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DEBATES


Sexismo lingüístico

Del artículo "Problemas de género gramatical en medicina", pendiente de publicación en la revista Medicina Clínica, hemos extraído con permiso del autor, Fernando A. Navarro (del Servicio de Traducción Médica de los laboratorios F. Hoffmann-La Roche S.A. de Basilea), los siguientes párrafos que, sin entrar de lleno en el debate sobre sexismo lingüístico que abrimos en el número 40 de este boletín, aportan reflexiones interesantes sobre la distinción básica entre género y sexo.

En el artículo, muy extenso y documentado, se aborda el tema orientado a los textos de medicina, con muchos ejemplos e incluso unas tablas comparativas del uso de las palabras del lenguaje médico que presentan un género gramatical dudoso. Insistimos en que dada la longuitud del artículo (20 páginas) sólo reproducimos aquí una mínima parte. Los interesados podrán obtener el artículo completo dirigiéndose a la redacción de puntoycoma o al propio autor. También podrá consultarse en el futuro en Internet en la siguiente dirección: http://europa.eu/en/comm/translation/bulletins/puntoycoma/42/navarro.htm.

"Género y sexo

Antes que nada, conviene dejar bien clara la distinción entre género y sexo. El término griego genoV designa tanto el género gramatical como el sexo de los seres vivos, pero no así la palabra castellana género (ni tampoco la inglesa gender, aunque actualmente se utiliza mucho, de forma incorrecta, con el sentido de sexo), que corresponde a un accidente gramatical y se aplica a las palabras, nunca a las personas. El género es, por así decirlo, "el sexo de las palabras". La confusión entre género y sexo deriva probablemente del hecho de que las denominaciones de los dos géneros gramaticales, masculino y femenino, son idénticas a las de los dos sexos. Aunque en el mundo inanimado no cabe posibilidad alguna de confusión (nadie pensaría que el paludismo sea un macho y la gripe una hembra), en el mundo animado es frecuente que los hablantes estén convencidos de que las palabras de género masculino se aplican a personas o animales de sexo masculino, y las palabras de género femenino, a personas o animales de sexo femenino[1]. Es cierto que muchas veces coinciden uno y otro, pero no siempre sucede así. Por ejemplo, en la expresión "Juan es un investigador pésimo, pero una bellísima persona", los adjetivos pésimo y bellísima, de género masculino el primero y femenino el segundo, hacen referencia ambos a una misma persona de sexo masculino. Por otro lado, una misma palabra de género masculino, como cardiólogo, puede aplicarse, según el contexto, a una persona de sexo masculino ("Juan es cardiólogo"), a un conjunto de personas de ambos sexos ("todo cardiólogo debe actualizar sus conocimientos") o a una persona cuyo sexo se desconoce todavía ("espero que en este hospital haya un cardiólogo de guardia").

El género es un accidente gramatical que sirve para indicar la clase a la que pertenece un sustantivo por el hecho de concertar con él una forma de la flexión del adjetivo y del pronombre; no es, por lo tanto, más que un recurso sintáctico para expresar la concordancia. En castellano, como en otros idiomas románicos (francés, italiano, portugués, catalán), el género afecta al sustantivo, al adjetivo, a algunos pronombres, al artículo y a algunos participios cuando se usan como adjetivos. Aunque el verbo muestra género en hebreo, en castellano sólo lo tienen .siempre masculino. algunas formas verbales sustantivadas (p. ej.: "más vale un toma que dos te daré", "al buen callar llaman Sancho", "un tira y afloja")[2,3].

El género gramatical, en su división general en tres clases, masculino, femenino y neutro, es característico de los idiomas indoeuropeos. El género neutro, que tuvo gran importancia en las antiguas lenguas indoeuropeas .incluido el latín clásico. y la conserva en algunas lenguas actuales, como el alemán, ha desaparecido casi por completo en las lenguas romances. En castellano, no obstante, se conserva un vestigio del género neutro en el pronombre (p. ej.: "esto es mejor que aquello") y en el artículo neutro utilizado para sustantivar adjetivos con carácter abstracto (p. ej.: "lo cortés no quita lo valiente").

En el lenguaje médico, aunque no son raras las expresiones del tipo "trastorno motriz" o "desarrollo psicomotriz", apenas hay problemas de concordancia entre sustantivo y adjetivo, por lo que las dificultades del género gramatical afectan casi exclusivamente a los sustantivos, y pueden dividirse en dos grandes grupos. En relación con los sustantivos de persona, son frecuentes las dudas en torno a las formas femeninas de las actividades profesionales. En relación con los sustantivos de cosa, son relativamente abundantes las dudas en torno a la atribución del género adecuado.

El género de los nombres de persona: ¿"una médico" o "una médica"?

