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TRIBUNA


Novedades en lexicografía médica (I) 
El
Diccionario de términos médicos (2011)
de la Real Academia Nacional de Medicina

En septiembre del 2004, de la mano de Antonio Campos Muñoz —a la sazón, flamante académico numerario de la Real Academia Nacional de Medicina (RANM)— me incorporé a un proyecto ilusionante y asumí la dirección técnica del Diccionario de términos médicos (en adelante, DTM). Seis años después, accedí gustoso a la amable invitación del Departamento de Lengua Española de la Dirección General de Traducción de la Comisión Europea para visitar una vez más Bruselas y Luxemburgo y pronunciar sendas charlas sobre mi actividad lexicográfica reciente, que tuvieron lugar los días 20 y 21 de septiembre del 2010.

Como es habitual en las modernas presentaciones orales, cada charla fue predominantemente visual, con abundante apoyo en diapositivas de PowerPoint, y con dos partes claramente diferenciadas: la primera, destinada a exponer con cierto detenimiento las características más destaca­das del DTM; la segunda, a comentar de forma más somera otros trabajos lexicográficos menores.

Por sugerencia de los organizadores, presento ahora en puntoycoma un resumen escrito de los principales aspectos abordados entonces, en dos artículos: uno para cada una de las dos partes de la charla original. Este primer artículo, dedicado al DTM, irá estructurado en cuatro grandes apartados: tras presentar someramente los antecedentes históricos, explicaré cuáles eran los plantea­mientos iniciales y objetivos que se proponía la RANM en el año 2004; a continuación, describiré brevemente la estructura visual que adoptarán los artículos cuando el diccionario llegue a las librerías el próximo mes de septiembre, y por último trataré de exponer, con el recurso a abundantes ejemplos, algunos de los aspectos más novedosos del DTM en el ámbito de la lexicografía médica española e internacional. Una bibliografía sucinta y un apartado de agradecimientos cierran el artículo.

1. Antecedentes históricos

En el marco del simposio «La terminología médica en los profesionales y en los medios de comunicación», celebrado en Madrid en abril del 2004, la RANM hizo pública su voluntad de elaborar un diccionario médico de nueva planta. El anuncio fue acogido con entusiasmo por las principales instituciones, organismos y asociaciones del ámbito médico. Suscribieron de forma inmediata un manifiesto de respaldo y apoyo expreso al proyecto los máximos representantes del Instituto de Salud Carlos III, la Organización Médica Colegial, la Federación de Asociaciones Científico-Médicas Españolas, la Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina, la Asociación Nacional de Informadores Sanitarios, la Sociedad Española de Educación Médica, la Federación Europea de Directores de Revistas Científicas, la revista Panace@, el grupo MedTrad y algunos de los principales servicios de traducción médica y técnica del mundo de habla hispana: Organización Mundial de la Salud, Organización Panamericana de la Salud, Dirección General de Traducción de la Comisión Europea, Comité Económico y Social Europeo y Comité de las Regiones1.

¿Cómo se explica esta común expectación? ¿Tan necesitado estaba realmente el español de otro diccionario médico más? La historia, como en tantas ocasiones, puede servir de ayuda para comprender la situación actual.

En la segunda mitad del siglo XV, la irrupción de la imprenta de tipos móviles y la difusión del pensamiento humanista marcan el comienzo del período de esplendor de la lexicografía europea. Y en sus inicios ocupa España, como potencia cultural de primer orden, una posición privilegiada. No es solo que el español fuera, en 1492, la primera lengua moderna en dotarse de una gramática. Se trata, sobre todo, de que en nuestro país se elaboraron durante siglos diccionarios de vanguardia que podían compararse ventajo­samente con los mejores de su época, y que con frecuencia se convirtieron, por sus aspectos innovadores, en modelos u obras de referencia fuera de nuestras fronteras.

Pienso, por ejemplo, para la lengua general, en los dos tomos del diccionario bilingüe de Elio Antonio de Nebrija (Dictionarium ex sermone latino in hispaniensem & Dictionarium ex hispaniense in latinum sermone; Salamanca, 1492 y 1495), el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias (Madrid, 1611) y el Diccionario de autoridades de la Real Academia Española (Madrid, 1726-1739); y para el lenguaje científico-médico, en obras como el Dictionarium medicum de Nebrija (Amberes, 1545), el Diccionario médico de Juan Alonso de los Ruyzes Fontecha (Alcalá de Henares, 1606) o el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes del jesuita Esteban de Terreros y Pando (Madrid, 1767).

A partir de mediados del siglo XVIII, no obstante, se hace ya evidente la pobreza de nuestra lexicografía, y el español queda al margen de las obras decimonónicas empren­didas por las grandes lenguas de cultura para elaborar monumentales dicciona­rios históricos y etimológicos. No nos dotamos entonces, ni disponemos aún, de un diccionario español comparable al Deutsches Wörterbuch de los hermanos Grimm (Leipzig, 1838-1961), al Dictionnaire de la langue française de Émile Littré (París, 1863-1872) o al Oxford English Dictionary (Oxford, 1884-).

Esta pobreza lexicográfica se ve agravada en el caso de la medicina por el atraso científico que arrastrábamos desde hacía un siglo; perdimos comba, y España quedó descolgada del movimiento europeo de los grandes diccionarios enciclopédicos de medicina, que tan fructífero fue en países como Francia y Alemania. Los intentos de elaborar diccionarios propios, con ser numerosos, no se vieron coronados por el éxito: proyectos que se abandonaron incon­clusos, otros que se terminaron tarde y mal, y otros, en fin, que no tuvieron continuidad2. Por unos motivos u otros, el caso es que los diccionarios españoles originales nunca llegaron a cuajar en el mercado, que pasó a estar dominado por las traducciones de obras francesas. Se traduce y se reedita repetidas veces, por ejemplo, el Dictionnaire de médecine (1855) de Littré, de carácter léxico; y se traducen al español asimismo los tres grandes diccionarios enciclopédicos de la escuela médica francesa: el Dictionnaire des sciences médicales (1812-1820) en sesenta tomos, el Dictionnaire de médecine et de chirurgie pratiques (1829-1836) en treinta tomos y el Dictionnaire encyclopédique des sciences médicales (1864-1889) en cien tomos.

Por increíble que pueda parecer —es opinión general que los diccionarios son intraducibles—, en el siglo XIX nuestra lexicografía especializada optó de forma clara por la traducción, en detrimento de la producción propia, y se entregó abiertamente en brazos de la lexicografía extranjera. Desde entonces, la lengua española es, en medicina, un idioma secundario y dependiente.

El siglo XX no cambió este panorama desolador, salvo en un pequeño detalle: de ser deudores de la lexicografía médica francesa, pasamos a serlo de la estadounidense. El caso es que hoy no disponemos de ninguna obra original que pueda competir en calidad o cantidad con los principales diccionarios médicos en lengua inglesa o alemana. Una situación impropia para la que todos los analistas coinciden ya en señalar como la segunda lengua internacional del siglo XXI.

No es de extrañar, pues, el alborozo con que la clase médica acogió el anuncio de que la RANM estaba dispuesta a asumir por fin3 y llevar adelante la tarea de elaborar un diccionario con visos de continuidad y vocación clara de convertirse en obra de referencia para el lenguaje médico en español.

2. Planteamientos y objetivos

En el año 2004, cuando me incorporo al proyecto, la RANM tenía bien claro su propósito de publicar un diccionario capaz de convertirse, ya digo, en la obra de referencia para la lexicografía médica en español. Los planteamientos básicos en ese momento podrían resumirse como sigue.

El DTM debía ser un diccionario especializado; esto es, no un diccionario de lengua general, sino restringido a la medicina, a sus distintas especialidades y a otras ciencias afines, como la química, la farmacia, la botánica, la bioestadística, etc. El lector habría de encontrar en él, pues, los tecnicismos propios del lenguaje médico actual, entendidos como tales no solo términos simples o palabras sueltas (esguince, fórceps, histiocito, melanoma, oncogén, pestaña, telomerasa), sino también términos compuestos o unidades léxicas formadas por dos o más palabras que designan un concepto perfectamente individualizado (antígeno carcinoembrionario, encefalopatía espongiforme bovina, líquido cefalorraquídeo, solución glucosada). Además, la RANM deseaba dar cabida en su Diccionario a personajes y figuras de relevancia en la historia de la medicina (Avicena, Cajal, Celso, Fleming, Freud, Hipócrates, Pasteur, Syden­ham, Vesalio, etc.) o asociados a expresiones de uso común en medicina (aparato de Golgi, enfermedad de Parkinson, polígono de Willis, posición de Trendelenburg, virus de Epstein-Barr), y también a las abreviaturas, símbolos y siglas de uso muy extendido (ADN, Ag, AINE, CoA, DIU, EPOC, IgA, IMAO, LCR, Na, OMS, s.c., TSH).

Para esta primera edición, el objetivo de la RANM era ofrecer un diccionario de tamaño medio, con un lemario del orden de las 40 000 a 50 000 entradas. Finalmente, la obra ya terminada contiene cerca de 52 000 entradas, que habrán de ir aumentando en sucesivas ediciones.

De modo sorprendente, tratándose de un diccionario pensado para el siglo XXI, la RANM expresó su deseo de que la primera edición del DTM fuera una edición impresa tradicional, en papel. No obstante, una de las primeras decisiones adoptadas por el equipo técnico fue la de elaborar el diccionario con un programa informático de lexicografía con posibilidad de exportación en formato HTML y edición en línea: el programa TLex o TshwaneLex4. Finalmente, la Real Academia Nacional de Medicina y Editorial Médica Pan-americana acordaron desarrollar para el DTM una edición impresa y una edición electrónica en línea, con diferentes versiones navegables para telefonía móvil, iPhone, iPad, tablilla electrónica, etcétera. 

