capítulo precedentecapítulo siguientePágina principal

Filipica primera contra la tilde

Con motivo de la inauguracion del todavia reciente Congreso de la Lengua Española, el premio nobel Gabriel Garcia Marquez expreso en su discurso, tan brillante como suele ser la prosa habitual de su escritura, una propuesta generica contra la servidumbre que, segun su opinion, impone la ortografia a los hablantes hispanos o hispanohablantes. En realidad, la propuesta no es nueva como sabemos de sobra los filologos, pero, viniendo de quien venia —y, ademas, en un tono en el que se podia adivinar una cierta dosis de ironia, provoco reacciones de variada naturaleza. Se irritaron en general aquellos que consideran intocable —y siempre en peligro— nuestra lengua y, muy particularmente entre ellos, cómo no, algunos reales academicos que consideran sacra e irrenunciable su funcion de velar por la misma (¡como si ella lo necesitara!). Otros, en cambio, pensaron que aquello no pasaba de ser una boutade y una prueba mas del talento travieso de "Gabo".

Y, sin embargo, la propuesta o como queramos llamarlo, no es un crimen de lesa lengua ni tampoco habria que tomarsela a broma. Al menos como incitacion a la reflexion sobre la grafia del español y —naturalmente— prescindiendo de algunas afirmaciones, poco afortunadas incluso para un lector benevolo, en mi modesta opinion no deberia desaprovecharse. Y menos en una epoca, como la nuestra, en que ya no podemos dar la espalda a la informatica. Porque quienes nos servimos de la misma, que somos ya mayoria, hemos aprendido algunas cosas en tanto que usuarios del ordenador. Quiero señalar solo dos entre ellas. Primero, que debido al predominio tecnologico anglosajon, los objetos informaticos (hardware y software) son hechos por y para la lengua inglesa; ello comportara con el tiempo, lo queramos o no (porque la superestructura economica y cultural no perdona) un acercamiento mas acelerado todavia al ingles, incluido el plano de la grafia. Segundo, que a menos que uno sepa "escribir a maquina", trabajar sobre teclado es mas lento que hacerlo sobre papel. Esta ultima proposicion suena a verdad de perogrullo, pero, en verdad, implica que ciertos elementos del repertorio grafematico del español que son superfluos añaden una sobrecarga de tiempo a nuestro trabajo. Y nos irritan.

El problema estriba en determinar cuales son los elementos prescindibles cuya eliminacion supondria un "coste" pequeño y no seria excesivamente llamativa —habida cuenta, por otra parte, que toda innovacion (sobre todo si consiste en extirpar algo) resulta "odiosa" porque nos priva de lo consabido y esperado. Aunque antes de adelantar una propuesta concreta, como pretendo, no seria inorportuno recordar algunos principios que todos conocemos de sobra, pero que a veces se nos "olvidan" en el fragor de una polemica, como la lingüistica, que afecta a lo mas profundo de nuestro patrimonio personal.

Primero: que no hay que confundir la grafia con la lengua, ni los fonemas con las letras, ni los acentos con las tildes, como suele suceder en una cultura tan "literaria" o grafica como la nuestra (la escritura es de la lengua, no es la lengua, como distinguiria Aristoteles, y por lo tanto es un elemento concurrente, o "accidente", de la misma). Y no hay que perder nunca de vista la relacion diacronica entre una lengua y su escritura: no se conoce un solo caso en el que la escritura haya condicionado la evolucion de la lengua; quiza sí la existencia misma de la escritura, no los signos graficos. Lo contrario, sin embargo, es habitual. Dado que la lengua evoluciona, mientras que la grafia ha dejado de hacerlo hace siglos, es normal en todas las lenguas que determinados signos graficos hayan quedado sin correspondencia fonética: es el caso de la h española; pero hay otros más complejos, y de caracter contrario, como la existencia de varias letras para un solo fonema —así, en el habla granadina, la desinencia -es del plural representa fonéticamente a una ä; o en italiano y frances la nasal palatal se representa por gn (esp. ñ).

