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COLABORACIONES


Agency: ¿otra palabra vacía?

A raíz de una consulta enviada al foro de terminología de Tremédica, nos llamó la atención un artículo de investigación publicado en el número de diciembre de 2010 de la Revista Panamericana de Salud Pública1, en el que se analizan los factores maternos que pueden ser determinantes en la incidencia de la diarrea infantil. Para uno de estos factores los autores emplean la expresión maternal agency, que definen de la siguiente manera:

Components of the maternal agency factor include those that identify how a woman formulates strategic choices […] controls resources that effect important life outcomes. […] This paper considers agency not simply as an end product that measures a woman’s current extent of agency but as a process that incorporates access to factors that may increase their agency. Therefore, this paper defines agency as the ability to utilize and control resources, to make choices, and to formulate and act on ideas that prioritize personal opinion, needs, and well-being. With this definition in mind, mobility control, decision control, financial control, attitudes about domestic violence, and the nature of the woman’s relationship with her husband have been identified as central themes from which to base variable selection.

A simple vista no se percibe el vínculo directo entre la diarrea infantil y las actitudes de las madres frente a la violencia doméstica o la priorización de sus opiniones personales, y tampoco los autores se esfuerzan mucho por aclarar el motivo de la asociación que hacen. Releyendo cuidadosamente esas abstrusas explicaciones, surge la duda de cómo verter al español lo de maternal agency. Tal vez «poder de decisión», «capacidad de actuación (o para actuar)». Pero quizá sea más que eso; quizá sea más que la capacidad de acción o de toma de decisiones; quizá quieran reflejar la idea de que la madre se hace cargo y gestiona todo su entorno. ¿Qué tal «factor de empoderamiento materno»? Cualquiera de estas expresiones parece explicarlo.

Menos explicable es el tipo de texto, el lenguaje que se utiliza, el que los autores consigan publicar sus reflexiones del modo en que lo hacen en esas pocas líneas. De ellas ni siquiera puede adivinarse cuál es el tema que pretenden tratar, el de la mortalidad por diarrea infantil. Son tan oscuras, tan hiperbólicas, tan pretendidamente académicas, tan vacías, que resultan intercambiables, utilizables en cualquier tema de investigación sobre cualquier asunto. Son un ejemplo de lo que no debe ser la redacción científica.

Al pensar en la mortalidad infantil por diarrea, en primer lugar nos vienen a la mente imágenes de países pobres o poco desarrollados, zonas remotas en las que se tiene poco acceso a los medios de higiene básica, y todavía menos recursos. Por ejemplo, unos pueblecitos del Estado de México, en los cuales médicos jóvenes prestan un año de servicios sociales. Algunas de las mujeres que acuden a aquella consulta, habitualmente por causa de sus hijos, caminan una jornada para llegar desde su aldea. Aquellas mujeres no necesitan que les definan el concepto de maternal agency con palabras hueras y rimbombantes, sino que les den unos sobrecitos de hidratación oral. O que les expliquen que tienen que hervir el agua que van a usar para hacerles algún emplasto de hierbas a sus hijitos. Y la relación con sus maridos llevan siglos padeciéndola, antes de que estos investigadores la «identificaran como tema central» desde sus nobles despachos enmoquetados. Las pobres ignoran lo que es «actuar sobre ideas que prioricen su opinión personal». ¡Cómo van así a levantar cabeza!

Lo que sí les resulta útil o, más que útil, vital, es la actuación de «la Prodiaps», que es como llaman a la enfermera del pueblo, dándole el nombre del programa («promoción de atención primaria a la salud, Prodiaps»). Ella es la que conoce los entresijos de su comunidad, las necesidades y las carencias de aquellos niños y sus madres. Y los médicos cambian cada año, pero ella vive allá.

En el discurso pronunciado por Mario Vargas Llosa en diciembre de 2010 al recibir el premio Nobel aparece una frase (en cursiva) que entronca con nuestra posición:

La ficción […] es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa.

El determinante social de las enfermedades diarreicas es la falta de higiene y la pobreza, además de la indiferencia de los poderosos, y esas circunstancias van de la mano de otras carencias que, desde luego, afectan a la madre. Centrar la atención en cuestiones marginales al problema esencial o en constructos teóricos no es lo más acertado, porque no da resultados aplicables a la realidad. Es una lectura estrecha de lo que sucede, con formulaciones tan rebuscadas que no hay quién las entienda. Es el «pragmatismo reductor de los especialistas» que menciona Vargas Llosa.