Para la información contenida en el DTM, la RANM optó inicialmente por un enfoque terminológico. En las definiciones de los distintos conceptos, pues, no se pretende recoger todo lo que la medicina sabe sobre la diabetes mellitus, por ejemplo, sino por un lado, qué significa, y por otro, cómo se escribe y se usa esa expresión, qué problemas concretos plantea a quienes hablamos y escribimos en español. Como comentaré más adelante, no obstante, este planteamiento inicial fue modificándose paulatinamente durante el desarrollo de la obra, y finalmente las definiciones del DTM pueden considerarse a medio camino entre un enfoque terminoló­gico y un enfoque semienciclopédico.

El DTM no es un diccionario de divulgación, sino que está específicamente dirigido a los médicos y otros profesionales biosani-tarios. Quien acceda a él desde fuera de la medicina lo advertirá, por ejemplo, en el elevado grado de complejidad que tienen las definiciones. Ello no obsta, por supuesto, para que puedan utilizar el DTM también, y sacar provecho de él, los traductores médicos, los redactores científicos, los periodistas especiali­zados o los escritores de divulgación científica, así como los profesores universitarios y estudiantes de medicina y otras carreras biosanitarias (enfermería, odontología, fisiote­rapia, bioquímica, farmacia, dietética y nutri­ción, veterinaria, biotecnología, biología).

Desde un principio, la RANM concedió gran importancia a la etimología como rectora de los criterios y directrices en cuanto a la correcta acuñación y el buen uso de los términos médicos, y consideró que su Diccionario debía aportar información precisa sobre la procedencia y la evolución histórica del léxico especializado de la medicina.

En una publicación como puntoycoma, de lectoramen esencialmente traductoril, conviene destacar que el DTM no es un diccionario bilingüe ni multilingüe. Dada la importancia del inglés como lengua internacional de la medicina, sin embargo, sí hemos considerado oportuno aportar el equivalente en inglés norteamericano para todos los términos definidos en el diccionario.

Por último, la RANM ha creído conveniente conferir un marcado carácter normativo y didáctico al DTM. Interesa resaltar este aspecto porque no es habitual hoy en día; vivimos en una época en la que la lexicografía, los diccionarios, se centran más en el uso. Los diccionarios —se nos dice— deben ser simples notarios del uso, y son los hablantes quienes van dando forma al lenguaje. Es una actitud que puede valer, tal vez, para el lenguaje general, pero no necesariamente para el lenguaje científico, que debe caracterizarse por su precisión y su claridad, y está sujeto a normalización. En consecuencia, el DTM aborda en detalle los problemas de sinonimia y polisemia tan abundantes en el lenguaje médico; contiene abundante información normativa sobre usos, incorrecciones, ortografía, etc., y asume una clara finalidad práctica como obra destinada a solucionar las principales dudas que se plantean en el uso de los términos y conceptos médicos.

3. Estructura de los artículos

A partir de estos planteamientos iniciales expresados por la RANM, y con la sabia orientación de Fernando Pardos como responsable lexicográfico, el equipo técnico diseñó para el DTM una planta lexicográfica original y, a mi modo de ver, sumamente novedosa, sobre todo en lo tocante a la microestructura.

Me resultará más sencillo explicarla, creo, si me apoyo en un artículo cualquiera extraído del diccionario; por ejemplo, el término preferente ‘anafilaxia’.

anafilaxia (fr. anaphylaxie [aná gr. ‘por completo’ + phylak- gr. ‘guardián’ + -síā gr.]; acuñado por Portier y Richet en 1902) [ingl. anaphylaxis]

1 s.f. Manifestación de la hipersensibilidad inmediata que ocurre segundos después de la inyección de un antígeno (picadura de abeja, medicamento, etc.) a un sujeto susceptible que tiene anticuerpos IgE específicos. La unión entre antígeno y anticuerpo produce la liberación de mediadores que estimulan la vasodilatación, el aumento de la permeabilidad vascular y la contracción de la musculatura lisa; clínicamente produce dificultad respiratoria, urticaria, angioedema, colapso vascular y choque circulatorio.

Sin.: reacción anafiláctica; desus.: fenómeno de Richet, fenómeno de Theobald Smith.

Obs.: Puede verse también "anafilaxis". Se usa con frecuencia de manera laxa como si fuera sinónimo de hipersensibilidad inme­diata. No debe confundirse con choque anafiláctico.

Como puede apreciarse, un artículo típico del DTM consta de seis campos principales. Veámoslos rápidamente por orden.

3.1. Lema

Como es habitual en la mayor parte de los diccionarios, a cada artículo se entra por un lema ordenado alfabéticamente. En el DTM, este lema —que aparece resaltado en negrita, en color azul y con tamaño de letra algo mayor— suele ser un sustantivo, un adjetivo, un verbo o una forma compleja. Tanto los sustantivos como los adjetivos aparecen en singular, a menos que entre médicos solo se utilicen en plural (p. ej. ‘heces blandas’, ‘paperas’, ‘rayos X’). En los adjetivos y sustantivos con flexión de género, se hace mención expresa de ella mediante la repetición, tras una coma, de la última sílaba con la forma femenina (p. ej. ‘linfático, -ca’ y ‘endocrinólogo, ‑ga’).

En los casos, no tan raros, de homonimia —esto es, palabras distintas, con distinto origen etimológico, pero que se escriben exactamente igual—, el lema va acompañado de una letra voladita para poder distinguir cada homó­nimo. Es el caso de ‘arcada’, que reproduzco a continuación.

arcadaa (lat. mediev. archāta [arcu(m) ‘arco’ + -ā-ta] ‘arco’; docum. en esp. desde 1497 como término arquitectónico; docum. en fr. como término anatómico desde 1824)

1 [ingl. arcade] s.f. Estructura anatómica formada por una serie de arcos.

2 s.f. = arco [2].

arcadab (derivado del esp. arcar ‘adoptar forma de arco’, a su vez, del lat. mediev. arcāre ‘construir un arco’; docum. desde 1539)

1 [ingl. retching] s.f. Contracción violenta y repetida de la musculatura epigástrica que acompaña a las náuseas, precede con frecuencia al vómito y se acompaña de un esfuerzo espiratorio involuntario con la glotis cerrada.

2 s.f. coloq. = náusea. Obs.: Generalmente en plural.

Obs.: Por semejanza de campo temático, existe riesgo importante de confusión entre ambas acepciones.

3.2. Información etimológica

Tras el lema, y encerrada en un paréntesis, aparece la información etimológica, que presenta de forma sucinta el origen, la formación y la evolución histórica del término médico correspondiente.

Abro un inciso aquí para explicar que muchos términos médicos están formados a partir de afijos —ya sean prefijos o sufijos— o construidos con partículas o formantes de origen griego o latino. Pues bien, bastantes de estos formantes aparecen recogidos en el DTM como entradas independientes: ‘‑algia’, ‘anti‑’, ‘‑cida’, ‘‑ismo’, ‘psic‑’, ‘‑stomía’, ‘trans‑’, etc. Ello tiene al menos dos ventajas principales.

Por un lado, simplifican y aligeran el paréntesis etimológico sin merma de la información ofrecida al lector. Por ejemplo, es posible aligerar el paréntesis etimológico de vocablos como ‘ameboide’, ‘carcinoide’, ‘corticosteroide’, ‘deltoides’, ‘espermatozoide’, ‘esteroide’, etc. mediante una simple remisión a la entrada ‘-oide’.

escafoides (gr. skaphoeidés [skaph- ‘barca’ + -o- gr. + -eidés ‘que tiene el aspecto de’]; reintr. y docum. en fr. desde 1538; véase también -oide)

[…]

-oide (-o- gr. + -eides gr. ‘que tiene el aspecto de’) [ingl. -oid]     
1 Elemento compositivo que denota parecido. En griego es muy frecuente, hay centenares de compuestos adjetivales que lo usan; casi siempre llevan la vocal de unión o entre los elementos que los conforman; sin embargo, en lenguaje científico moderno se ha interpretado que esa vocal de unión o forma parte del elemento compositivo. Se usó ampliamente en anatomía; muchas de las palabras antiguas siguen en uso, tras ser reintroducidas con posterioridad al Renaci­miento, como "coroides", "escafoides" y "mastoides". Estos términos sirvieron de modelo a numerosos neologismos a partir del siglo xviii como "androide", que han sido muy frecuentes en los siglos xix y xx.  

Obs.: Puede verse también "-oides"; la preferencia por la terminación "-oide" u "-oides" depende del contexto. Ambas formas permiten crear adjetivos derivados terminados en "-oideo" u "-oidal" (por ejemplo, "arteria tiroidea", "hendidura esfenoidal", "tratamiento corticosteroideo").

Por otro lado, permiten ahorrar espacio y evitar repeticiones cansinas a la hora de abordar problemas o dudas comunes a una amplia familia léxica. Las dudas entre ‘glucolisis’ o ‘glucólisis’, ‘onicolisis’ u ‘onicólisis’, ‘osteolisis’ u ‘osteólisis’, ‘proteolisis’ o ‘proteólisis’, ‘trombolisis’ o ‘trombólisis’ son básicamente una sola: si el formante de origen griego ‘-lisis’ da en español palabras llanas o esdrújulas. Para darle respuesta, basta con apuntar la cuestión en cada una de las palabras correspondientes y remitir desde allí a la respuesta común que el DTM ofrece en el campo de observaciones de la entrada ‘-´lisis’.

rabdomiólisis
[…]

Obs.: Se usa mucho la acentuación antietimológica llana "rabdomiolisis" ( Obs. -´lisis).

-´lisis (gr. lýsis ‘descomposición’, a partir de lýō ‘desatar’, ‘descomponer’) [ingl. -lysis]
1 Elemento compositivo que denota descomposición. En griego era un sustantivo abstracto verbal que servía para formar compuestos, algunos de los cuales siguen en uso, como "análisis" y "parálisis". A partir del siglo xix se usó para crear compuestos como "bacteriólisis", "cariólisis" y "electrólisis".