Segundo: toda grafia es convencional. Pero no con la convencionalidad general de la lengua (mesa significa 'mesa' por convencion, no por naturaleza, como discutia Platon en el Cratilo —aunque hoy se habla de "arbitrariedad", mas que de "convencionalidad" del signo lingüistico), que es incontrolable. En cambio, la de la escritura sí lo es. Por poner el ejemplo de una letra cuya "muerte" informatica tanto ha vejado a muchos hispanohablantes: fueron los escribas del siglo XI quienes decidieron escribir señor como una pura abreviatura de sennor. Y es que tan convencional es el signo ñ como la geminada nn para la nasal palatal, pero escribir esta ultima ocupa mas espacio, un parametro que era muy importante en una epoca en que el material de escritura era caro.

Como prueba de esta convencionalidad, algunos escribas de algunas lenguas fueron todavia mas lejos y decidieron aprovechar signos que habian quedado inutiles para notar fonemas de nueva creacion: esto sucedio en griego antiguo cuando la aspiracion, notada como H, se perdio y fue reutilizada como signo de una emergente e larga abierta (e–/ ), la eta. Incluso el Estado puede decidir por decreto (y tener exito) el cambio de algunos signos graficos: lo hizo en el año 400 a.C. el arconte Licurgo en Atenas imponiendo el alfabeto jonico. Y lo ha vuelto a hacer (con toda la razon) el gobierno griego no hace muchos años eliminando las tildes (las correspondientes a los acentos grave y circunflejo) que se adecuaban a los esquemas acentuales de naturaleza musical propios del griego antiguo, mas no del moderno que es de naturaleza dinamica. Y desterrando signos diacriticos inutiles como el espiritu aspero —para una aspiracion inexistente— y el suave cuyo origen era indicar inicio vocalico de palabra cuando habia scriptio continua. Seria interesante conocer hoy la opinion de los griegos que sin duda se escandalizaron entonces por tamaña osadia de sus gobernantes.

Parece razonable suponer que es posible introducir cambios en la grafia sin que ello suponga una alteracion de la lengua ni que ejerza un influjo negativo en el aprendizaje de la misma, sino, si acaso, todo lo contrario. Y no seria desacertado considerar como culpables del mantenimiento a toda costa de esta innecesaria hojarasca a la pura inercia cuando no a una especie de horror vacui graphici.

Una vez sentado esto, se impone volver a la pregunta que antes planteaba: qué cambios en el sistema grafico del español no serian "costosos" o en exceso llamativos. Quiza se deberia atender simplemente a los dos principios generales que rigen el funcionamiento mismo de la lengua: el de economia (que tiende a eliminar lo que es superfluo para la comprension del mensaje) y el de claridad (que busca evitar la equivocidad en el mensaje). Y ello tanto para los signos que representan fonemas segmentales como para los suprasegmentales.

Veamos, pues.

1. En el caso de los fonemas segmentales, uno de los primeros a los que se suele apuntar es la h. Es casi el más "odiado" de los signos debido a que en la mayoria de los casos es un grafema "vacio" sin correspondencia en la fonetica (salvo en hablas marginales). Es cierto que, pese a ello, en algunos casos es distintivo, como en huso / uso, hojear / ojear, etc. Aqui, obviamente, es necesario conservar la h. Pero fuera de estos casos, que no son numerosos, ¿que argumentos de peso se pueden aducir para su conservacion? A veces se alega que nos conducen mejor a la etimologia de la palabra (!!) Pobres italianos o franceses, entonces, que no pueden imaginar siquiera que su avere o avoir vienen del latin habere; o que Herodoto tenia en griego una aspiracion (que, por cierto no pronunciaba el propio padre de la Historia porque su lengua, el jonio, era psilotica, es decir, carente de aspiraciones).

