Las donaciones de sangre y plasma humanos constituyen la base
de un amplio abanico de terapias esenciales, de las que a menudo depende la
vida del paciente. La sangre y sus componentes también se utilizan en terapias
y procedimientos quirúrgicos rutinarios que permiten mejorar, día a día, la
calidad de vida de miles de personas.
Estos tratamientos dependen de la buena voluntad de quienes
deciden donar su propia sangre. Aunque todos somos donantes en potencia y
podemos ofrecer este obsequio a quienes lo necesitan, los donantes activos de
sangre solo representan el 4% de la población por término medio.
Las iniciativas como el Día Mundial del Donante de Sangre, que
este año celebramos el 14 de junio, tienen como meta reconocer estos actos de
solidaridad y concienciar a los ciudadanos de que, haciéndose donantes, pueden
ayudar a resolver el grave problema de la falta de sangre. Los numerosos actos
que se organizarán este año por toda Europa y el resto del mundo se centrarán
especialmente en los donantes jóvenes, que son “sangre nueva para el
mundo”.
Ahora bien, no debemos olvidar que la sangre es un bien
precioso y debe gestionarse con el máximo respeto. Su derroche es inadmisible
y, por ello, deben contemplarse todas las alternativas terapéuticas posibles
antes de utilizar cada unidad de sangre.
La UE se ha comprometido a garantizar la calidad y la seguridad
de la sangre utilizada en transfusiones, a través de diversas políticas e
instrumentos jurídicos. De este modo contribuye a lograr que cada donación sea
un acto en beneficio de los pacientes.