Obs.: Desde el punto de vista etimológico, los vocablos que incorporan este formante deben tener en español acentuación esdrújula; en la práctica, no obstante, son muchos los casos en los que la acentuación llana antietimológica es hoy mayoritaria, probablemente por influencia del francés.

Más adelante, en el apartado 4.2, comento con más detalle otras características destacadas de la información etimológica contenida en el DTM.

3.3. Equivalencia inglesa

El equivalente inglés —en su variante nor­teamericana— aparece destacado en letra negrita bastardilla, entre corchetes y precedido por la abreviatura ‘ingl.’.

Si el equivalente inglés afecta a todo el artículo (términos monosémicos, o términos polisémicos con idéntico equivalente inglés para todas las acepciones), aparece inmedia­tamente después del lema y el paréntesis etimológico:

vapor (lat. uapōr(em); docum. en esp. desde 1280) [ingl. vapor]

1 s.m. Gas cuya temperatura es inferior a la correspondiente a su punto crítico.

2 s.m. Gas que se produce por evaporación o por calentamiento de una sustancia sólida o líquida.

Obs.: Se usa con frecuencia en un sentido más restringido, referido tan solo al vapor de agua, sin necesidad de especificarlo.

3 s.m. Preparado medicinal para administración por vía inhalatoria.

Obs.: Con frecuencia en plural.

Si, por el contrario, las distintas acepciones de un mismo artículo tienen equivalentes ingleses diferentes, estos se sitúan inmediatamente tras el numeral de la acepción correspondiente. Tal es el caso de la palabra ‘sueño’, que puede corresponder en inglés a sleep, a dream o a sleepiness.

sueño (lat. somn(um) ‘sueño (de dormir)’; docum. en esp. desde 1230)

1 [ingl. sleep] s.m. Estado fisiológico del adulto que ocurre normalmente cada 24 horas acoplado a la noche […]. Sin.: dormir. Obs.: Con frecuencia por contraposición a vigilia.

2 [ingl. dream] s.m. Actividad mental de predominio visual y contenido fantástico, agradable o desagradable, que ocurre durante el sueño de ondas rápidas y puede ser recordada al despertarse. Sin.: actividad onírica, ensueño. Obs.: Con frecuencia en plural. Su adjetivo es "onírico".

3 [ingl. sleepiness, somnolence] s.m. Deseo o ganas de dormir. Sin.: somnolencia.

4 s.m. = ilusión [2].

Obs.: Se recomienda precaución con este término, que se usa con significados muy distintos.

Para la asignación y validación de equivalencias inglesas, en el equipo técnico hemos contado con la valiosa ayuda de María Luisa Clark, bilingüe español-inglés, doble licenciada en medicina y filología románica, especialista en anatomía patológica, máster en salud pública y redactora médica profesional con veinte años de experiencia en organismos biosanitarios internacionales como la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud.

3.4. Definición

Como en cualquier diccionario de especialidad, el cuerpo del artículo lo forma el campo de definición, donde se explica el concepto designado de forma clara, concisa y con la precisión requerida por un texto científico.

En el apartado 4.3 comento con algo más de detalle los aspectos más destacados o novedosos de las definiciones que integran el DTM.

3.5. Sinónimos

Las entradas seleccionadas como principales o preferentes incluyen una lista con la enumeración de todos sus sinónimos, incluidos términos coloquiales, arcaicos o en desuso, e incorrectos (estos últimos, destacados gráficamente por una línea horizontal de tachado).

Si los sinónimos lo son de un lema monosémico o de un lema polisémico en todas sus acepciones, la lista aparece al final del artículo, en párrafo aparte y precedida por la abreviatura Sin. en letra versalita.

fosa poplítea [ingl. popliteal fossa]

1 [TA: fossa poplitea; poples] Región posterior deprimida de la rodilla, delimitada a modo de rombo por los músculos bíceps femoral, semimembranoso, semitendinoso, gemelo externo, gemelo interno y delgado plantar, y cruzada por la arteria poplítea y el nervio ciático.

Sin.: espacio poplíteo, hueco poplíteo, región poplítea, rombo poplíteo; coloq.: corva; desus.: fosa de Jobert.

Si los sinónimos lo son de una sola de las acepciones de un lema polisémico, en cambio, la lista aparece tras la definición, a renglón seguido y precedida por la abreviatura Sin.

sala de reanimación

1 [ingl. recovery room] Unidad de cuidados postanestésicos y posquirúrgicos que proporciona una estrecha monitorización y asistencia a los pacientes intervenidos controlando el despertar, el dolor y cualquier otra posible complicación relacionada con la técnica anestésica o con la cirugía.

Sin.: sala de despertar, sala de reanimación posquirúrgica, sala de reanimación postanestésica, sala de recuperación, sala de recuperación posquirúrgica, sala de recuperación postanestésica, unidad de despertar, unidad de reanimación posquirúrgica, unidad de reanimación postanestésica, unidad de recuperación, unidad de recuperación posquirúrgica, unidad de recuperación postanestésica.

Abr.: SRPA, URPA.

2 [ingl. resuscitation room] Sala del servicio de urgencias dotada de medios y de personal entrenado para realizar las maniobras diagnósticas y de reanimación necesarias ante cualquier paciente en situación crítica por un problema médico o traumático.

Sin.: sala de reanimación cardíaca, sala de reanimación cardiopulmonar, sala de reanimación cardiorrespiratoria, sala de resucitación, sala de resurrección.

Obs.: Por semejanza de campo temático, existe riesgo importante de confusión entre ambas acepciones.

Las variantes gráficas o morfológicas de un término (p. ej. ‘neuroglia’ o ‘neuroglía’, ‘armónico’ o ‘harmónico’, ‘posoperatorio’ o ‘postoperatorio’, ‘bloqueador’ o ‘bloqueante’, etc.) aparecen enumeradas en el campo de observaciones, en lugar del campo de sinónimos.

factor de necrosis tumoral α [ingl. tumor necrosis factor α]

1 Citocina de 157 aminoácidos que participa en el proceso inflamatorio y que también puede ocasionar choque séptico y caquexia. Es producida por numerosas células: monocitos, macrófagos, linfocitos T y B, células NK etc., estimuladas especialmente por endotoxinas u otros productos bacte­rianos. Tiene muchas acciones, entre las que destacan la producción de leucocitosis y fiebre, y la elaboración de otras citocinas, conduciendo todo ello a una respuesta inflamatoria.

Sin.: caquectina, caquexina.

Abr.: FNT-α, TNF-α.

Obs.: Puede verse también "factor α de necrosis tumoral", "factor de necrosis tumoral alfa" y "factor alfa de necrosis tumoral"; con frecuencia abreviado a "factor de necrosis tumoral".

Véase también el apartado 4.4. «Sinonimia y polisemia».

3.6. Observaciones

Más de 17 000 entradas del DTM incorporan una o más observaciones —de acepción o de lema— con comentarios lingüísticos prácticos, consideraciones necesarias para completar la definición, remisiones a otras entradas del diccionario, o información de utilidad para el usuario. Lo comento con más detalle y abundancia de ejemplos en el apartado 4.5.

4. Aspectos novedosos o destacados del DTM

Tras más de seis años de intensa dedicación, y fruto del trabajo colectivo y coordinado de la RANM, el DTM es ya una realidad. ¿Qué aporta este nuevo diccionario con respecto a los otros muchos que podemos encontrar en nuestras librerías?

En su primera edición, el DTM incorpora cerca de 52 000 entradas, con más de 66 000 acepciones y unas 40 000 remisiones internas. Como acabamos de ver en el apartado 3, el artículo básico del DTM consta de seis campos principales: lema, información etimológica, equivalente inglés, definición, sinónimos y observaciones. Y en todos ellos el DTM despunta claramente con respecto a otros diccionarios médicos. Son muchos, pues, los aspectos novedosos que hacen del DTM un diccionario médico sin parangón en el panorama actual de la lexicografía médica en lengua española. Por motivos de espacio, no obstante, me limitaré a comentar solo cinco de ellos, de especial significación.

4.1. Diccionario original de nueva planta

Lo he mencionado ya en el primer apartado, al repasar los antecedentes históricos: sin competencia de altura, el mercado de los diccionarios médicos está hoy prácticamente copado en España por obras traducidas o adaptadas a partir del inglés (Dorland, Stedman, Mosby, Oxford-Complutense, etc.). El último intento español de elaborar un gran diccionario médico propio fue el Diccionario terminológico de ciencias médicas de León Cardenal (Barcelona, 1916), que ha seguido editándose hasta la actualidad —la última edición data de 1992—, pero muy empobre­cido, seriamente desactualizado y con una planta de traza decimonónica. En el último siglo, nuestra lexicografía especializada original se ha limitado en España a diccionarios de normalización en lenguas autonómicas5; a obras generales de menor enjundia, como el Diccionario Espasa de medicina (Madrid, 1999), y a pequeños glosarios y diccionarios temáticos o de especialidad, como la reciente colección de LID, aún en desarrollo (Madrid, 2007-2011;    
www.diccionarioslid.com).

Que el DTM ha sido pensado, elaborado y escrito directamente en español, y no traducido desde otras lenguas, será evidente para el lector, por ejemplo, ya desde la misma selección del lemario. Junto al núcleo central de términos comunes al lenguaje internacional de la medicina en cualquier país, el DTM recoge abundantes términos característicos de la medicina española (aceite de oliva, Agencia Europea de Medicamentos, área de salud, ATS, Código Alimentario Español, colegio de médicos, dieta mediterránea, escuela histológica española, herida por asta de toro, médico adjunto, médico forense, MIR, ONCE, practicante, síndrome del aceite tóxico, Sistema Nacional de Salud, tanatorio, tarjeta sanitaria, visitador médico, zona básica de salud, etc.), y también de la hispanoamericana (abatelenguas, barbijo, bioterio, ciguatera, curita, mamadera, mate, Organización Panamericana de la Salud, pinta, pupilente, razón de momios, sanitarista, tapaboca, zancudo, etc.).