Uno de los fenómenos más importantes de nuestra época es, sin duda, la incorporación de las mujeres a los trabajos que tradicionalmente habían desempeñado los varones, así como los cambios sociales que ello ha ocasionado. El lenguaje, como un aspecto más de la sociedad, no ha quedado al margen de esta evolución. No me ocuparé aquí, por supuesto, del sexismo en el lenguaje médico, que ha hecho correr verdaderos ríos de tinta. El lector interesado en estos aspectos dispone del excelente libro publicado recientemente por García Meseguer[4], así como de una amplia bibliografía, tanto en lo relativo al lenguaje común[5-10] como al lenguaje médico[11-13]. Únicamente me permitiré aconsejar a quien pretenda introducirse en este terreno, que mantenga siempre bien presente la distinción ya comentada entre "sexo" y "género".

En el campo semántico de los nombres de persona, la mayor parte de los sustantivos castellanos pertenecen a uno de los dos grupos siguientes[14]: sustantivos con doble forma por género (p. ej.: "el neurólogo" y "la neuróloga") o sustantivos con forma única y género implícito, también llamado género común de dos (p. ej.: "el oculista" y "la oculista"). En cualquier caso, no debemos olvidar que tanto las palabras de doble forma como las de forma única lo son por su propia morfología, con independencia de que en la realidad existan o no personas que respondan a su significado; es decir, el sustantivo transportista debe ser común y no masculino (como erróneamente sigue definiéndolo el DLE[15]) independientemente de que existan o hayan existido jamás mujeres que desempeñen tal profesión.

En el campo semántico de lo inanimado, por el contrario, el grupo más numeroso de palabras corresponde a las de forma única y género explícito: biopsia es siempre una palabra femenina; quirófano, siempre masculina. Esto no quiere decir, claro está, que entre los sustantivos de persona no existan también algunas voces, pocas, de forma única y género explícito, que pueden aplicarse a ambos sexos sin perder su género gramatical, ya sea éste masculino (p. ej.: bebé, cadáver, personaje, ser) o femenino (p. ej.: criatura, familia, gente, persona, víctima).

Sustantivos con doble forma

Se incluyen en este grupo la casi totalidad de los sustantivos de persona terminados en o o en consonante precedida de o, con excepción de las palabras compuestas verbo-sustantivo, como matasanos o portavoz, que son de género común. Aunque en algunos casos el femenino se forma con una palabra de distinta raíz (p. ej.: marido y mujer), la mayor parte de los sustantivos de este grupo forman el femenino mediante la terminación a (p. ej.: profesor y profesora, enfermo y enferma). Por supuesto, en todas las palabras de este grupo conviene generalizar el femenino a los nombres de profesiones o cargos cuando los desempeñan mujeres; así, hablaremos de la catedrática, la oncóloga, la directora, la doctora, la médica o la profesora. Según García Meseguer[14], y en clara prueba de la adaptación de la RAE a los nuevos tiempos, la última edición del DLE (21ª edición, 1992)[15] registra ahora el femenino en 207 entradas que aparecían únicamente en forma masculina en la 20ª edición (1984)[16]; entre ellas, las siguientes de interés en medicina: bióloga, directora, fisióloga, gerontóloga, históloga, inoculadora, inspectora (p. ej.: inspectora de sanidad), laringóloga, protésica, radióloga y sifilógrafa. A pesar de este esfuerzo de modernización, el DLE no recoge todavía otras 303 formas femeninas de profesiones, como camillera, magistrada, otóloga, rectora o subinspectora.

Sustantivos de género común

La mayor parte de los sustantivos comunes, o sustantivos de forma única y género implícito, terminan en a, en e o en consonante precedida por una vocal que no sea o: alférez, artista, cónyuge, consorte, cónsul, espía, fiscal, industrial, joven, líder, paciente, pediatra, pobre, profesional, rehén, socialista, ujier, virgen. Dentro de este grupo, en medicina resultan especialmente abundantes los nombres de profesión formados con el sufijo -ista (p. ej.: anatomista, anestesista, especialista, internista, oculista, psicoanalista) o mediante sustantivación de un participio presente (p. ej.: ayudante, docente, estudiante, oyente, paciente, residente). En todos los sustantivos de este grupo, la forma femenina no difiere de la masculina. Como excepción a esta norma, cabe señalar el caso de la palabra parturienta, que apenas se utiliza en la forma correcta parturiente (probablemente por tratarse de una palabra de amplio uso popular y que, por motivos obvios, únicamente se aplica a las mujeres).

Dos son los problemas principales que presentan los sustantivos de género común.