En nuestro colectivo hacen falta más reflexiones sobre el contenido de lo que traducimos, porque nos afecta. Para la comunicación no somos simples correas de transmisión. Es la eterna cuestión: ¿nuestro trabajo se limita a traducir? ¿Es legítimo que nos detengamos a evaluar los textos? ¿Tenemos capacidad de cuestionar los contenidos? Los extractos del artículo mencionado suenan vacuos, pero ¿no será que no los captamos en su totalidad?

Bueno, ¿y si optamos por traducir maternal agency por un concepto doble, como «capacidad de decisión y acción de la madre»? Irían ahí reunidos ambos elementos, el poder de decisión y la libertad para tomar decisiones en base a ella. (¡Esto se complica!)

Con frecuencia nos enfrentamos a términos más bien ambiguos pero ampliamente utilizados en determinadas esferas. En este caso, en cambio, nos parece inadecuado el tono de los autores del artículo, precisamente para la Revista Panamericana de Salud Pública. ¿A quiénes pretenden dirigirse? ¿A las madres de Haití? ¿A las jovencitas de Tlalnepantla? En muchos casos tendrán que comenzar por alfabetizarlas. ¡Qué pena, que la Revista se convierta en algo tan elitista y tan alejado de la realidad!

Cierto es que los destinatarios de la Revista Panamericana de Salud Pública son más bien las autoridades sanitarias. En ese sentido, más allá del lenguaje rebuscado, está la esencia de reconocer que enfocar las políticas de salud en las mujeres da buenos resultados. ¿Por qué? Porque la gran mayoría de las mujeres, a pesar de vivir en un ambiente de pobreza, desean lo mejor para sus hijos y están dispuestas a hacer grandes sacrificios por su familia, como lo han demostrado programas de microcréditos otorgados a las mujeres. Y, a veces, pequeñas acciones tienen grandes consecuencias. «Enfocar las políticas de salud en las mujeres da buenos resultados». Sí, esa es la esencia. Pero... ¿por qué se entiende esta última frase, mientras que no se entiende el lenguaje de los investigadores? Llamemos las cosas por su nombre.

También es cierto que el concepto de agency se utiliza desde hace tiempo en filosofía, psicología y sociología, como también en economía. He aquí dos ejemplos:

1) Provoking Agents: Gender and Agency in Theory and Practice: http://tinyurl.com/2a8t622.

2) Time, Self and the Curiously Abstract Concept of Agency:
http://www.sociology.uiowa.edu/hitlin/Publications/SocTheory2007.pdf.

El francés suele traducir agency por agencéité, y en español se habla de «agencialidad» o «capacidad agencial». (¡Por fin, expresiones a la altura teórico-conceptual de los autores del artículo!)

El problema es que en todos los casos son necesarias prolijas explicaciones para comunicar lo que se pretende decir con agency. Valga, como primer ejemplo de ello, la definición que dan los autores del artículo para la Revista y que hemos visto al principio. Como segundo ejemplo, en el universo de los estudios sobre la mujer, las autoras de Provoking Agents dan otras varias:

Conventionally defined as the capacity to determine and act, agency is attached to an entity—an individual, a collective, or a social structure. As such, it is rather like a chameleon, taking on the coloration of the entity to which it happens to be attached (Ellen Messer-Davidow).

Both the women’s liberation movement and those who have studied it characterize agency as the capacity to make change in individual consciousness, personal lives, and society. The seventeen contributors explore whether—and how—feminist theory, writing, and other social practices can help readers move beyond seeing women as a powerless group to effecting changes in their own lives and, ultimately, becoming social activists. Topics range from maternal surrogacy to writing, from consciousness-raising to AIDS activism, from pornography to local organizing (Judith Kegan Gardiner).

By maternal agency I mean the actions not only of literal mothers but of any and all people who are guided by maternal attitudes of caring for others as people, not as objects to be used (Miriam M. Johnson).