Será evidente, asimismo, en la atención preferente prestada a los médicos y científicos españoles e hispanoamericanos, así como a sus aportaciones realizadas a la medicina univer-sal. Repasando los antropónimos que salpican cualquier texto de medicina —Abrikósov, Behçet, Calvé, Creutzfeldt, Ehlers, Hirsch­sprung, Kaposi, Pacini, Paget, Pott, Raynaud, Sjögren, Von Recklinghausen, Waldenström—, uno tiene a veces la sensación de que los países de habla hispana han estado al margen del discurrir histórico de nuestro lenguaje especializado. Y no es así, o al menos no en el grado que hoy nos parece. A médicos y científicos de habla hispana debemos la primera descripción de entidades nosológicas, el descubrimiento de estructuras y la introducción de técnicas e instrumentos médicos de tanta trascendencia como el bypass coronario (René Favaloro), el bisturí de diamante (Humberto Fernández Morán), la pelagra (Gaspar Casal), el síndrome de amenorrea y galactorrea (Juan Carlos Ahumada), el volframio (hermanos De Elhúyar), el huesecillo del estribo en el oído (Pedro Jimeno), el mal de montaña (José de Acosta), la angiotensina (Eduardo Braun Menéndez), el laringoscopio (Manuel García), la alfafetoproteína (Antonio Galdó Villegas), el primer anticonceptivo oral (Luis Miramontes), la anestesia epidural a nivel lumbar y torácico (Fidel Pagés), la angioplastia con stent (Julio Palmaz), la acción antibiótica de los hongos del género Penicillium (Clodomiro Picado, un año antes que Fleming) o el primer alfabeto manual (Sánchez de Yebra). Somos herederos de una rica tradición científica, también en lengua española; lo que sucede es que con frecuencia no hemos sabido recogerla y transmitirla.

La RANM pretende que, en este aspecto, su DTM se desmarque claramente de todos los demás diccionarios médicos al uso. Nuestra aportación a la historia universal de la medicina va mucho más allá de Severo Ochoa, César Milstein o Cajal y la escuela neurohis­tológica española. En consecuencia, tendrán un hueco en el DTM desde el ligamento de Gimbernat hasta el síndrome de Brugada, pasando por la enfermedad de Carrión, el síndrome de Chediak-Higashi, el síndrome de Tolosa-Hunt y el método de Trueta. Y desde Abulcasis, Maimónides o Pedro Hispano hasta la familia Barraquer, Mario Molina, Laín Entralgo, Arturo Alezzandrini o Javier Arias Stella, pasando por Arnaldo de Vilanova, Jaime Ferrán, García de Orta, Juan Huarte, san Juan de Dios, Jiménez Díaz, Gregorio Mara­ñón, Andrés Laguna o, en la América hispana, el argentino Salvador Mazza, el guatemalteco Rodolfo Robles, el colombiano Alfonso Caycedo, el cubano Joaquín Albarrán, el mejicano Ignacio Chávez, el uruguayo Roberto Caldeyro o el venezolano Baruj Benacerraf.

Sin olvidar la vertiente universal de nuestro lenguaje especializado —que entronca con los veintiséis siglos de historia del lenguaje médico internacional—, prestará especial atención a las aportaciones de la comunidad médica de habla hispana. Quien busque Wernicke, encontrará, por supuesto, al gran neuropsiquiatra alemán Karl Wernicke, que describió la afasia de Wernicke y el síndrome de Wernicke-Kórsakov; pero también al microbiólogo y anatomopatólogo argentino Roberto Wernicke, presidente de la Asociación Médica Argentina a finales del siglo XIX y autor, en español, de la primera descripción de la coccidioidomicosis.

Wernicke

1 n.p. Karl Wernicke (1848-1905): neuropsiquiatra alemán; describió la afasia de Wernicke, el área de Wernicke, la encefalopatía de Wernicke y el síndrome de Wernicke-Kórsakov.

2 n.p. Roberto Wernicke (1852-1922): anatomopatólogo y microbiólogo argentino de ascendencia alemana; describió la coccidioidomicosis [2] o enfermedad de Posadas-Wernicke en 1892.

Obs.: Es incorrecta la forma Wernike. La pronunciación original aproximada es /vérnike/.

Incluso si la búsqueda se hace en sentido inverso: quien consulte la entrada ‘coccidioido-micosis’ en el DTM encontrará una pequeña observación para recordarle que a Alejandro Posadas debemos la primera descripción clínica de la coccidioidomicosis, y a Roberto Wernicke, su caracterización en el laboratorio.

coccidioidomicosis

1 s.f. […]

2 s.f. […]. Obs.: Descrita inicialmente en la Argentina por Alejandro Posadas y Roberto Wernicke.

4.2. Etimología

He explicado ya, hablando de los planteamientos iniciales, que la RANM concede gran importancia a la etimología. En consecuencia, la información etimológica aportada en el DTM supera ampliamente a la que encontramos en cualquier diccionario médico actual, dentro o fuera de España.

No es solo que el DTM incorpore en esta primera edición información etimológica e histórica para cerca de 7 000 términos médicos. Es, sobre todo, que esta información no se limita a explicar el origen de un vocablo especializado, como es costumbre en los diccionarios médicos tradicionales, sino que abarca asimismo su formación, su evolución histórica y la fecha de incorporación a nuestro lenguaje especializado. Porque, para el médico, la etimología no puede limitarse a determinar la procedencia de un vocablo —del griego, del latín, del árabe, de alguna lengua moderna—, sino que debe determinar asimismo el momento de su incorporación al español médico, o al lenguaje internacional de la medicina. Helenismos médicos son, por ejemplo, tanto ‘quirófano’ como ‘arteria’, pero mientras el primero tiene apenas un siglo de uso en medicina, y solo en lengua española, el segundo lo encontramos ya en los Tratados hipocráticos, hace dos mil quinientos años. Veamos cómo aparecen ambos vocablos en el DTM (para simplificar, me limito a reproducir el paréntesis etimológico, que es la información que ahora nos interesa):

quirófano (kheiro(urgíā)- gr. 'cirugía' + (dia)phan- gr. 'transparente' + -os gr.; acuñado en esp. por A. del Busto en 1892)

[…]

arteria (lat. artēria(m) del gr. artēríā ‘tráquea’, ‘arteria’; docum. en Hipócrates; ambos valores docum. en esp. en el s. xv; a partir del s. xvii, casi siempre como ‘arteria’)

[…]

La incorporación de este tipo de información etimológica e histórica no es tarea sencilla, pero la RANM ha contado para ello con un colaborador de excepción. Quienes hablamos español tenemos la enorme fortuna de que el mejor diccionario etimológico de medicina actualmente disponible en Internet esté radicado en España. Me refiero a Dicciomed: diccionario médico-biológico, histórico y etimológico dicciomed.eusal.es. Y su autor, Francisco Cortés Gabaudan, profesor de filología griega en la Universidad de Sala­manca, se ha implicado activamente en el DTM como colaborador técnico para la etimo­logía médica.

Compárense, a modo de ejemplo, los paréntesis etimológicos que incorporan en el DTM tres términos de diversa procedencia —‘tiroides’, de origen griego; ‘yeyuno’, latino, y ‘alcohol’, árabe— con la correspondiente información etimológica ofrecida en uno de los diccionarios médicos más prestigiosos del mundo (Dorland’s Illustrated Medical Dictionary www.dorlands.com) y en el más influyente de nuestros diccionarios generalistas (DRAE, diccionario de la Real Academia Española buscon.rae.es/draeI).

DRAE

tiroides (del gr. θυροειδής)

yeyuno (del lat. ieiūnum)

alcohol (del ár. hisp. kuḥúl, y este    
del ár. clás.
kuḥl)

Dorland

thyroid [Gr. thyreoeidēs, from thyreos oblong shield + eidos form]

jejunum [L. “empty”]

alcohol [Arabic al kuhl, fine powder of antimony or other distilled substance]

DTM

tiroides (gr. thyreoeidēs (khóndros) [thyre- ‘escudo alargado’ + -o- + eide(s) ‘que tiene el aspecto de’] ‘cartílago en forma de escudo’, ‘tiroides’; docum. en Galeno; docum. en fr. desde 1560 thyréoïde; se usó para la glándula en fr. a partir de 1721; véase también -oide)

yeyuno (iēiūnu(m) lat. ‘que ayuna’, ‘yeyuno’; se aplica al yeyuno desde Celso por calco del gr. nēstis, ‘ayuno’, así nombrado por aparecer vacío en las disecciones; docum. en esp. desde 1381)

alcohol (al-koḥ’l ár. ‘polvos de antimonio’, ‘líquido destilado’, ‘alcohol’; en origen significaba ‘polvos de antimo­nio para maquillarse los ojos’, luego se usó para cualquier ‘polvo obtenido por sublimación’ y de ahí a ‘líquido obtenido por destilación’ y más concretamente ‘alcohol’; docum. en esp. desde 1254; del esp. se extendió a otras leng. modernas)

Como puede verse, el DRAE se limita en los tres casos a dar únicamente la lengua de procedencia y el término original (en el caso del griego, sin transliterar, con lo que el médico actual medio probablemente no sabría ni siquiera leerlo). El diccionario de Dorland aporta además el significado del término original, pero no da ningún tipo de información histórica; quien lo consulte sabrá, por ejemplo, que ‘yeyuno’ es de origen latino, pero seguirá con la duda de si es latín del que hablaban los romanos, latín renacentista como el que usaba Vesalio, o latín científico moderno como en el uso farmacológico de la palabra ‘placebo’.

