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Más sobre la revisión

En el nº 57 de PUNTOYCOMA se publican unas interesantes notas de Ramón Garrido Nombela sobre el tema de la revisión, que me han retrotraído a mis tiempos de revisor e inspirado las reflexiones siguientes.

A semejanza de un proceso industrial, podemos afirmar que la revisión es simplemente un control de calidad. Se basa en la evidencia de que «al mejor escribano se le escapa un borrón» y recurre al también aforismo de que cuatro ojos ven más que dos. Se trata de que el segundo par de ojos consiga corregir los errores u omisiones que se le hayan podido escapar al primer par de ojos, los del traductor.

La revisión se halla presente en casi todas las actividades de traducción. En el campo comercial, por ejemplo, las editoriales utilizan los servicios de unos profesionales llamados «correctores de estilo». El editor supone que el traductor le ha entregado un texto que corresponde fielmente al original, como debería ser, por lo que aquellos correctores no verifican normalmente el fondo de la traducción, entre otras cosas porque no suelen tener conocimientos sólidos del idioma traducido. Por ello, ocasionalmente leemos «perlas» divertidas en las obras traducidas, que provocan la hilaridad o la extrañeza del lector, pero la cosa no tiene mayores consecuencias. En principio estos errores no le cuestan dinero a nadie.

En las instituciones y organizaciones internacionales, la revisión de las traducciones reviste mayor importancia. En efecto, los asuntos que se tratan en ellas pueden tener grandes consecuencias políticas y económicas y no es cuestión de que los participantes en una reunión tengan que malgastar su tiempo disipando los malentendidos causados por una mala traducción. Es natural, pues, que en todas las secciones de traducción de aquellas organizaciones exista un grupo de revisores.

Pero la actividad de revisión, necesaria, tiene naturalmente un gasto, que viene a añadirse al ya crecido de la simple traducción. En unos tiempos en que todas las organizaciones tratan de recortar sus presupuestos, es muy importante determinar cómo se administran los dineros dedicados a la revisión.

Ya jubilado de mi puesto de intérprete, la última vez que trabajé como free lance en la sección de traducción de las Naciones Unidas en Ginebra, el jefe de la sección había implantado un sistema, que supongo sigue todavía, en mi opinión muy plausible. Los traductores que habían alcanzado un nivel de calidad determinado (el grado P-4 en la jerga administrativa interna) no debían someter sus traducciones a revisión y éstas se mandaban directamente al pool de mecanografía. Con ello se aligeraba enormemente el volumen de la revisión y los resultados obtenidos eran perfectamente satisfactorios. Para los documentos de más compromiso se seguían otros procedimientos y la Comisión Europea, en todo caso, dispone de un sistema que supone la garantía definitiva, cual es la intervención de los llamados juristas-lingüistas.

La pregunta que se hace Ramón Garrido de cómo designar a los revisores tiene a mi entender una respuesta evidente. Los revisores deben elegirse entre los mejores traductores. Se trata de una condición necesaria, si bien en determinados casos tal vez no sea suficiente.

¿En qué criterios debe inspirarse el revisor? Aparte de corregir los errores de traducción, creo que le basta con uno solo. El revisor debe meterse en el bolsillo sus preferencias estilísticas. El revisor que sustituye «no obstante» por «sin embargo» porque no le gusta la primera expresión, no corrige debidamente. La única justificación de dicha corrección sería que «no obstante» hubiera aparecido en la frase anterior o en la penúltima. El revisor, pues, debe respetar el estilo del traductor aunque no le entusiasme. Por otro lado, observaremos que tanto traductor como revisor tienen muy poco margen para demostrar sus habilidades literarias. La mayor parte de los textos que deben traducirse se basan en otros anteriores y todas las organizaciones tienen un glosario y unos pies forzados que deben seguirse indefectiblemente. Yo considero que la mayor parte de las veces no se trata de traducciones sino de adaptaciones.

Alfonso Torrents del Prats

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