Conforme 2008 llega a su fin, Europa está en una encrucijada.
Cuando nos enfrentamos a la peor crisis económica de la era moderna, del gran estribillo de la Estrategia de Lisboa, 'empleo y crecimiento', no se ha conseguido de forma sostenible ni el uno ni el otro. El modelo basado en el consumo ha dañado las economías europeas, socavado la justicia social e incrementado la carga provocada por la mala salud y las enfermedades crónicas.
Tenemos la oportunidad de hacer las cosas de forma diferente. Las instituciones de la UE se van a renovar: en 2009 habrá un Parlamento y una Comisión nuevos. El nuevo equipo tendrá que preparar la orientación para el nuevo decenio y aprovechar la lección de que desvincular las metas económico-financieras de los indicadores sociales lleva sólo al fracaso.
Dos crisis – el desmoronamiento global del sistema financiero y el escándalo de la melamina en la leche – han dejado claro que, para proteger el interés público y la salud de los europeos, es fundamental que las autoridades asuman la responsabilidad de regular el mercado. La situación en 2009 van a ser unas desigualdades sin precedentes en Europa y una época de incertidumbre para muchos. El pleno impacto de la recesión está por llegar. Los que más lo van a padecer son los que ya sufren privaciones, exclusión social e inseguridad. Tanto la salud física como la mental van a sentirlo, y algunas personas no se recuperarán nunca.
En la salud humana inciden toda una serie de políticas. 2009 requiere que el Colegio de Comisarios asuma a la vez el liderazgo y la renovación del compromiso de mejorar la salud y el bienestar. Es necesario que en todas las políticas se aborde la problemática sanitaria. Sólo así podrá la UE mejorar la salud de todos sus ciudadanos. Materializar esta visión requiere la participación y el apoyo de las partes interesadas y el esfuerzo de los profesionales de la salud.