El DTM supera claramente a ambos y combina de modo admirable la información etimológica, lingüística e histórica. De un vistazo, el médico interesado aprende que ‘tiroides’ es griego, desde luego, pero griego de la época de Galeno, y que al español nos llegó, a través del francés, en el Renacimiento para el cartílago, y solo más tarde, en el siglo XVIII, para la glándula endocrina del cuello6. Que ‘yeyuno’ es palabra latina introducida por Celso por calco desde el griego, y que en español constituye voz patrimonial. Y que ‘alcohol’, en fin, es de origen árabe, pero llegó al lenguaje internacional de la medicina a través del español.

4.3. Definiciones

Como en todo diccionario de especialidad, el campo de definición constituye el elemento central de los artículos recogidos en el DTM. Es obvio que, en esta primera edición (apenas 52 000 entradas, correspondientes a algo menos de 30 000 conceptos médicos definidos), nuestro Diccionario no puede competir todavía con los grandes lexicones extranjeros en cantidad, pero sí en calidad. Las definiciones del DTM aventajan claramente en muchos casos a las que encontramos en los diccionarios médicos más acreditados: por homogeneidad y coherencia interna, por claridad de exposición, por actualización según los últimos conocimientos médicos y, de modo muy destacado, por la atención preferente prestada a disciplinas habitualmente postergadas en otros diccionarios: citología e histología, bioquímica y biología molecular, anatomía, bioestadística, dermatología, farmacología.

En las definiciones del DTM han intervenido numerosas personas: académicos numerarios y correspondientes de la RANM, miembros del equipo técnico y médicos colaboradores. Dos han sido los medios princi­pales de que nos hemos servido en el equipo técnico para evitar el grave riesgo de heterogeneidad y disparidad de criterios que comporta esa diversidad de definidores.

En primer lugar, la sistematización y uniformación de términos conceptualmente afines mediante el recurso a plantillas comunes para la definición de estructuras anatómicas (arterias, articulaciones, huesos, ligamentos, músculos, nervios y venas), de bacterias y virus, de fármacos y sustancias químicas, de enzimas, de hormonas, de unidades de medida, de instrumentos y aparatos, de personajes históricos y de formantes etimológicos. De este modo, se garantiza que todos los términos definidos conforme a una plantilla normalizada tengan una definición formada por los mismos elementos, y siempre en el mismo orden. Quien tuviera que definir una arteria del cuerpo humano, por ejemplo, debía utilizar la plantilla anatómica de arterias, en la que se especifica que la definición debe constar de: en primer lugar, el nombre latino en la Terminologia Anatomica entre corchetes, y a continuación el hiperónimo ‘arteria…’ (o ‘cada una de las arterias…’), un calificativo morfológico de longitud o calibre (p. ej. ‘corta’, ‘larga’, ‘gruesa’, etc.), una indicación de situación (p. ej. ‘de la cabeza’, ‘de las extremidades’, ‘del tórax’, etc.), la descripción de su origen, trayectoria y distribución, y por último su subdivisión en ramas.

arteria lingual [ingl. lingual artery]

1 [TA: arteria lingualis] Arteria sinuosa de la boca que se origina en la cara anterior de la carótida externa, a la altura del asta mayor del hioides y encima de la tiroidea superior, se arquea sobre el hioides, recorre la cara profunda del músculo hiogloso y penetra en el macizo muscular de la lengua terminando en su punta, donde se denomina arteria profunda de la lengua o ranina. Aparte de las ramas colaterales suprahioidea y dorsales de la lengua, emite la arteria sublingual para la glándula homónima, el suelo de la boca y las encías.

Sin.: desus.: arteria gustatoria.

En segundo lugar, y más importante, todas las definiciones del DTM, con independencia de quién las hubiera definido inicialmente, pasaron por varias instancias de revisión, entre las que destaca un paso común de corrección, revisión y homogeneización por parte del responsable médico del diccionario, Ignacio Navascués. El mérito de la enorme calidad del DTM en cuanto a concisión, precisión, claridad y propiedad de las definiciones es en buena medida suyo.

Como era de esperar, los términos médicos, hasta los más sencillos en apariencia, aparecen definidos de forma más completa y precisa en el DTM que en cualquier diccionario general de la lengua. Veamos, a manera de ejemplo, la definición que ofrecen para el verbo ‘ingresar’ —solo en su sentido médico habitual, correspondiente al ámbito hospitalario—, el DRAE y el DTM.

DRAE

ingresar (del lat. ingressus)

[…]

2. tr. Meter a un enfermo en un establecimiento sanitario para su tratamiento.

[…]

6. intr. Entrar en un establecimiento sanitario para recibir tratamiento.

DTM

ingresar (ingres(o) [ingressu(m) lat. ‘entrada’] + -ar esp. del lat.; docum. en esp. desde 1604, referido a dinero; referido a enfermos docum. desde 1868)

[…]

2 [ingl. to be admitted, to be hospitalized] v. Entrar en la zona de hospitalización (unidad, servicio, departamento) de un establecimiento sanitario para someterse a estudio diagnóstico, recibir tratamiento o ambas cosas, y permanecer al menos una noche en una cama asignada por el servicio de admisión. Sin.: hospitalizar. Obs.: En esta acepción, el término no se aplica a la entrada del paciente en el área policlínica, en el servicio de urgencias, en el servicio de observación asociado, en el servicio de nefrología para las sesiones de diálisis o en los hospitales de día y de noche ni a los traslados entre servicios.

3 [ingl. to be admitted] v. Entrar en un servicio o departamento de urgencias (o en una unidad anexa, como la de observación o la UVI de urgencias) en estado grave, crítico o mortal, bien para someterse a estudio diagnóstico selectivo y recibir tratamiento inmediato, como paso previo al alta de dicho servicio o a la hospitalización, o bien para certificar la defunción o notificarla al juzgado. Obs.: Frecuente en expresiones como "ingresó cadáver" o "el paciente ingresó en urgencias a las 22:45".

[…]

Como puede apreciarse, la definición del DRAE (básicamente «entrar en un establecimiento sanitario para recibir tratamiento», ya sea en forma transitiva o intransitiva) puede servir tal vez para un contexto muy general, pero resulta insuficiente para un médico en su ejercicio profesional diario. El paciente con insuficiencia renal terminal sometido a sesiones periódicas de hemodiálisis, por ejemplo, acude todas las semanas a un establecimiento sanitario para recibir trata­miento, pero ningún médico diría de él que esté ingresado. Por el contrario, en cualquier hospital puede ingresar un enfermo con fiebre de origen desconocido (FOD) para estudio, sin necesidad de que reciba tratamiento alguno. Es evidente que en la definición del DRAE se ha pasado por alto el requisito de ocupar al menos durante una noche una cama asignada por el servicio de admisión, y se ha pasado también por alto que los enfermos no solo ingresan para recibir tratamiento, sino también para someterse a las más diversas pruebas diagnósticas. Compárese la deficiente defini­ción del DRAE con la mucho más precisa que podemos encontrar en la segunda acepción del DTM, enriquecida con las matizaciones introducidas en la observación. Y compárese también con el sentido especial de ‘ingresar’ que aparece definido en la tercera acepción del DTM, ausente en el DRAE.

Lo he comentado ya antes de pasada, pero me interesa insistir ahora: para las definiciones del DTM hemos primado la precisión y la información especializada sobre el carácter divulgador. Esto, unido al hecho de que las definiciones —que comenzaron siendo muy concisas, de carácter terminológico— fueron adquiriendo mayor extensión y un carácter semienciclopédico conforme fue avanzando la obra, de modo casi espontáneo, hace que el contenido del DTM no sea fácil de entender para quienes carezcan de sólidos conocimientos previos de medicina. Ello puede suponer un inconveniente para la población general, cierto, pero para el médico implica disponer de uno de los mejores diccionarios actuales en cuanto a precisión y actualización de las definiciones.

Puede comprobarse fácilmente confrontando las definiciones que ofrecen para cualquier concepto medianamente complejo el DTM y alguno de los grandes diccionarios médicos estadounidenses; si para la etimología me serví del de Dorland, utilizaré ahora el de Stedman (Stedman’s Medical Dictionary) para el cotejo. Veamos tres parejas de definiciones correspondientes a un concepto quirúrgico fundamental (abdomen agudo), a una metabolopatía (glucogenosis de tipo I o enfermedad de Von Gierke) y a una entidad morfofuncional de gran importancia (lobulillo hepático). Así aparecen definidos en ambos diccionarios:

Stedman

acute abdomen

any serious acute intra-abdominal condition (such as appendicitis) attended by pain, tenderness, and muscular rigidity, and for which emergency surgery must be considered. Syn: surgical abdomen.

DTM

abdomen agudo [ingl. acute abdomen]

1 [CIE-10: R10.0] Síndrome abdominal de causa muy diversa (peritonítica, traumática, obstructiva, vascular, mixta), caracterizado fundamentalmente por un dolor, casi siempre agudo en su cronología e intensidad, acompañado de otras manifestaciones intraabdominales, en particular alteraciones inespecíficas del tránsito gastrointestinal (vómitos, deten­ción del tránsito, diarrea) y deterioro progresivo y grave del estado general. Exige una exploración física y un diagnóstico diferencial rápidos por parte del médico y suele precisar tratamiento quirúrgico urgente. Se distingue un abdomen agudo quirúrgico o verdadero y un abdomen agudo médico (también llamado falso o seudoabdomen agudo), que aparece en afecciones sistémicas (infecciosas, hematológicas, vasculares, endocrinas, metabólicas, yatrógenas, tóxicas), en afecciones abdominales (cóli­cos, linfadenitis mesentérica aguda inespecífica, úlcera péptica, etc.) y en pro­cesos extraabdominales (hematoma de la vaina de los rectos, afecciones pleuropul­monares, crisis coronaria, neuritis y neuralgias intercostales, etc.).

Sin.: abdomen quirúrgico, abdominopatía aguda, síndrome abdominal agudo, síndrome abdominal quirúrgico, síndrome abdominal urgente.

