La salud es un valor. Los europeos queremos sistemas sanitarios de calidad porque la salud es un objetivo que todos merecemos alcanzar. Pero también desempeña un papel crucial en nuestra economía.
La salud crea puestos de trabajo y contribuye a protegerlos. En Europa, uno de cada diez trabajadores está empleado en el sector sanitario. Las personas que gozan de buena salud encuentran trabajo más fácilmente y son más productivas.
La salud reduce la pobreza. Los países europeos están de acuerdo en que todos los ciudadanos deben tener acceso a la asistencia sanitaria: es un derecho consagrado en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea. Y la garantía del acceso a la asistencia sanitaria es uno de los eslabones más sólidos de la "cadena social" que aleja a las personas de la pobreza.
La salud contribuye a la innovación. Algunos de los sectores más innovadores de nuestra economía están directamente relacionados con la investigación sanitaria, como el sector farmacéutico, el sector de los productos sanitarios y el de la biotecnología.
Pero la salud también cuesta dinero. Los gobiernos dedican cerca de una sexta parte de sus presupuestos a garantizar una asistencia sanitaria de calidad. Con ellos financian, por ejemplo, la formación y cualificación del personal sanitario, equipos de alta tecnología y medicamentos innovadores.
Obviamente, este dinero debe emplearse bien. De ahí que la Comisión Europea invierta en herramientas para evaluar mejor la eficacia relativa de las tecnologías sanitarias, impulse la reflexión conjunta sobre la prestación de asistencia sanitaria a escala nacional y haga un esfuerzo continuado para promover estilos de vida saludables, como la mejora de la nutrición, la actividad física segura y el abandono del tabaco. Aun teniendo garantizado el acceso a los mejores sistemas de asistencia sanitaria, no ponerse enfermo es siempre la mejor opción.