Todos sabemos que la palabra sexo ha caído en desgracia en expresiones como la igualdad de los sexos, la discriminación por razones de sexo, etc. y que, en estos contextos, se está sustituyendo por la palabra género. Esta sustitución es sistemática, por ejemplo, en los títulos de los cursos del INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FEMINISTAS de la UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID del presente año académico: "La mujer en telépolis: la ciudad inminente desde el punto de vista del género", "Género y discursos sobre la sexualidad", etc.
Las razones de esta sustitución son las mismas que provocan la adopción de eufemismos para reemplazar a palabras que ya no resultan adecuadas por un motivo u otro (normalmente porque han adquirido connotaciones peyorativas). Si el maestro pasó a ser el profesor de E.G.B. en su tiempo, fue porque la consideración de esta profesión se había ido degradando.
En el caso de los eufemismos, la nueva palabra elegida para sustituir a la antigua "malsonante" ha de ser lo más neutra y rimbombante (ensalzadora si se quiere) posible. Todas las lenguas conocen este fenómeno: no a todo el mundo le resultaría fácil reconocer, fuera de contexto, en el francés "conseillère de ventes" a una "vendedora".
En lugar de sexo, hoy se prefiere, pues, género en contextos como los mencionados. Para realizar la sustitución se ha elegido la palabra más neutra posible, que, por otra parte, no es nada rimbombante. En esto el cambio se diferencia de la sustitución normal mediante un eufemismo. El sexo es seguramente un tema demasiado poco neutro como para buscarle términos rimbombantes.
El hecho de que se haya encontrado una palabra completamente neutra para realizar la sustitución, sería más que suficiente para decir que se trata de un cambio "logrado", pero ¿es también "correcto"? Creo que sí. Es cierto que la palabra género designa a una categoría gramatical y no es, por tanto, sinónimo de sexo. Pero también es cierto que el género es, como el sexo, una característica que comparten hombres y mujeres. Claro, se trata de características completamente diferentes: el sexo es un rasgo fisiológico y el género una categoría gramatical que sólo afecta indirectamente a hombres y mujeres a través de la palabra que los designa. El sexo es una característica más intrínseca y, por tanto, más definitoria; el género, como cualquier otra categoría lingüística, completamente convencional. Por eso, sería más adecuado hablar de género X y de género Y que de género masculino y femenino. De este modo, evitaríamos la confusión a la que dio lugar la gramática tradicional cuando decidió definir categorías formales mediante rasgos, más que semánticos, extralingüísticos (dicho de otro modo, pertenecientes a la realidad extralingüística que la lengua designa).
El género es una categoría gramatical que clasifica a los sustantivos y determina las características formales de los términos que concuerdan con él en el discurso. Hay un género "masculino" y un género "femenino" y en muchos casos de sustantivos animados hay correspondencia entre género "masculino y "femenino" y sexo masculino y femenino (gato/gata, hombre/mujer), pero no por ello deben confundirse dos categorías diferentes (una fisiológica y otra lingüística).
En definitiva, bien venida sea la sustitución de sexo por género si con ello se evitan problemas que la lengua no debería provocar porque, al fin y al cabo, qué más da llamarle a una cosa de un modo u otro si conseguimos entendernos y no herir susceptibilidades.
Político, ca es un adjetivo que, sustantivado, tiene el significado de quien interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado. Sin embargo, en español no podemos utilizar la forma femenina en este sentido porque también significa (y es el sentido predominante) arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados o actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.
Y sin embargo, en muchos contextos hay que especificar que estamos hablando de las políticas (mujeres). A mi parecer, en estos casos la única solución es hablar de las mujeres políticas (traducción de la expresión inglesa woman politician, en la que el núcleo del sintagma es, al contrario que en español, politician) (1).
Pero esto plantea un problema. Si en un mismo texto aparece el término los políticos y el sintagma las mujeres políticas, la completa sustantivación del adjetivo masculino frente al femenino parece convertir a los hombres dedicados a esta actividad en los verdaderos profesionales de la misma.
Por ello, no estaría de más "desustantivar" el masculino en contextos en los que se aluda a los políticos y a las políticas (mujeres) y restituir la palabra hombre/s como núcleo del sintagma el hombre político/los hombres políticos.
En contextos en los que no hubiera especificación de género, se utilizaría, como es común, el masculino para referirse a ambos géneros
José Luis Martín Yuste(1) Hablar de políticos de sexo masculino y femenino no me parece adecuado, no sólo porque aparece la palabra de marras, sino porque el núcleo del sintagma es la forma "masculina".