En primer lugar, el DLE designaba tradicionalmente como masculinos la mayor parte de los nombres de profesiones desempeñadas de forma preferente por los varones. También aquí resultan evidentes los esfuerzos de modernización de la RAE. Siguiendo de nuevo a García Meseguer[14], la última edición del diccionario académico marca ahora como comunes 125 palabras que hasta 1992 se daban como masculinas; entre ellas, anestesista, aspirante, auxiliar, colega, dentista, estudiante, foniatra, gerente, practicante, profesional y psiquiatra. No obstante, faltan todavía por incorporar al diccionario 135 sustantivos comunes (que la RAE considera todavía erróneamente como sustantivos masculinos); entre ellos, analista, matasanos, ocularista (fabricante de ojos artificiales), oyente, pederasta y podiatra.

El segundo problema que plantean estas palabras es la creciente tendencia a convertirlas en sustantivos con doble forma. En efecto, observo con sorpresa que incluso la propia RAE recoge ya en su Diccionario las formas "jueza" (olvidando que la terminación en z es típica del femenino: niñez, nuez, preñez, rapidez, vejez, etc.), "presidenta" (siguiendo el uso popular: "regenta", "asistenta") e incluso el tremendo barbarismo "modisto". No sigamos esta mala costumbre en el lenguaje médico y mantengamos la forma única al hablar de las pacientes, las médicas residentes, las asistentes a un congreso o la presidente de una sociedad científica."

Extraído de "Problemas de género gramatical en medicina", pendiente de publicación en Medicina Clínica

Bibliografía:

  1. Konishi T. "The semantics of grammatical gender: a cross-cultural study". J Psycholinguist Res 1993; 22: 519-534.
  2. Martínez Amador EM. Diccionario gramatical y de dudas del idioma. Barcelona: Sopena, 1985.
  3. Real Academia Española. "Del nombre sustantivo y su género". En: Esbozo de una nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 1977; 171-179.
  4. García Meseguer Á." ¿Es sexista la lengua española? Una investigación sobre el género gramatical." Papeles de comunicación, 4. Barcelona: Paidós, 1994.
  5. Cuesta P. "Por una igualdad de trato entre mujeres y hombres en el lenguaje". Terminol Trad 1989; (2): 81-89.
  6. Langen U. "Constraints on non-sexist translation". Babel 1992; 38: 130-138.
  7. Miller C, Swift K. The handbook of non-sexist writing for writers, editors and speakers. Londres: Women's Press, 1989.
  8. Frank FW, Treichler P. Language, gender and professional writing. Theoretical approaches and guidelines for non-sexist language. Nueva York: Modern Language Association of America, 1989.
  9. Newmark P. "Sexist language in translation". Lebende Sprachen (Berlin) 1994; 39: 114.
  10. Hostadter DR. "Temas metamágicos. Las "presunciones tácitas" y sus efectos sobre el pensamiento y el estilo literario". Investigación y Ciencia 1983; enero: 106-111.
  11. Burkhart S. "Sexism in medical writing". Br Med J 1987; 295: 1.585.
  12. Berg BJ. "Sexism and medical terminology". Womens Health Issues 1992, 2: 50-51.
  13. Dirckx JH. "And now a few words about sex". Am J Dermatopathol 1985; 7: 43-48.
  14. García Meseguer A. "Género y sexo en el nuevo diccionario de la Real Academia". Política Científica 1993; (37): 51-56.
  15. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (21ª edición). Madrid: Espasa-Calpe, 1992. (edición electrónica, 1995).
  16. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (20ª edición, 2 tomos). Madrid: Espasa-Calpe, 1984.
Dr. Fernando A. Navarro
Wilhelm His-Strasse 5, 1. Stock
CH-4056 Basel (Suiza)
fernando.navarro@roche.com

Sexismo lingüístico: otra perspectiva de la cuestión

En la redacción de puntoycoma se ha recibido —por Internet, naturalmente— una biografía sobre cierto pedagogo, conspicuo y autodidacto. Esta persona, cuya identidad considera la redacción que no debe revelarse, ha hecho al parecer incursiones en la ciencia gramatical que en el mejor de los casos podrían calificarse de "dignas de mención".

Así, el pedagogo propone que se supriman de la lengua castellana todas las palabras que comiencen por arre, como arremangarse o arrebatar, pues tal voz—dice el sabio— es más propia de semovientes que de seres humanos. Desconocimiento de la sabiduría que encierra nuestra lengua, podría ser tal vez la primera de las críticas a esta aseveración.

Afirma también que, en lo tocante a mayúsculas y minúsculas, es dislate utilizar la minúscula para escribir "pierna de cordero", y al tiempo utilizarla para algo de mayor consistencia y regocijo gastronómico como "pierna de vaca". Pierna de Vaca habría de ser la correcta grafía, como Transatlántico y chalupa o Palacio y cabaña. Pero, hombre, ¡si hasta los alemanes van a quitar las mayúsculas de los sustantivos!

