Translated», 334-347 en: Where the Stress Falls, Picador, Nueva York.

Sontag, Susan (2007), «Traducida», en: Cuestión de énfasis, Alfaguara, Madrid.

Toury, Gideon (1995), Descriptive Translation Studies and Beyond, John Benjamins, Amsterdam y Filadelfia.

Valerio Máximo, Publio (1914), Llibre anomenat Valeri Màximo dels dits y fets memorables. Traducció catalana del XIVèn segle per Frare Antoni Canals, Biblioteca Catalana, Barcelona.

 

Jorge Jiménez Bellver
Universidad de Texas en Brownsville
jorgejimenezbellver@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

1 Utilizo el término «aceptabilidad» (acceptability) según lo plantea el traductólogo Gideon Toury (1995) en relación a aquellas traducciones que se ajustan a las «normas» (norms) de la cultura receptora.
2 Véase al respecto Simó Santonja 1975, Faus i Sabater 1980 y Colón 1989. La publicación más reciente sobre el tema, que yo sepa, es Saragossà 2008. Sobre los romanceamientos de los Factorum et dictorum memorabilium, véase Avenoza 1991.
3 Véase, por ejemplo, el artículo de Ingrid Kurz (1985) sobre el papel de los intérpretes en las relaciones del antiguo Egipto con Nubia.
4 Véanse las citas de Guillem de Copons, Bonifaci Ferrer, Joanot Martorell y Miquel Pérez en el volumen La llengua catalana en els seus textos (1978), de Germán Colón.
5 La incorporación de criterios descriptivos sobre el carácter simbólico de las lenguas y la traducción no invalida ni contradice argumentos de tipo ético como los que expresa Sontag en su artículo.
6 Cabe preguntarse a propósito de la ausencia de quejas por parte del público sobre la que Sontag (2002: 338-339) fundamenta el éxito del montaje de Esperando a Godot si los espectadores se percataron de que la traducción que se representó era la serbocroata.
7 La producción de Esperando a Godot se estrenó a mediados de agosto de 1993 y el artículo se redactó en 1995. Para entonces, Sontag había visitado la ciudad en nueve ocasiones (2002: 339).
8 Las proposiciones fueron presentadas, respectivamente, por el grupo parlamentario catalán Convergència i Unió en el Congreso de los Diputados el 13 de septiembre de 2011 y el grupo parlamentario valenciano Compromís en las Cortes Valencianas el 23 de diciembre de 2011.
 

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