Ahora que toda Europa se prepara para celebrar la Navidad, puede considerarse de mal gusto aludir al "dolor de cabeza" que puede causar el alcohol a muchos Estados miembros. Y, sin embargo, es un buen ejemplo de problema social del que podemos aprender mucho los unos de los otros.
Esta es la lógica que subyace al Foro Europeo sobre Alcohol y Salud, cuyo Grupo de Ciencias —que he presidido durante los últimos cuatro años— elabora dictámenes científicos para el Foro. Nuestra labor previa se ha centrado, por ejemplo, en las pruebas existentes sobre los efectos del marketing del alcohol y hemos llegado a la conclusión de que el marketing puede influir tanto en la edad a la que comienzan a beber los jóvenes como en la cantidad de alcohol que ingieren cuando se convierten en bebedores.
Nuestro informe más reciente trata la cuestión crucial del alcohol y el lugar de trabajo en Europa. El lugar de trabajo se presenta al mismo tiempo como un riesgo y una oportunidad. En el caso de los empresarios, este riesgo se concreta en una importante pérdida de productividad como consecuencia de accidentes, absentismo y "presentismo" (el del personal que acude al trabajo pero cuyo rendimiento no es satisfactorio debido a problemas relacionados con el consumo de alcohol). Los efectos no solo se dejan sentir en el propio trabajador, sino también en las personas de su entorno.
La oportunidad consiste en utilizar el lugar de trabajo para identificar a los trabajadores con problemas ligados al alcohol (aunque no beban en el trabajo) e intervenir lo antes posible para ayudarlos con estrategias de dirección que hayan demostrado ser eficaces. El informe presenta las medidas que funcionan, pero también las lagunas en cuanto a datos objetivos, con la esperanza de que los futuros programas de trabajo sean más eficaces y puedan evaluarse con más perspectiva. No se trata de aspirar a un continente sin consumo de alcohol, sino a un continente sin los efectos nocivos del alcohol.