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Listas (¿tontas?) de países. El caso de las Naciones Unidas


El nombre protocolario de los países

Si uno tuviera que hacer de abogado del diablo para defender, en el debate en curso, la adopción de la nomenclatura de países de las Naciones Unidas, aportaría los siguientes argumentos:

  1. Se trata de la nomenclatura más difundida internacionalmente. Dentro de la Comunidad la emplean ya desde hace tiempo el Parlamento y el Consejo. Parece, pues, que lo más sencillo es adherirse al uso de la mayoría.
  2. El uso en España, aun discrepando en varios casos significativos del de las NU, dista de ser unánime.
  3. Ese mismo uso peninsular, además de plural, es incoherente: ¿por qué preferir Irak a Iraq a la vez que se acepta Qatar?
  4. Hay también incoherencia interna allá donde sí se da, en cambio, unanimidad frente al uso de las NU: ¿por qué escandalizarse de Nueva Zelandia cuando son mayoría los nombres de países o territorios con terminación derivada del anglogermánico land que intercalan igualmente la i (Finlandia, Groenlandia, Islandia, Suazilandia, Tailandia frente a Holanda, Irlanda y la propia Nueva Zelanda)?
  5. Las razones puramente políticas deben considerarse legítimas en instituciones políticas como las nuestras: de ahí que parezca conveniente aceptar la aberración lingüística que supone llamar en español Côte d'Ivoire a Costa de Marfil, por ejemplo, por el simple hecho de que la Administración de ese país exige que su denominación oficial exclusiva sea la francesa.
  6. No tiene sentido exigir una nomenclatura de países puramente española (de España) con el argumento de que sólo esta nación forma parte de la Unión Europea: en efecto, los acuerdos de la UE con América Latina proliferarán en los próximos años, por lo que parece oportuno dotarse ya desde ahora de una nomenclatura de países lo más próxima posible a los usos latinoamericanos (básicamente coincidentes con los de las NU).

Se podrían aducir, sin duda, más razones. Pero las seis apuntadas poseen ya por sí solas suficiente peso como para que puedan esgrimirlas con eficacia quienes proponen zanjar lo antes posible esta espinosa cuestión de geonomenclatura.

Miguel Candel
Unidad G-4

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