Obs.: Puede suscitar rechazo por considerarse anglicismo impropio y confuso; pero ninguna de las alternativas propuestas se ha impuesto aún en la práctica; probablemente, porque, hasta que se descubre la causa del dolor, este término facilita notablemente la comuni­cación entre los médicos responsables del paciente. Si la causa del dolor agudo es traumática, no suele utilizarse la expre­sión de "abdomen agudo". No debe confundirse con  peritonismo.

Stedman

type 1 glycogenosis

glycogenosis due to glucose 6-phosphatase deficiency, resulting in accumulation of excessive amounts of glycogen of normal chemical structure, particularly in liver and kidney. Syn: Gierke disease, von Gierke disease, glucose-6-phosphatase hepatorenal glyco­genosis.

DTM

enfermedad de Von Gierke [ingl. Von Gierke’s disease, glycogen storage disease type I]

1 Glucogenosis de herencia autosómica recesiva de la que se conocen cuatro tipos. El tipo Ia, el más común, se debe a una deficiencia hepática, renal e intestinal de la enzima glucosa-6-fosfatasa, cuyo gen se encuentra en 17q21; cursa con retraso del crecimiento, hepatomegalia, hipoglucemia, hiperuricemia, hiperlipidemia y acidemia láctica. El tipo Ib, más grave pero menos frecuente, obedece a una deficiencia de glucosa-6-fosfato-translocasa, cuyo gen se sitúa en 11q23; además de la clínica anterior, se asocia a esplenomegalia e infecciones recurrentes por neutropenia y función defectuosa de los neutrófilos. Los tipos Ic y Id se deben a carencias de las enzimas fosfotranslocasa y glucosa-translocasa, que intervienen en el transporte microsomal de los fosfatos y la glucosa, respectivamente. Con el diagnóstico precoz mediante análisis de mutaciones y el tratamiento ha mejorado el pronóstico de estos enfermos, que antes morían a temprana edad. Los adenomas hepáticos, con posible malignización, y la enfermedad renal constituyen las complicaciones tardías más graves.

Sin.: deficiencia de glucosa-6-fosfatasa, déficit de glucosa-6-fosfatasa, glucogeno-sis hepatorrenal, glucogenosis de tipo I; desus.: glucogenosis de Von Gierke, hepatomegalia glucogénica, hepatonefromegalia glucogénica, síndrome de Von Gierke.

Obs.: La enfermedad descrita por Von Gierke se categorizó inicialmente como "glucogenosis de tipo I", pero en la actualidad se considera que constituye solo un subtipo de esta, la glucogenosis de tipo Ia. La preferencia por "enfermedad de Von Gierke" o "glucogenosis de tipo I" depende de los gustos personales. Puede verse también "enfermedad de Gierke" o, en desuso, "enfermedad de Van Creveld-Von Gierke". ║ → (Obs.) Von Gierke.

Stedman

lobules of liver

the conceptual polygonal histologic unit of the liver consisting of masses of liver cells arranged around a central vein, a terminal branch of one of the hepatic veins; at the periphery are located preterminal and terminal branches of the portal vein, hepatic artery, and bile duct; hepatic lobules have anatomic reality in pig liver or pathologically in humans, when fibrous septa are present. Syn: hepatic lobule, lobulus hepatis [TA].

DTM

lobulillo hepático [ingl. hepatic lobule]

1 Unidad estructural y funcional del hígado que correlaciona la organización de los componentes estructurales del mismo (epitelio glandular, vasos sanguíneos y vías biliares intrahepáticas) con las distintas funciones endocrina, exocrina y metabólica desarrolladas en el hígado. Existen tres modelos de lobulillo hepático: el lobulillo clásico que destaca el carácter endocrino del hígado y cuyo eje central es la vena centrolobulillar; el lobulillo portal, que destaca el carácter exocrino del hígado y cuyo eje central es el conducto biliar interlobulillar, y el ácino hepático, que destaca el carácter metabólico del hígado y cuyo eje central está formado por las ramas terminales de la arteria hepática y la vena porta y por las ramas biliares que drenan al conducto biliar interlobulillar. En la especie hu­mana, los lobulillos hepáticos no están delimitados por septos conjuntivos. La estructura del hígado puede organizarse utilizando cualquiera de los modelos de lobulillos.

2 [TA: lobulus hepatis] Fracción de parénquima hepático en la que la sangre drena a través de una vena central o centrolobulillar que es una rama terminal del árbol venoso suprahepático. En el corte histológico sus límites están representados por el hexágono imaginario que resulta de unir por líneas rectas los espacios porta que rodean a una vena central o centrolobulillar, la cual constituye el eje estructural y funcional del lobulillo. La circulación sanguínea es centrípeta desde los vasos sanguíneos de los espacios porta hasta la vena central y la circulación biliar es centrífuga desde las láminas de hepatocitos hasta el conducto biliar interlobulillar de los espacios porta. El lobulillo clásico destaca el carácter endocrino del hígado. Sin.: lobulillo clásico, lobulillo hepático clásico.

Obs.: Por semejanza de campo temático, existe riesgo importante de confusión entre ambas acepciones. No debe confundirse con lóbulo hepático ni con ácino hepático.

En mi opinión, las definiciones del DTM no tienen nada que envidiar a las del renombrado diccionario médico estadounidense, más bien al contrario.

4.4. Sinonimia y polisemia

Tanto la sinonimia (distintos nombres para designar un mismo concepto) como la polisemia (un mismo término con distintos significados) son dos de los principales escollos con que tropieza el médico que busca utilizar de forma precisa su lenguaje especializado. Por ese motivo, la RANM ha puesto especial énfasis en conseguir un diccionario especialmente completo en este sentido.

Los vocablos polisémicos se recogen en toda su amplia variedad de acepciones vigentes en medicina y ciencias afines. Un buen ejemplo puede ser el artículo corres­pondiente al adjetivo ‘agudo’, que reproduzco a continuación.

agudo, -da (lat. acūt-u(m)/-a(m) [acū- ‘aguzar’ + -t-um/-am] ‘agudo’, aplicado ya a enfermedades; término patrimonial, docum. en cast. mediev. desde 1140)

1 [ingl. acute] adj. Aplicado a una enfermedad o situaciones afines (por ejem­plo, una complicación o una fase de una enfermedad): que comienza de manera brusca, cursa con manifestaciones clínicas intensas y evoluciona de forma relativamente rápida y breve. Obs.: A menudo, se califica una enfermedad como aguda solo con presentar una de las características señala­das.

2 [ingl. acute] adj. De las enfermedades agudas o relacionado con ellas. Obs.: Se aplica, por ejemplo, al paciente que padece una enfermedad aguda, o en la expresión abdomen agudo. Puede suscitar rechazo por considerarse impropio su uso en este sentido.

3 [ingl. sharp, acute] adj. Aplicado a un dolor: intenso y penetrante.

4 [ingl. sharp-pointed, acute] adj. Aplicado a una estructura anatómica o a un instrumento: acabado en punta, punzante o afilado.

5 [ingl. keen, acute] adj. Aplicado a un sentido: muy desarrollado.

6 [ingl. clever, acute] adj. Aplicado a una persona, a su personalidad o a su comportamiento: sutil, perspicaz o gracioso.

7 [ingl. high-pitched] adj. Aplicado a un sonido: con alta frecuencia de vibraciones. Sin.: alto. Obs.: Generalmente por contraposición a grave [4].

8 [ingl. short-term] adj. Aplicado a un tratamiento: breve, de corta duración. Obs.: Puede suscitar rechazo por considerarse impropio su uso en este sentido.

9 [ingl. single-dose] adj. Aplicado a un tratamiento: que consta de una sola dosis. Obs.: Puede suscitar rechazo por considerarse impropio su uso en este sentido.

10 [ingl. emergency, acute] adj. Aplicado a un tratamiento: urgente. Obs.: Puede suscitar rechazo por considerarse impropio su uso en este sentido.

11 [ingl. acute-phase] adj. Aplicado a un tratamiento: que combate la fase aguda (crisis o reagudización) de una enfermedad crónica. Obs.: Puede suscitar rechazo por considerarse impropio su uso en este sentido.

12 [ingl. acute] adj. Aplicado a la toxicidad de un medicamento: que evoluciona de forma relativamente rápida y breve.

13 [ingl. acute] adj. Aplicado a la toxicidad de un medicamento: que aparece tras una única dosis. Obs.: Puede suscitar rechazo por considerarse impropio su uso en este sentido.

Obs.: Se recomienda precaución con este término, que se usa con significados muy distintos.

Es simplemente una muestra, pues la exhaustiva cobertura de la polisemia en el DTM puede apreciarse bien asimismo en otras muchas entradas, como ‘cadena’, ‘célula intersticial’, ‘depósito’, ‘fibra’, ‘frontal’, ‘gota’, ‘inversión’ ‘máscara’, ‘pico’, ‘prueba’, ‘puente’, ‘reducir(se)’, ‘sensible’ y ‘vía’.

En cuanto a la sinonimia, el DTM incorpora, ya en esta primera edición, cerca de 35 000 sinónimos y variantes (incluidos sinónimos arcaicos o históricos, términos coloquiales, formas incorrectas o desaconsejadas, y variantes gráficas o morfológicas). Por ejemplo, en las entradas ‘esfigmomanómetro’ y ‘tifus exantemático’:

esfigmomanómetro

[…]

Sin.: baumanómetro, tensiómetro, tonómetro; desus.: esfigmotonómetro, hemodinamómetro.

Obs.: Son incorrectas las formas esfignomanómetro y esfingomanómetro.

tifus exantemático

[…]

Sin.: tifus clásico, tifus epidémico, tifus europeo, tifus petequial, tifus por Rickettsia prowazekii, tifus transmitido por piojos; coloq.: tabardillo; desus.: dermotifus, enfermedad de Hildebrand, fiebre maculosa, peste de Santos Gil, tabardillo pintado.

Obs.: Con frecuencia abreviado a "tifus"; puede verse también "tifo exantemático", variante en desuso.