Sin embargo, lo que ha chocado a esta redacción es un pasaje de la biografía que viene a terciar casualmente en el debate sobre sexismo lingüístico, acogido a la hospitalidad de estas páginas desde hace algunos meses.

Las líneas que siguen abordan la cuestión desde otra perspectiva, novedosa hasta el momento. Las cursivas son del remitente, cuyas señas virtuales se indican al terminar el texto.

Esperamos la reacción de nuestros lectores.

"Mientras fue escribiente del notario de San Millán, había notado en varios procesos que se decía así: cuarto testigo examinado, María Gavilán; octavo testigo examinado, Sebastiana Palomo. Esto le chocaba infinitamente, porque decía que si los hombres eran testigos, las mujeres se habían de llamar testigas, pues lo contrario era confundir los sexos, y parecía romance de vizcaíno. De la misma manera no podía sufrir que el autor de la Vida de Santa Catalina dijese Catalina, sujeto de nuestra historia; pareciéndole que Catalina y sujeto eran mala concordancia, pues venía a ser lo mismo que si se dijera Catalina, el hombre de nuestra historia, siendo cosa averiguada que solamente los hombres se deben llamar sujetos, y las mujeres sujetas. Pues, ¿qué, cuando encontraba en un libro, era una mujer no común, era un gigante? Entonces perdía los estribos de la paciencia, y decía a sus chicos todo en cólera y furioso:

Ya no falta más sino que nos quiten las barbas y los calzones, y se los pongan a las mujeres. ¿Por qué no se dirá era una mujer no comuna, era una giganta?"

jf.isla@AMDG.es

Más (y mejor) sobre lenguaje polític@mente correct@

Nunca estarem@s l@ bastante agradecid@s @ la colega del SCIC Myriam Nahón(1) por su decisiv@ contribución @ l@ definitiv@ corrección de nuestr@ sexist@ maner@ habitual de hablar y escribir.

Per@ n@ hay que quedarse ahí, sin@ proseguir audazmente ensanchand@ l@ camin@ trazad@ por l@s consign@s de l@s diferentes institut@s de la mujer (y universidades estad@unidenses otror@ de izquierd@s) en ar@s de l@ purez@ sexual (perdón: genéric@) de nuestr@ lenguaje, viciad@ por sigl@s de machismo (sic) opresor. Porque @ és@s que argumentan (?) que l@ hech@ de que l@ géner@ masculino se utilice com@ común, es decir, n@ marcad@, y la femenina, en cambi@, com@ marcad@ n@ es en absolut@ prueb@ de discriminación negativ@, sino positiv@, de la mujer (en efect@ —dicen es@s arter@s sofist@s—, hacer del masculino l@ géner@ común n@ supone realzarlo sin@ degradarlo: 'común' = 'vulgar' = 'baj@', etc.) hay que responderles con firmez@: y@ que n@ se puede hacer l@ revolución social, ya que n@ se puede acabar con l@ par@, ¡marchem@s tod@s junt@s, y y@ l@ primer@, por l@ send@ de l@ revolución verbal!

En est@ luch@ heroic@, un@ papel privilegiad@ les incumbe @ l@s organism@s internacionales, muy en particular @ l@ nuestr@ y, sobre tod@, @ l@s Naciones Unid@s. Por ell@ proponem@s, más aún, exigim@s, que tod@s l@s instrument@s jurídic@s internacionales sean enmendad@s convenientemente para incorporar, n@ sól@ en su fond@, sin@ también en su form@, l@s nuev@s ideales de corrección lingüístic@ de cuy@ realización dependen l@ paz y l@ bienestar de l@ humanidad. Y n@ siend@ ést@ l@ lugar adecuad@ par@ reformularl@s tod@s, dad@ l@ escasez de espaci@, n@s limitarem@s @ proponer, @ títul@ de ejempl@, que l@ artícul@ segund@ de l@ Declaración Universal de Derech@s Human@s comience así:

"Tod@ person@ tiene tod@s l@s derech@s y libertades proclamad@s en est@ Declaración, sin distinción algun@ de raz@, color, idiom@, religión, géner@, númer@ y cas@..."

Miguel Candelo

(1)Cf. Punt@ycom@ nº 41. ¡Por ciert@! ¿Par@ cuánd@ l@ feminización de l@s apellid@s de las féminas, de l@ que es ejempl@ señer@ l@ dulce lengu@ de Tolstoi? Sin olvidar que ell@ debier@ implicar, @ fin de evitar un@ discriminación sexist@ de sign@ contrari@, l@ masculinización de l@s apellid@s de los varones.

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