BUZÓNCarta desde WashingtonDesde hace unos meses me encuentro en la capital del imperio, en excedencia de la Comisión. He venido como traductor a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) con un contrato de dos años. La OPS es un organismo internacional que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, por tanto, del sistema de las Naciones Unidas. También pertenece al sistema interamericano, encabezado por la Organización de Estados Americanos (OEA). Los documentos que traducimos guardan relación fundamentalmente con la salud pública en sentido amplio: desarrollo de recursos humanos, desastres, enfermedades transmisibles y no transmisibles, epidemiología y bioestadística, equidad y desarrollo humano, medicamentos esenciales y tecnología, nutrición y protección alimentaria, promoción de la salud, salud ambiental, salud mental, la salud por grupos de población, sida e infecciones de transmisión sexual, sistemas y servicios de salud, tabaco, alcohol y drogas, vacunas e inmunización, zoonosis y salud animal. La OPS tiene cuatro lenguas oficiales: inglés, español, portugués y francés. En 2001, la distribución de las traducciones (en número de palabras) por lengua de destino fue la siguiente: al español, 43 %; al inglés, 31 %; al portugués, 19 %; al francés, 7 %. Las primeras grandes diferencias con respecto a mi trabajo en la Comisión Europea son el tamaño y la composición del servicio. La jefa, la Dra. Marjorie León, es lingüista computacional y tiene un equipo compuesto por otras dos lingüistas computacionales, tres traductores y tres secretarias. Nadie más. La traducción al español la componemos mi revisor (Gustavo Silva, mexicano) y yo. De la traducción al inglés se encarga una única colega, Maxine Siri, estadounidense. Como puede verse, hay el mismo número de traductores que de lingüistas computacionales. ¿Cómo puede un equipo tan exiguo hacer frente a las necesidades de traducción de una organización que sirve al continente americano en su conjunto? En primer lugar, gracias a la traducción automática. La propia composición del grupo ya es elocuente de cómo se trabaja: la mitad de los recursos humanos, de los esfuerzos, van dirigidos a disponer de un sistema eficaz de traducción automática, llamado ENGSPAN® (para la traducción del inglés al español) o SPANAM® (para la traducción del español al inglés). El 93 % de los documentos que nos llegan en inglés y el 94 % de los que llegan en español se procesan con este sistema. Una secretaria se ocupa de preparar los ficheros electrónicos para las traducciones hacia el español, otra de preparar lo que ha de traducirse al inglés. Está poniéndose a punto un sistema de traducción automática inglés-portugués. En segundo lugar, mediante el recurso a traductores independientes. En los años 2000 y 2001, se tradujo en la casa el 15 % de la demanda total, mientras que el 85 % restante se envió al exterior, a traductores que, tras haber superado un examen de aptitud, están vinculados a la OPS por contrato. Los porcentajes que acabo de citar corresponden al número de palabras traducidas. Si se considera el número de documentos, la distribución es de 39 % traducidos en la sede y 61 % traducidos fuera. Es decir, nos quedamos más documentos, más breves, en general más urgentes y a veces de carácter confidencial, mientras que suelen darse al exterior informes más largos o con plazos menos apretados. En tercer lugar, con un hábil equilibrio entre los dos primeros puntos. Todos los traductores de la OPS, tanto los de plantilla como los contratados, recibimos, junto con el original por traducir, el fichero electrónico que contiene el resultado de la primera traducción automática bruta. Nuestra misión consiste en corregir, adaptar y mejorar lo que ha hecho la máquina, es decir, en lo que da en llamarse un trabajo de posedición. Mi supervisor insiste en que se le consulte todo lo necesario mientras está en curso el trabajo de traducción, de modo que resulte menos problemática la revisión final. Una de las primeras cosas que anuncia el sistema de traducción automática es una productividad mayor que en régimen de traducción convencional. En la descripción de mi puesto de trabajo figura que con este sistema se espera de mí un rendimiento de 4 000 palabras al día (algo más de diez páginas). Por cierto, otra diferencia con respecto a lo que yo conocía de la Comisión es la existencia del llamado «Sistema de planificación y evaluación del desempeño», consistente en que hay que establecer unos objetivos personales, incluida la cuantificación de la productividad. No sé en qué medida me controlarán y pedirán cuentas con respecto a dichos objetivos, pero tuve que fijarlos al poco de llegar aquí. Como útiles de ayuda a la documentación, además del ya indispensable acceso a internet, en la sede disponemos de un sistema de consulta de glosarios en línea mediante el programa ISYS y de la llamada «base de datos de la memoria institucional», en la cual se recogen documentos elaborados por la Organización desde su creación en 1902. En el año 2001, la traducción por contrato le costó a la OPS 121 267 USD para el español, 84 747 USD para el inglés, 91 575 USD para el portugués y 34 817 USD para el francés. En el reino de la oferta y la demanda, las traducciones al inglés se pagaron a 9,13; al español, a 9,46; al portugués, a 13; al francés, a 13,6 centavos de dólar por palabra. Si la concepción del trabajo aquí es bastante distinta de la que me era habitual, también el entorno de trabajo es diferente. No tenemos despachos individuales, sino «cubículos», apenas separados unos de otros por pequeñas mamparas. Las más altas miden 1,65 m, otras miden 1,50 m y las más bajas, 1,20 m. Puedo desplazar mi sillón en un espacio de unos dos metros cuadrados, llevando cuidado de apartar las piernas para no chocar contra los archivos de documentos. La salida de mi cubículo queda parcialmente bloqueada por las dos papeleras. Oímos las conversaciones telefónicas de los vecinos, lo que podría ser una estrategia de la jerarquía para que nos autolimitemos. Trabajamos ocho horas reales por día, lo que supone unas nueve horas de presencia en el trabajo, con aproximadamente una hora para comer. Yo suelo llegar sobre las nueve e irme hacia las seis. En principio, estos horarios no dependen del rendimiento ni de los objetivos personales, sino que son fijos. Marjorie León y Gustavo Silva participarán en el congreso de Almagro los próximos 13 y 14 de mayo, y no dejarán de presentar el sistema de traducción automática. Miquel Ángel Turrión
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