Dado que la mayor parte de los sinónimos tienen también entrada propia en el diccionario, con remisión al correspondiente término preferente, el médico encontrará siempre el artículo buscado con independencia del término por el que acuda a consultarlo. Esto es, quien acuda a buscar ‘tensiómetro’, en la letra T, encontrará una remisión a ‘esfigmomanómetro’, en la letra E; o quien acuda a buscar ‘tabardillo’ encontrará una remisión a ‘tifus exantemático’.

tabardillo (tabard(o) esp. ‘capa de mucho abrigo’ + -illo esp. ‘pequeño’; aplicado al tifus, por cubrir sus erupciones todo el cuerpo como un tabardo; docum. en esp. desde 1570)

1 s.m. coloq. = tifus exantemático.

2 s.m. coloq. = tifus murino.

Obs.: Puede verse también "tabardete", variante en desuso.

Algo parecido sucede con las variantes ortográficas: quien busque ‘soriasis’ por la letra S encontrará una remisión a ‘psoriasis’ (en la letra P), o quien busque ‘eczema’ encontrará una remisión a ‘eccema’. Y también con los términos complejos de alfabetización dudosa: en otros diccionarios, el médico suele dudar entre buscar la expresión in vitro por la letra I o por la letra V, buscar ‘recién nacido’ por la R o por la N, o buscar ‘doble papada’ por la D o por la P; en el DTM, todas estas expresiones tienen entrada duplicada, con remisión de una a la otra, lo cual facilita su uso entre médicos y otros científicos, por lo común poco familiarizados con las convenciones lexicográficas.

bloque [en]

1 = en bloque.

en bloque [ingl. en bloc]

1 En cirugía oncológica y aplicado a una extirpación: en una sola pieza que comprende el tumor y las estructuras o vísceras adyacentes que sean necesarias, incluidos los ganglios linfáticos regionales.

4.5. Carácter normativo y didáctico

Al médico se le plantean constantemente dudas e interrogantes en el uso de los términos y conceptos especializados en todos los ámbitos científicos. Ha sido voluntad de la RANM que el DTM, amén de contemplar el uso real, contenga abundante información normativa sobre usos, incorrecciones, ortografía y otros aspectos relacionados con el lenguaje médico, de tal modo que se convierta en un medio útil y sencillo para que el médico de habla hispana pueda resolver sus dudas. El DTM desempeña eficazmente esta función gracias a la incorporación de 27 000 obser­vaciones de utilidad práctica. En los límites del presente artículo resulta imposible, desde luego, comentarlas con detenimiento; me limitaré, pues, a presentar de forma sinóptica una pequeña selección de ellas.

Algunas observaciones alertan al lector frente al riesgo de confusión entre términos parecidos o conceptos afines:

ácido valproico

[…]

Obs.: […] En medicina y farmacología, los términos "valproato" y "ácido valproico" suelen utilizarse de forma intercambiable, pues lo que se administra como medicamento es un valproato (cálcico, magnésico o sódico), pero su principio activo, generado en el medio fisiológico, es el ácido valproico.

fiebre intermitente

[…]

Obs.: No debe confundirse con fiebre remitente ni con fiebre recurrente [1].

uretrostomía
[…]
Obs.: No debe confundirse con
uretro­tomía ni con ureterostomía.

En otros casos, sirven para explicar al lector de manera resumida diversas recomendaciones prácticas de uso:

centro de cuidados paliativos

[…]

Obs.: La preferencia por "centro de cuidados paliativos" o "unidad de cuidados paliativos" depende del contexto; suele utilizarse "unidad de cuidados paliativos" si está incluida dentro del organigrama de un centro sanitario, pero "centro de cuidados paliativos" si funciona de manera autónoma o independiente.

mongolismo

1 = síndrome de Down.

Obs.: En el registro especializado es ya voz en desuso; no se utiliza apenas desde 1970 por considerarse peyorativa.

ostomía
[…]
Obs.:
Puede suscitar rechazo por considerarse erróneo desde el punto de vista etimológico. A partir del griego στóμα, "boca", la forma correcta hubiera debido ser "estomía"; pero en el uso se ha impuesto claramente la forma "ostomía", por influencia de la o interpuesta en vocablos compuestos como "gastrostomía", "colostomía", "enteros­tomía" o "urostomía"; es posible también una pequeña influencia del latín ostium, "orificio
".

soja
[…]
Obs.:
Puede verse también "soya". La preferencia por una u otra variante depende del país. En España, Argentina, Paraguay y Uruguay se usa preferentemente la forma "soja"; en el resto de América, "soya" (que es la forma etimológica).

Un tercer grupo de observaciones atañen a las normas gramaticales, ortográficas o tipográficas de interés para la redacción de textos médicos y científicos:

°C
[…]
Obs.:
No debe confundirse el símbolo de grado (°) con la o voladita (º) de los teclados de ordenador.
Este símbolo se escribe separado por un espacio de la cantidad numérica precedente; por ejemplo, 27,4 °C.

diazepam
[…]

Obs.: El uso de z antes de e no se ajusta a la norma ortográfica general en español, pero la forma "diacepam", ajustada a la norma, es de uso minoritario; más raramente, puede verse también "diazepán" y "diacepán".

prion
[…]

Obs.: Tras la reforma ortográfica del año 2010, la RAE únicamente admite la grafía "prion", sin tilde; hasta ese momento, no obstante, era más frecuente la grafía con tilde, "prión", que reflejaba la pronunciación con hiato; en cualquier caso, el plural fue siempre "priones", sin tilde. No debe confundirse con pion.

psic-
[…]
Obs.:
Adopta la forma "psico-" cuando va seguido de consonante, como en "psicofármaco", "psicógeno", "psicometría", y la forma "psiqu-" cuando va seguido de las vocales e o i, como en "psique", "psiquiatría", "psiquismo".
La p inicial es muda, excepto en casos de pronunciación afectada. Para todos los vocablos que incorporan este formante, en el ámbito de la medicina sigue siendo muy marcada la preferencia por las formas etimológicas "psic(o)-" y "psiqu(i)-" sobre las formas fonéticas simplificadas "sic(o)-" y "siqu(i)-", que, aun siendo también correctas en español, están desprestigiadas en el lenguaje especializado y casi no se usan entre médicos.

zóster
[…]
Obs.:
La acentuación etimológica aguda "zoster" es hoy minoritaria, y ha desapa­recido casi por completo en el lenguaje oral.
La RAE admitió tradicionalmente solo la acentuación etimológica "zoster", pero en 1992 admitió también la forma llana "zóster", que desde el año 2001 es ya la única que registra.

Se ha prestado asimismo especial atención a los problemas que plantean la escritura y la pronunciación de palabras o nombres extranjeros, tan frecuentes en el lenguaje de la medicina:

Bence Jones   
[…]
Obs.:
La pronunciación original aproximada es /bens yons/, pero en España se oye también /bénze yons/.
Puede verse también Jones; es incorrecta la grafía con guion (Bence-Jones), pues no se trata de dos médicos distintos, sino del apellido compuesto de un mismo médico.

flutter
[...]
Obs.:
Se escribe en cursiva y sin tilde, por tratarse de una palabra inglesa; entre hispanohablantes, se pronuncia /fláter/ o /flúter/.
Puede verse también castellanizado a "flúter", que es variante infrecuente y considerada asimismo anglicismo innecesario. La RANM desaconseja el uso de extranjerismos innecesarios.

Ogino
[…]
Obs.:
La pronunciación original aproximada es /oguíno/, pero entre hispanohablantes se oye mucho más /ojíno/.
Su apellido natal era Nakamura, pero en 1901 fue adoptado por la familia Ogino. En Japón, la forma habitual de escribir los nombres es con el apellido en primer lugar: Ogino Kyusaku.

Van Leeuwenhoek      
[…]
Obs.: La pronunciación original aproximada es /fan légüenjuk/, pero entre hispanohablantes se oyen muchas otras variantes de lo más diverso, como /lívanjoek/ o /legüenjóek/.
Puede verse también Leeuwenhoek; las formas Van Leuwenhoek y Leuwenhoek son incorrectas. La preposición van se escribe en minúsculas si va precedida del nombre de pila (Anton van Leeuwenhoek), pero con mayúscula inicial en caso contrario ("los escritos de Van Leeuwenhoek"). Su nombre de pila se castellanizó antiguamente (Antonio Leeuwenhoek), pero esta costumbre es hoy minoritaria.

Y tenemos, por último, un nutrido grupo de observaciones destinadas a señalar errores frecuentes, traducciones incorrectas o formas viciadas, que se muestran gráficamente al lector con el recurso a una línea horizontal de tachado:

área
[…]
Obs.: Como sustantivo femenino que comienza por /a/ tónica, va precedido en el singular por los artículos 'el' y 'un' y los adjetivos indefinidos 'algún' y 'ningún', aparentemente masculinos. Pero no pierde por ello su carácter de sustantivo femenino; debe decirse:
"esta área" (este área), "las áreas" (los áreas), "una gran área" (un gran área) y "el área auditiva" (el área auditivo). Pese a lo dicho, es muy frecuente su uso erróneo con género masculino.

esperma (lat. tardío sperma del gr. spérma ‘semilla’, ‘esperma’; docum. en esp. desde 1251)

1 s.m. = semen.

Obs.: La RAE admite también su uso con género femenino, que carece de justificación histórica o etimológica, y es muy raro entre médicos; la RANM lo desaconseja: la esperma. sss Es error frecuente el uso inco­rrecto de esperma en el sentido de "  esper­matozoide, por influencia del inglés sperm (espermatozoide).

salmonela
[…]
Obs.:
Es incorrecta la forma salmonella.
Es error frecuente el uso incorrecto de salmonela con el sentido de "  salmonelosis.