Y como tercer ejemplo, los autores de Time, Self and the Curiously Abstract Concept of Agency más bien esquivan dar una definición:

The term “agency” is quite slippery and is used differently depending on the epistemological roots and goals of scholars who employ it. Distressingly, the sociological literature on the concept rarely addresses relevant social psychological research. We take a social behaviorist approach to agency by suggesting that individual temporal orientations are underutilized in conceptualizing this core sociological concept. Different temporal foci —the actor’s engaged response to situational circumstances— implicate different forms of agency.

Ese magma conceptual es lo que, a nuestro modo de ver, puede confundir a los lectores, y no tanto el uso de un término español u otro, que, de todos modos, irá acompañado de la correspondiente explicación, asimismo traducida.

Puestos a ver de qué manera han traducido maternal agency en organismos como la OMS, la OPS y el Unicef, descubrimos con sorpresa que el término ni siquiera aparece en inglés, al menos no antes de publicarse el artículo que motivó nuestra reflexión. Al parecer, se trata de una palabra de reciente incorporación en este ámbito. Y, a nuestro entender, hubiera sido mejor que se quedase en el tintero.

Una mañana de diciembre de 2010 saltó a la prensa la noticia de esa patera que había llegado la noche anterior a las costas de Almería, en la cual una subsahariana acababa de dar a luz a su bebé. Esa mujer, como también las otras que iban con ella, varias de ellas embarazadas, los demás compañeros de viaje y la familia de todos ellos, empujados por la desesperación, decidieron obrar, sortear obstáculos, afrontar la muerte, pagar a los intermediarios y echarse al mar. Cabe preguntarse cómo denominarían eso las distintas cabezas pensantes mencionadas: ¿será «agencialidad»? ¿Tal vez «empoderamiento»? ¿Cómo conceptualizar mejor la respuesta de estas personas a sus circunstancias situacionales? ¿Convendrá más el modelo conductista, o quedarán infrautilizadas ciertas orientaciones temporales individuales?

Al margen de estas dramáticas situaciones, el hecho es que también en estudios de corte teórico tiene que ser posible conceptualizar, es decir, forjar conceptos acerca de algo, de manera comprensible. ¿La sociolingüística, «los mercados» u otras instancias emplean «agencialidad» para traducir agency? De acuerdo; si después vienen unas líneas que expliquen el concepto, probablemente se entienda. Pero «capacidad de decidir y obrar», o alguna pequeña perífrasis similar, se entiende directamente, sin más exégesis. La traductora del resumen optó por «capacidad de acción», que nos parece muy bien. En cambio, «agencialidad» no se comprende. (La prueba es que cada uno de los autores citados necesita varias líneas para explicar lo que quiere decir con el término.)

Todos los términos de este estilo que han ido abriéndose camino iniciaron su andadura como neologismos: «empoderamiento» o «género» son ejemplos exitosos de ello. Y su éxito, medido como aceptación, se debe tal vez a que eran neologismos necesarios. O, al menos, en un determinado momento se consideraron necesarios. Sin ir más lejos, el propio término «empoderamiento» (de la mujer) no es, en definitiva, sino lo que hace cuarenta o cincuenta años dio en llamarse, al menos en España, la «emancipación» de la mujer. Tal vez hoy muchos se llevarían las manos a la cabeza si ahora pretendiéramos escribir «emancipación». Son términos que han ido utilizándose, lo que los ha hecho entendibles, y sintetizan en una sola palabra una multiplicidad de significados.

No nos estamos negando al uso de «agencialidad» u otro sinónimo que pueda convenir acuñar. Sí nos solivianta la dependencia bobalicona de cualquier exudado que se genere en inglés.

SUSANA LEGRADI
traducciones.legradi@gmail.com
KARINA TABACINIC
karina@tabacinic.com.ar
MIGUEL TURRIÓN
miguel.turrion@ec.europa.eu2

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1  B. Caruso / R. Stephenson R / J. S. Leon (2010), «Maternal Behavior and Experience, Care Access, and Agency as Determinants of Child Diarrhea in Bolivia» [Comportamiento y experiencia, acceso a la atención de salud y capacidad de acción de la madre como determinantes de la diarrea infantil en Bolivia], 429–439 en Revista Panamericana de Salud Pública 28.6:     
http://new.paho.org/journal/.
2 Miembros de Tremédica, Asociación Internacional de Traductores y Redactores de Medicina y Ciencias Afines: http://www.tremedica.org/.

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