¿Podemos decir lo mismo en el caso de la b / v que no se distinguen ya fonologicamente y que solo diferencian foneticamente catalanes y valencianos? Acabo de aducir una palabra italiana que se aparta del latin en dos letras. Y no parece que ello les preocupe mucho a los italianos. En español podriamos generalizar una de las dos alli donde no se opongan ambas con valor distintivo, como sucede en cabo / cavo, etc. —casos que, por cierto, son todavia menos frecuentes que los de la h; y en los que el contexto podria facilmente desambiguar sintagmas como /el cavo/ (= 'él cavó' o 'el cabo'). Es posible que eliminar la h y la v (o la b) sea escandaloso, aunque, dado que son muchos los que tendrían que "desaprender" muchas palabras, podria mantenerse la digrafia hasta que se impusiera la grafia mas simple. ¿Por que no? Los griegos de hoy lo estan haciendo.

2. De todas formas, la cuestion no seria en exceso llamativa ni "costosa" en lo que se refiere a los signos de fonemas suprasegmentales, y muy especialmente del acento.

Aqui la propuesta podria ser triple:

a) Eliminar todas las tildes, excepto en las contadisimas ocasiones en que ni siquiera el contexto podria desambiguar una palabra sin tilde. En un caso como /se que viene/ (= "se que viene" o "se qué viene") no es necesaria la tilde en se, porque, aunque hay homonimia, las distribuciones son tan diferentes que es imposible confundir la forma verbal con la pronominal. En cambio, podria ser necesaria en que para distinguir a cual de las dos proposiciones anteriores se refiere el hablante.

b) Eliminar la tilde solo en las palabras que no tienen un homografo: ademas, por ejemplo (no hay además / ademas) Aqui entrarian muchisimas palabras, por ejemplo los superlativos, las formas potenciales del verbo, los sustantivos en -(c)ion, etc.

c) Conservar la tilde en los casos en que dos palabras fueran homografas —tipo amo / amó— aunque el contexto pudiera desambiguar facilmente a cual de las dos formas verbales se hace referencia.

Personalmente me inclino por la primera propuesta, la mas radical. Y ello por razones historicas y de "grafia comparada". El griego antiguo, una de las lenguas indoeuropeas mejor conocidas y que han ejercido mayor influjo en todas las lenguas cultas actuales, desde que adopto un alfabeto fonetico (antes se escribio en silabarios, como es sabido) se escribio sin separacion de palabras (scriptio continua), sin signos de puntuacion y sin acentos de ninguna clase. Y, aunque sabemos, que todos estos signos son invencion de los filologos alejandrinos (s. III a.C.), los primeros documentos acentuados, etc., pertenecen al s, II d.C. Ello significa que los griegos escribieron al menos nueve siglos sin acentos; y la Papirologia ha demostrado que solo se utilizaban con fines filologicos (para dialectos literarios ya entonces "muertos", como el eolio o el dorio) o con fines didacticos: en mas de un papiro se ve que los signos diacriticos se deben a la mano de un escolar que hace esto como un puro ejercicio de clase. Pero los papiros de contenido documental o privado nunca los llevaron hasta bien entrada la epoca bizantina.

Y el latin, aunque adopto ciertos signos diacriticos, nunca utilizo ninguno para señalar la posicion del acento —que era, desde luego, innecesario mientras estuvo vigente la cantidad silabica, pero no despues. En fin, si a ello añadimos que en la actualidad la mayoria de las lenguas cultas no utilizan tildes, parece que les quedan pocos argumentos, excepto la inercia, a quienes se oponen a una simplificacion de nuestra grafia. Defendamos, pues, energicamente a la ñ ya que no tenemos otro signo para la nasal palatal, pero a algunos no nos importaria nada la llegada de un otoño ortografico que facilitara la caida masiva de las tildes.

N.B. Se habra observado que en todo este trabajo, solamente hay acento en tres palabras ( "sí", "qué" y "cómo"). Y, pese a ello, estoy seguro de que se ha entendido todo.

José Luis Calvo Martínez
Universidad de Granada
jcalvo@platon.ugr.es

capítulo precedentecapítulo siguientePágina principal