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En la sección «Colaboraciones» se recogen opiniones y propuestas firmadas por lectores o por miembros de la Redacción cuando intervienen a título personal. La responsabilidad de los cabos sueltos firmados y de las colaboraciones incumbe a sus autores. PUNTOYCOMA

COLABORACIONES


Topos, puntos y viñetas

En los documentos institucionales, es habitual la disposición tipográfica del texto en listas o enumeraciones, algo a cuya correcta presentación dedica varios apartados el Libro de estilo interinstitucional (LEI). Cuando se ordena la información de esa manera, se pretende alcanzar un doble objetivo: introducir claridad en la estructura del escrito y facilitar su lectura al diferenciar los elementos de la enumeración del bloque de texto general.

Las divisiones del texto pueden señalarse mediante variados recursos: numeración correlativa en cifras arábigas (decimal), cifras romanas, letras versales, letras minúsculas, romanitos1, signos menos [–]  o rayas [—] o figuras como los topos, también conocidos con los nombres de bolos (término este que utiliza, por ejemplo, el Libro de estilo de ABC, 1.ª ed, 1993, p. 77) o boliches en la terminología tipográfica española. Aunque su forma más conocida es [●]2 se denomina también topos a otras figuras no necesariamente circulares ni llenas, como las siguientes: bolos.

«Topo» y sus sinónimos son los términos que corresponden al inglés bullet. Por tanto, una bulleted list o list of bullets será una «enumeración con topos». El LEI se refiere, sin embargo, a estos elementos como «puntos gruesos» (en el LEI francés: points en demi-gras; en otras fuentes terminológicas se encuentran los términos puce, gros point o point médian). En diversos textos hemos visto que se utiliza también en español el término «punto» a secas o bien acompañado de alguna descripción como: «de adorno».

Es cierto que en su forma más habitual se trata de un punto grueso y que, de todas formas, es una figura de origen ornamental (para ser más precisos, se trataría, siguiendo la terminología utilizada por José Martínez de Sousa, de un caso de diacrisis tipográfica exógena3). No obstante, puesto que existen términos para designar este elemento gráfico, parece oportuno reservar «punto» para los casos en que sea realmente necesario. Además del punto, punto y seguido, punto y aparte y los puntos suspensivos, entre otros, existe en español un punto que se coloca prácticamente a la misma altura que el topo o bolo pero que es mucho más fino y no debe confundirse con aquel ni en la denominación ni en el uso: el «punto medio», también conocido como «punto centrado» y a veces como «punto alto» (véase, en inglés: middle dot o centered dot, y en francés: point centré). Se trata del signo [·], que se utiliza a veces en matemáticas para indicar la multiplicación y en la escritura de algunas lenguas (por ejemplo en catalán, para la l geminada: l·l).

Sea como sea, y volviendo a los topos, no parece lo más adecuado referirse a este tipo de caracteres como «viñetas». Las viñetas son elementos tipográficos ornamentales más complejos. El término, procedente del francés vignette, se refería en su origen a los dibujos relativamente esquemáticos de pámpanos (tanto los sarmientos como las pámpanas de la vid) con que se decoraban los manuscritos medievales, fundamentalmente en los márgenes de las páginas y acompañando a las miniaturas. Esos motivos de la vid conformaban lo que se llamó vignettes y vignetures. Con el paso del tiempo, los motivos vegetales incorporaron otros elementos, como hojas de acanto y ramas y follaje de variadas especies. Todos estos adornos eran de uso frecuente en las culturas del Mediterráneo, por ejemplo en los mosaicos romanos; la vid era el símbolo que identificaba al Baco romano (el Dioniso griego). Por otra parte, en el cristianismo, la simbología del vino y de la vid están asociadas al sacramento de la eucaristía4.

Con la implantación de la imprenta, aquellas viñetas fueron evolucionando y se entremezclaron con las letras capitulares (de ahí dos tipos de letras: la «florida» y la «historiada»), o se estilizaron y se unieron entre sí para formar cabeceras (con frisos, grecas, orlas o festones), marmosetes y culos de lámpara, y adornar de ese modo los principios y finales de capítulo o incorporarse a los lomos y cubiertas de los volúmenes. Los cajistas tenían a su disposición otros elementos de fantasía, algunos de los cuales se siguen utilizando en la actualidad: manecillas, rasgos, bigotes, asterismos, filetes finos, lutos, cañas, mediacañas o serpentinas.

Envío

Probablemente no me habría parado a reflexionar sobre los términos que aquí se exponen de no haber sido por algunas charlas con compañeros de trabajo, a los que agradezco su información y comentarios. También quiero dar las gracias a José Martínez de Sousa por sus observaciones sobre el borrador de este artículo. Además del libro que se menciona en la nota n.º 5, J. M. de Sousa ha escrito muchas obras más de consulta obligada sobre cuestiones relacionadas con la tipografía, las artes gráficas y la edición o con la lengua en general, como bien sabe el lector.

Miguel Ángel Navarrete
Comisión Europea
miguel.navarrete@ec.europa.eu

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1.Respecto a los «romanitos», J. M. de Sousa escribe: «En cualquier caso, en español no se deben emplear [las cifras romanas] escritas con minúsculas en la numeración de apartados ni en la de los folios prologales cuando se representan con cifras romanas, ya que ello constituye anglicismo ortotipográfico» (Diccionario de edición, tipografía y artes gráficas, 1.ª ed., Gijón: Trea, 2001, p. 80). Sin embargo, en el Diario Oficial de la Unión Europea y en otras publicaciones institucionales, suelen utilizarse con paréntesis de cierre para indicar los incisos de un párrafo, en tercer lugar tras las letras y los puntos.
2.El DRAE da la siguiente definición de «topo» en la acepción que aquí nos interesa: «Dibujo con forma de lunar en una tela o papel».
3.Ibidem, p. 133.
4.Manfred Lurker escribe: «El signo gráfico sumerio de 'vida' era originariamente una hoja de vid [...] En el arte sepulcral del cristianismo primitivo, el fruto de la vid era un símbolo de la vida bienaventurada en el más allá», Diccionario de imágenes y símbolos de la Biblia, 1.ª ed., Córdoba: El Almendro, 1994; y Juan-Eduardo Cirlot, respecto a la vid: «Así como la uva tiene un doble significado de sacrificio y de fecundidad, el vino aparece con frecuencia simbolizando la juventud y la vida eterna. El ideograma superior de la vida fue, en los orígenes, una hoja de parra. Según Eliade, a la Diosa Madre se le dio primitivamente el nombre de 'Diosa cepa de vid', representando la fuente inagotable de creación natural», Diccionario de símbolos, 2.ª ed., Barcelona: Labor, 1982.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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