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RESEÑAS


Ciclo «El cine y la traducción»
Die Frau mit den fünf Elefanten

Los días 13 a 25 de enero de 2012, Asetrad (Asociación Española de Traductores, Correctores e Intérpretes), en colaboración con la Filmoteca Española, el Goethe Institut y la Embajada suiza en Madrid, organizó un ciclo sobre la figura del traductor en el cine, con la finalidad, según su programa, de «destacar la función de mediación cultural que comparten la traducción y el cine y resaltar la estrecha relación entre el cine y la traducción como expresiones culturales».

El ciclo se inauguró con la proyección de la película Die Frau mit den fünf Elefanten («La mujer de los cinco elefantes»1), de producción germano-suiza, dirigida por Vadim Jendreyko en 2009. Se trata de un documental sobre la vida de Svetlana Geier, nacida en Ucrania y afincada en Alemania desde 1943, traductora y profesora, que dedicó los últimos veinte años de su vida a traducir al alemán la obra de Dostoievski. Considerada por la crítica como la gran renovadora de las traducciones de este autor, siguió en activo como traductora y pedagoga hasta su fallecimiento en 2010, a los ochenta y siete años.

El documental es un retrato fascinante de esta mujer, ya octogenaria, y muestra, entrecruzadas, tres facetas de su vida: la profesional, que recoge sus reflexiones sobre la traducción y muestra su peculiar método de trabajo; la familiar y doméstica, que describe a pequeños retazos su vida cotidiana, sola o en compañía de los muchos nietos que la rodean; la de su pasado, marcado por las purgas de Stalin y la invasión de Hitler, rememorado a través de su viaje de regreso a Kiev después de sesenta años, viaje que da pie a la crónica de un desgraciado pedazo de la historia del siglo XX.

En la presentación de la película, el director, que asistió a la inauguración del ciclo, confesó que su percepción de la traducción había cambiado al hacer este documental. Según explicó, antes de comenzar sabía muy poco del mundo de la traducción, e incluso dudó en rodarlo por lo poco atractivo que le parecía el tema, y al finalizarlo se dio cuenta del gran respeto que había llegado a sentir por este oficio. Comparó la traducción con la realización de un documental. «La gente cree que es una actividad fácil, porque consiste en traspasar las ideas de un original a otra lengua, igual que un documental consiste en traspasar la realidad a la pantalla ―explicó― pero no se trata de eso, ni en un caso ni en otro, sino de recrear algo totalmente nuevo».

Hay muchas reflexiones sobre la traducción en esta película. Mientras plancha, por ejemplo, Svetlana Geier expone la analogía entre la tela y la escritura. «El texto es como una tela recién lavada», reflexiona. Al lavarse los hilos han perdido su orientación, orientación que recuperan al planchar la tela. De modo análogo, el traductor hace que los hilos encuentren el camino recuperando el trazado que tenían antes. «Es curioso ―dice sonriendo― que "texto" y "textil" compartan la misma raíz». Asimismo, durante una lección impartida a sus alumnos, proclama su leitmotiv: «Traduce con la nariz bien alta», cuenta que le decía su profesora de alemán. Es decir, traducir sin pegarse al texto, mantener la visión de conjunto, para no quedar atrapada en las palabras. Y añade: «la traducción no es una oruga que se arrastra por las líneas de izquierda a derecha, sino que debe surgir del conjunto».

Porque lo que verdaderamente llama la atención para un traductor es el método de trabajo de la Sra. Geier. Sentada en su sillón, libro en mano, dicta la traducción a una asistente que la pasa a máquina, que interrumpe cuando no ha entendido bien por el sonido de su propio teclear. Teniendo en cuenta que la película es del año 2009, es chocante ver que se puede seguir traduciendo con una máquina de escribir tradicional. Después, lápiz en mano, corrige una copia en papel con ayuda de un amigo (músico por más señas), que lee en voz alta la traducción añadiendo sus puntualizaciones y observaciones. Los breves momentos que la película dedica a las disquisiciones lingüísticas entre ambos son una delicia para cualquier traductor. Él aporta la visión minuciosa y formal de la corrección gramatical y la lógica del idioma que seguramente ella busca al encomendarle la revisión, pero que no siempre está dispuesta a aceptar. «Me rindo», dice el músico con gesto circunspecto en un momento dado, tras intentar convencerla infructuosamente de que cambie una forma verbal. Al fin y al cabo, es ella la que decide qué quiere verter del original y cómo, qué imperfecciones quiere dejar en su lengua de adopción, con la que se gana en la película el apelativo de «la voz de Dostoievski».