* * *

Diseño original de nueva planta, etimología, definiciones, sinonimia y polisemia, y observaciones de carácter normativo o didáctico: cinco aspectos en los que el DTM descuella claramente de otros diccionarios médicos actuales. No parece exagerado afirmar, pues, que el Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina marca un hito de alcance histórico dentro de la lexicografía médica española. La RANM puede sentirse satisfecha de la tarea realizada; que, por cierto, no es más que el principio. Es de esperar que en futuras ediciones el DTM continúe creciendo en envergadura y consiga llevar a plenitud estas y otras de sus características más destacadas.

5. Bibliografía e información complementaria sobre el DTM en la Red

Como es lógico, tratándose de una obra todavía inédita, la bibliografía crítica sobre el DTM es aún muy escasa. Es de suponer que aumentará de modo considerable a partir de septiembre, cuando el diccionario llegue a las librerías de todo el mundo, pero sí disponemos ya de algunos artículos que pueden tener cierto interés para el lector deseoso de conocer mejor esta obra.

Hipólito Durán Sacristán (2006), «El Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina: un proyecto largamente acariciado que pronto será realidad», 275-278 en Panace@ 7.24:  medtrad.org/panacea/IndiceGeneral/n24_
tribuna-d.sacristan.pdf
.

La primera ocasión en que el proyecto del DTM se presentó con detalle fuera de la propia Academia fue posiblemente este artículo aparecido en el número monográfico de la revista Panace@ sobre lexicografía médica, allá por el año 2006. Algunos detalles serán finalmente algo distintos en el DTM impreso, pero en conjunto puede comprobarse cómo, cinco años atrás, la planta del diccionario estaba ya prácticamente trazada en sus líneas generales.

En enero del 2009, la Real Academia Nacional de Medicina comenzó a publicar un boletín informativo cuatrimestral, Actualidad de la RANM, que puede descargarse en PDF desde el portal institucional de la Academia. Pues bien, desde el primer número el boletín ha contado con una sección fija dedicada al DTM; sigue una selección de los principales artículos publicados en ella:

Hipólito Durán Sacristán (2009), «Diccionario de términos médicos», 14 en Actualidad de la RANM 1:
www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

Fernando A. Navarro (2009), «La etimología en el Diccionario de la RANM», 12-13 en Actualidad de la RANM 2:
www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

Fernando Pardos (2009), «De Babel a la norma: las terminologías normalizadas en medicina, biología y ciencias afines», 18-19 enActualidad de la RANM 3:
 
www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

Fernando A. Navarro (2010), «La RANM entronca con la historia de la lexicografía médica española», 18-19 en Actualidad de la RANM 4:
 
www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

Fernando Pardos / Fernando A. Navarro (2010), «La normatividad en el Diccionario de la RANM», 18 en Actualidad de la RANM 5:
www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

Fernando A. Navarro (2010), «Médicos y personajes históricos en el Diccionario de la RANM», 22-23 en Actualidad de la RANM 6: www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

Ignacio Navascués Benlloch (2011), «Sobre las definiciones del Diccionario de términos médicos (DTM)», en Actualidad de la RANM 8: [en imprenta]
 
www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

En el boletín académico se informó también en su momento de la sesión científica celebrada en la sede de la RANM el pasado 5 de octubre. En ella, el equipo técnico presentó la obra a los académicos de número y correspondientes que habían venido colaborando en la redacción del DTM, y se proyectó también el vídeo institucional de presentación del diccionario, todavía activo en YouTube:

Real Academia Nacional de Medicina (2010), «DTM: el proyecto enfila la recta final», 23-24 en Actualidad de la RANM 6:
www.ranm.es/publicaciones/boletin-de-actualidad.html.

Real Academia Nacional de Medicina. Vídeo de presentación del Diccionario de términos médicos. www.youtube.com/watch?v=JJ5J1-ZDp2E.

En abril, Diario Médico publicó una entrevista con el presidente de la RANM sobre la inminente publicación del DTM:

Entrevista con Manuel Díaz-Rubio, presidente de la RANM: «Un diccionario de términos médicos para preservar el lenguaje correcto». Diario Médico, 18 de abril del 2011: pág. 20. [Existe también versión electrónica, con acceso gratuito restringido a usuarios registrados de diariomedico.com:  
www.diariomedico.com/2011/04/18/area-profesional/entorno/
diccionario-de-terminos-medicos-para-preservar-lenguaje-correcto
].

Por último, quien esté interesado en adquirir la obra, encontrará información actualizada en la página del DTM en el portal corporativo de Editorial Médica Panamericana: www.medicapanamericana.com/landings/Diccionario-de-Terminos-Medicos
-DTM.aspx. Entre otras cosas, esta página ofrece la posibilidad de inscribirse para recibir por correo electrónico un aviso personalizado en el momento en que la obra esté publicada. Otra posibilidad para mantenerse informado es apuntarse a las cuentas de seguimiento continuo de Panamericana en redes sociales como Facebook: www.facebook.com/EditorialMedicaPanamericana y Twitter: twitter.com/#!/
@panamericanaesp
.

Agradecimientos

Quien consulte el Diccionario de términos médicos percibirá de inmediato que se halla no ante un diccionario de autor, sino ante una obra colectiva en la que se ven reflejados los anhelos de los médicos que nos precedieron en el empeño, ofrece respuesta a las necesidades y el sentir de la sociedad actual, y al tiempo se muestra abierta al desarrollo futuro del lenguaje médico en los países de habla hispana. No podía ser de otra forma, creo, tratándose de un diccionario que la Real Academia Nacional de Medicina vislumbró desde un principio como un hito en la historia de la lexicografía médica española, que después de varios siglos vuelve a rayar a la altura que merece una lengua hablada por más de cuatrocientos millones de personas en todo el mundo…, y por más de un millón de médicos.

Ante una obra así, de carácter colectivo y multigeneracional, es del todo imposible escribir un párrafo de agradecimientos y no dejarse muchos nombres en el tintero. Para el bien nacido, no obstante, eso nunca puede ser óbice para apuntar cuanto menos algunos nombres con los que mayor deuda de agradecimiento he contraído en estos seis últimos años. Para empezar, los dos presidentes de la RANM en este período: Amador Schüller Pérez, ya fallecido, y, en la actualidad, Manuel Díaz-Rubio García. También en la RANM, Antonio García Pérez, impulsor y primer director académico del DTM hasta su muerte en el año 2002; Hipólito Durán Sacristán, director académico de esta primera edición; Antonio Campos Muñoz y Luis García-Sancho Martín, directores adjuntos, y una larga lista de académicos de número y correspondientes que han colaborado en la redacción y revisión de entradas, entre los que me gustaría destacar a Carlos Seoane Prado y a Pedro Lorenzo Fernández. Por parte de Panamericana, en Madrid y Buenos Aires, Hugo Brik, Horacio Argente, Alejandro Maveroff, Damián Vázquez y Carmen Triguero, entre otros. Pasando a los colaboradores más estrechos del equipo técnico, sé que es un tópico manido, pero ciertamente el DTM no hubiera sido posible sin las aportaciones de María Luisa Clark, Francisco Cortés Gabaudan y, de modo muy especial, Maite Sánchez Safont. Ni, desde luego, sin el apoyo afectivo y profesional, desde el primer momento, de los integrantes del equipo técnico del DTM, mis compañeros Ignacio Navascués Benlloch, Fernando Pardos Martínez, Carmen Remacha Martínez y Cristina González Sánchez.

Son más, muchos más, desde luego, quienes han dejado mayor o menor impronta en el Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina: gran parte de ellos aparecen mencionados en la página de créditos del diccionario. A todos, en cualquier caso, deseo expresar mi agradecimiento sincero.

Fernando A. Navarro
Traductor médico (Cabrerizos, Salamanca)
fernando.a.navarro@telefonica.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 Real Academia Nacional de Medicina (2004), «Manifiesto de apoyo al proyectado diccionario de la RANM», 254 en Panace@ 17-18: tremedica.org/panacea
/IndiceGeneral/n17-18_entremes-RANM.pdf
.
2 Bertha M. Gutiérrez Rodilla (1999), La constitución de la lexicografía médica moderna en España, Toxo-Soutos, La Coruña.
3 Desde su creación en el siglo XVIII, la RANM cuenta entre sus funciones la elaboración de un diccionario especializado, que por diversas razones había venido posponiéndose hasta la fecha. Valgan a modo de muestra dos pasajes estatutarios, en distinto siglo. El primero de ellos, tomado del Plan de ocupación en que deberá emplearse la Real Academia Médica de Madrid (1796), señala entre sus funciones institucionales «la formación de la nomenclatura o explicación de las voces técnicas españolas mejorando la que hasta ahora se ha ejecutado, defectuosa en la actualidad por la ignorancia de la medicina y ciencias naturales propias del Instituto de la Academia». El segundo, tomado del Real Decreto de 28 de abril de 1861, con el Nuevo reglamento para la Real Academia de Medicina de Madrid, especifica ya en el título I (Del objetivo de la Academia) las siguientes ocupaciones: «[…] fomentar el progreso de la medicina española, publicar su historia bibliográfica, formar la geografía médica del país y un diccionario tecnológico de la medicina».
4 El programa se describe en el cibersitio corporativo de TLex tshwanedje.com/ tshwanelex, y también en el artículo de Ignacio Navascués Benlloch (2009), «TshwaneLex, una aplicación lexicográfica singular», 93-97 en Panace@ 10 (29): tremedica.org/panacea/IndiceGeneral/n29_tribuna-Benlloch.pdf.
5 Pienso, por ejemplo, en el Diccionari enciclopèdic de medicina (Barcelona, 2000) o en el Diccionario galego de termos médicos (Santiago de Compostela, 2002); ninguno de ellos, por cierto, especialmente innovador en cuanto planta lexicográfica.
6 Obsérvese, por cierto, que el DRAE solo recoge una acepción para ‘tiroides’; a saber, «se dice de una glándula endocrina de los animales vertebra­dos […]»; el cartílago tiroides, descrito varios siglos antes que la glándula homónima, parece no existir aún para nuestro diccionario académico.
 

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