Los misteriosos elefantes del título aparecen hacia el final de la película, cuando va enumerando y colocando uno encima de otro cinco grandes volúmenes: son las cinco grandes novelas de Dostoievski (Crimen y castigo, El idiota, Los demonios, El adolescente y Los hermanos Karamazov). Después, pasando delicadamente el dedo por la cubierta de los libros, pronuncia una enigmática frase: «No se traduce esto impunemente».

A la proyección siguió un coloquio en el que participaron Isabel García Adánez, traductora de alemán; Marta Sánchez Nieves, traductora de ruso, y el director de la película, Vadim Jendreyko. Moderaba María Teresa Gallego, premio nacional de traducción y presidenta de ACEtt (Asociación Colegial de Escritores de España - Sección Autónoma de Traductores). Ellas fueron desgranando los detalles de la película que más les habían llamado la atención, desde su perspectiva de traductoras. María Teresa Gallego destacó la idea del oficio manual, de «lo artesano», que destella constantemente en la película: en las metáforas culinarias (la tarta que se va haciendo y que hay que dejar enfriar para que adquiera todo su sabor), en el cuidadoso afilar de lápices antes de ponerse a trabajar, en su entorno familiar incluso («¡si hasta el hijo era profesor de manualidades!»). En resumen, concluyó, la traducción es, como la masa, como la arcilla, una materia moldeable, un quehacer artesano y manual.

Isabel García Adánez, quien, como señaló María Teresa Gallego al presentarla, ya cuenta en su haber con un elefante (la traducción de La montaña mágica de Thomas Mann, por la que obtuvo el premio de traducción Esther Benítez en 2006), destacó de la película la idea de que los textos se mueven («y te enfrentas al elefante sabiendo que te va a dar más de un trompazo», bromeó). Marta Sánchez Nieves, quien, también en palabras de María Teresa Gallego, «es demasiado joven aún para tener elefantes», habló de otra idea, la de la incompatibilidad de las lenguas, y de lo que a su juicio es la mayor dificultad de una traducción: las expresiones lingüísticas unidas a la cultura.

Isabel García Adánez se refirió en otro momento a la necesidad de pronunciar el texto, para procurar, como Svetlana Geier, «no quedar presa de las palabras», aunque en su caso, señaló, lo hiciera internamente. Ese coloquio interior del traductor es el que mueve a tomar decisiones. Y afirmó, refiriéndose a las discusiones entre la traductora y el músico: «Llega un momento en que tienes que decir no, y punto». Vadim Jendreyko abundó en esta idea: «Pasa lo mismo con un documental: hay que elegir entre dos escenas muy parecidas, casi iguales, cada una con su cualidad particular, pero hay que elegir».

Las demás películas del ciclo, que se intercalaron en la programación de la sala Doré, fueron: Traduire (Nurith Aviv, 2011), documental francés en el que traductores de diversos países hablan (cada uno en su propio idioma) sobre su experiencia como traductores de lengua hebrea; Tradurre (Pier Paolo Giarolo, 2007), documental con entrevistas a traductores literarios afincados en Italia; Die Flüsterer (David Bennet y Christian Beetz, 2005), documental sobre la labor de los intérpretes, producido con la colaboración de la Asociación Internacional de Intérpretes de Conferencias (AIIC); The Interpreter (Sydney Pollack, 2005); La traductrice (Elena Hazanov, 2006); Children of a Lesser God (Randa Haines, 1986).

El cine pocas veces ha puesto al traductor en el punto de mira y lo ha convertido en protagonista. Este ciclo, con una combinación de cine documental (donde la figura del traductor ocupa el centro) y de ficción (con una presencia más anecdótica, pero que confiere visibilidad a este oficio tan invisible), ha querido dar a los traductores la posibilidad de verse y de oírse. Y a juzgar por el lleno de la sala el día de la inauguración y el del café donde tuvo lugar la tertulia posterior, está claro que los traductores quieren verse y oírse. Por una vez no ser, como es lo habitual, los mediadores, sino los protagonistas de la película.

Isabel López Fraguas
Comité Económico y Social Europeo
isabel.lopezfraguas@eesc.europa.eu

 

 

 

1 «La mujer con los cinco elefantes» en su traducción subtitulada. En otro lugar cabría comentar la elección de la preposición.

 

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